Estos días atrás se ha dado a conocer en los medios de comunicación un informe de Save The Children según el cual el
acceso a la pornografía por parte de los niños se sitúa a la edad de doce años
y en las niñas a la de trece, gracias al teléfono móvil, con un nueve por
ciento de casos en el que ese acceso se realiza incluso antes de los diez años.
Si se tiene en cuenta que a cualquiera de esas edades se está
en periodo de formación mental, intelectual y sexual, las consecuencias de ese
material pornográfico en el que con reincidencia se maneja un tratamiento de la
sexualidad de carácter machista y violento contra la mujer, podrían ser muy
graves para el devenir de esas jóvenes generaciones, como por otra parte ya se
está haciendo notar de manera notable en las letras de cierto tipo de música de
consumo habitual y masivo entre los adolescentes.
A esas edades se descubre la sexualidad y se conforma el
deseo, por lo que deberíamos preocuparnos muy mucho de que el 82 por ciento de
los chicos hagan uso de la pornografía
mientras que entre las chicas la cifra desciende hasta el 40, con carácter
diario en el primer caso y semanal o mensualmente en el segundo. (Des) información sexual: pornografía y
adolescencia).
A medida que tenemos conocimiento de estos datos y de su
creciente incidencia en una franja de edad cada vez menor en una sociedad muy
distinta a la que generó por la fuerza la dictadura, con un represión sexual
más que rigurosa bajo la férula de la iglesia nacional-católica, echo de menos
la prédica de nuestros respetables monseñores y clérigos en general, que tan
activos se muestran cuando la política gubernamental no responde a sus
intereses.
Si en aquel ominoso pasado de penitencias y confesionarios se mostró tan severo el clero con los llamados pecados de la carne y los pensamientos impuros -sobre todo en las tiernas edades de la niñez y adolescencia-, ¿por qué ahora la obispalía hispánica no muestra el mismo celo y pasa por alto informes de tanta gravedad como el de Save The Children?
Echo de menos sobre todo en esta materia al arzobispo de la
diócesis de San Sebastián (Donostia), que de seguro hubiera formado parte
durante la dictadura de quienes nos aterraban con las llamas del infierno por
caer en la abominable tentación del llamado pecado solitario, pues para este prelado la masturbación
sigue siendo al día de hoy una agresión contra el propio cuerpo, según su literal expresión. Hay quien aduce, a modo de oportuna guasa, que para esto último es
preciso portar anillo episcopal.
*Artículo escrito para La última hora.
DdA, XVI/4624
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