jueves, 1 de octubre de 2020

EL CONTAGIO IDEOLÓGICO



Vicente Bernaldo de Quirós

Una de las características en España de la epidemia del coronavirus es la división tan profunda que ha generado entre nuestros compatriotas porque la enfermedad se ha visto como una oportunidad de erosionar el clima de convivencia, en vez de una forma de encarar juntos la solución médica. Reiros de la tradición italiana de culpar al Ejecutivo de todo lo habido y por haber. El 'Piove, porco Goberno', se ha quedado en nada en comparación con la ofensiva antigubernamental de la España que embiste, en palabras de Antonio Machado.
En los días cercanos a la orden de confinamiento se celebraron en España una gran cantidad de eventos de todo tipo, básicamente deportivos, pero la obsesión de nuestras derechas fue la celebración del 8 de marzo, fecha infausta para los enemigos del feminismo y para quienes todavía creen que la mujer en casa y la pata quebrada.
Ese mismo fin de semana, curiosamente, se celebraba el congreso de Vox, el partido de la extrema derecha de cuyo resultado se produjeron varios afectados por la Covid, pero claro, quien es el guapo que cree que debería haberse suspendido si la manifestación violeta se celebró con enorme éxito.
Todavía un día de estos la arquitecta intrusa, Rocío Monasterio, que es presidenta de Vox por Madrid llegó a afirmar en una entrevista en la cadena 24 horas, con su cinismo habitual, que ojalá alguien les hubiera avisado para impedir que se reuniera tanto patriota junto. Os imaginais que hubiera pasado si la autoridad competente les hubiera prohibido el congreso a los rojigualdos?. Pues yo también pienso lo mismo.
Desde determinados sectores de la derecha cerril y del colectivo de estúpidos que rebuznan a sus órdenes, se ha decidido llevar a cabo lo que se llama el contagio ideológico, que significa que hay diversas maneras de transmitir la enfermedad, pero solo lo consigue aquella que viene precedida de una posición de izquierdas.
Por eso se odia tanto a Fernando Simón y a quienes saben algo de virología y son expertos en este tipo de males; porque les obliga a cambiar el rumbo de su pensamiento y les rompe los esquemas sobre quién y cómo se contrae la enfermedad.
El confinamiento impidió que los inmigrantes ilegales, que tanto rechazan nuestros neofranquistas de nuevo cuño les limpiaran el culo y la casa a los ricos del barrio de Salamanca y esa circunstancia enfadó a los cayetanos que sacaron sus cacerolas a la calle para reclamar sus privilegios de siempre.
Pero estas concentraciones, sin guardar la distancia de seguridad, pero con la mala baba de los quintacolumnistas contra el Gobierno, no fueron el origen de ningún contagio, contrariamente a los que salían a la calle a comprar alimentos les increpaban y les echaban la culpa de la pandemia. Bueno a ellos y a los socialcomunistas.
Ahora ha llegado la segunda ola de la enfermedad, sin que haya habido un 8-M que les sirva de excusa, pero las bondades de la economía que permiten que los autobuses, trenes y metros vayan repletos no son fuente de contagio para los que quieren ganar dinero a toda costa, mientras los curritos arriesgan porque ellos pueden permitirse quedarse en su chalé y teletrabajar.
Escribí varias veces que la codicia empresarial y el odio de PP y Vox al Gobierno influyeron en la desescalada y parece que estoy en lo cierto, según los informes de importantes sociedades científicas. Alguien tiene la intención de cambiar de estrategia? Claro que no.
Resulta que ahora quienes consideran que la pandemia hay que combatirla expulsando a Unidas Podemos y al PSOE del Gobierno han levantado la bandera de Madrid y defendido la movilidad de sus habitantes, pese a que los datos sobre la evolución del virus son cada día más negativos para los madrileños. Y ponen toda la carne en el asador es conseguir que Madrid siga contagiándose para que su presidenta autonómica pueda presumir de ser la Agustina de Aragón contra la izquierda bolivariana. Si no fuera tan patético y hubiera tantas muertes, sería para hacernos unas risas en la calle Núñez de Balboa.

DdA, XVI/4625

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