viernes, 2 de octubre de 2020

CUNAS DE ADOBE, ENHIESTOS PALOMARES...



Cualquier día de estos, después de haber pasado tantas veces por los caminos del viejo reino de León, este Lazarillo hará lo que tantas veces había querido hacer y no supo o no pudo por no tener las palabras debidas a la sensación que provoca la contemplación a lo lejos de los viejos y arruinados palomares de adobe, cuya desolación conmueve hasta el silencio y son el testimonio más elocuente de aquel tiempo en que los hombres y las familias fueron dejando vacíos sus pueblos para buscar en otras tierras un mejor territorio donde sembrar sus vidas. Este Lazarillo se lo ha prometido al autor de estos versos, mi estimado Félix Maraña, porque estoy convencido de que al pronunciarlos junto a esas cunas de adobe, enhiestos palomares, la poesía que contienen se hará más expansiva a la luz de la intemperie y  también más intensa en mi interior, al darles con la voz el acento del viento en el que esa arquitectura se mece y desbasta sus perfiles: 

Zureo de tristeza

Cunas de adobe, enhiestos palomares,
murmullo de la historia en otra vida,
ruina ahora enlutada y derruida,
que sembró de zureo estos lugares.
Los paisanos se fueron a otros lares
a buscar el sustento de partida,
las palomas huyeron de estampida
alentando los vientos de otros mares.
El barro del tapial, tierra cocida,
muda señal de un tiempo clausurado,
patrimonio de nidos y nidales,
sin pichones, ni trigo en los trigales,
ni gentes que relaten el pasado
y cuiden este adobe en sus axiales.
Sahagún, Astorga, El Bierzo, La Bañeza,
tierras de barro, humildes catedrales,
ruinas de soledad que fue grandeza.
Mansilla de las Mulas y La Cueza:
fuisteis cuna de arrullos a raudales
y ahora sólo un murmullo de tristeza.

[Para mi colega
Javier Rioyo Jambrina
, que nos recordó con una fotografía el mundo de nostalgia de las tierras de Tierra de Campos, que en siglos fueron bosques frondosos, luego mares de trigo y palomares. Ahora, tiempo muerto. Aunque ha habido palomares en toda España, el territorio del Camino de Santiago leonés y palentino es donde más se prodigaron. En Mansilla de las Mulas se conserva uno de especiales dimensiones. La mayoría hoy son ruinas sin destino, pero un patrimonio histórico que explica vida y economía de largo trecho del pasado. Miguel Delibes lo definió magistralmente: "El palomar rústico de Castilla, principalmente de Tierra de Campos, no sólo decora y amuebla el paisaje: lo calienta. Es una referencia en la inmensidad desolada del páramo". Existen asociaciones muy activas, en León y Palencia particularmente, que velan por el estudio, conservación y extensión del valor de esta singular arquitectura].

DdA, XVI/4626

No hay comentarios:

Publicar un comentario