viernes, 14 de agosto de 2020

LA POLICÍA PATRIÓTICA NO NACIÓ CON VILLAREJO


Vicente Bernaldo de Quirós

   La policía patriótica no nació con el comisario Villarejo y no morirá con él. El antiguo policía que se tapa su rostro con una gorra y una cartera que se echa a la cara en una de las fotos más icónicas de este hombre es solamente un mercenario más que circula por las cloacas del Estado con la misma seguridad que las ratas en una alcantarilla y que vive en ellas como Pedro por su casa.
   Si nos retrotraemos a muchísimos años antes, ya comprobaremos que las policías patrióticas o un nombre muy similar ya existían en tiempos de Alfonso XII, la Dictadura de Primo de Rivera o, incluso en la II República. Se trata de grupos de individuos de apenas escrúpulos que bordean las leyes para defender los intereses de su señor o de su casta y de paso llevarse crudo un buen dinero en comisiones o en trampas hechas a la normativa y a los presupuestos.
 Ya antes de Billy el Niño se ocuparon de esta parcela de enmierdar la vida de los ciudadanos tipos como Roberto Conesa, Melitón Manzanas o José Amedo. Gente poco digna pero que el Estado precisaba para cubrir sus agujeros y para cometer los crímenes que en su nombre no se podrían realizar.
   No solo hubo y hay agentes policiales en la policía patriótica. También hay jueces, confidentes, periodistas, guardias civiles (de hecho el cuartel de Intxaurrodo con Galindo al frente era un piso franco de estos canallas). Los miserables que retuercen la ley y los reglamentos para sacar partida de ellos en beneficio de los más despreciables de nuestros dirigentes políticos a los que les hacen la ola en busca de unas propinas suculentas para seguir conspirando contra la verdadera democracia están en todos los saraos en los que se defiendan los bajos fondos de la Historia.
   Ya en tiempos del Santo Oficio, la policía patriótica ocupaba los principales puestos de la Inquisición para reprimir con más ahínco que el propio Papa, a quienes no mostraban total afección por los poderes de la Iglesia y llevarles todas sus propiedades a inmatricular en sus bolsas de ganancias.
   Ahora son la nueva Inquisición. Los que deciden con sus trampas y sus enredos quienes pueden gozar de la justicia verdadera y quienes no. Les bastan tres indicios y un periódico asilvestrado (ya sea digital o en papel) para poner en marcha una sarta de calumnias que tienen el aval de los que solo pretenden aumentar sus beneficios y sus intereses políticos.
   Contra lo que podría parecer el ex ministro Jorge Fernández Díaz no es el inventor de la policía patriótica (a lo mejor le dio el nombre) porque las cloacas del Estado están repletas de gente sin alma,  que está dispuesta a cualquier cosa para ser (o parecer) importante. Fernández Díaz es, claro está, un verdadero miserable que aprovechó su fanatismo religioso para medrar, pero no pudo inventar nada, porque las ratas de alcantarilla ya se habían descubierto.  

        DdA, XVI/4584           

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