Más de cuatrocientas fosas (402) están
registradas en Asturias, con un total de 27.000 víctimas de la guerra y la
dictadura. Transcurridos casi trece años desde la aprobación de la timorata e
insuficiente Ley de Memoria Histórica, una representante del Gobierno de
Asturias afirma que reclamar los restos de los seres queridos no es reabrir
heridas sino intentar cerrarlas.
Muy de lamentar que hayan tenido que pasar
casi tres lustros, con el fallecimiento en este periodo de muchos de los descendientes de esas
víctimas, para que la consejera de Presidencia de aquella comunidad, Rita Camblor,
haya expresado lo que todo ser bien nacido tiene muy claro desde que la humanidad
entierra con dignidad a sus muertos.
Por fin, la Dirección General de Memoria
Democrática pondrá en marcha los estudios preliminares necesarios para la
detección de los restos humanos existentes en las fosas de Asturias. Una vez realizado el estudio y se ponga en marcha un convenio con el Gobierno central, se podrán empezar a practicar las exhumaciones correspondientes y los análisis de ADN. Como acto simbólico previo, Camblor se entrevistó ayer con la mujer que ha
mantenido a lo largo de todos estos años una lucha incansable por hallar los
huesos de sus padres, maestros republicanos asesinados en la localidad de
Besullo al comienzo de la guerra incivil.
Hilda Farfante (Cangas del Narcea,
1931) no ha cejado en ese propósito, dando voz alta y clara -pese a su avanzada edad- a las justas
reclamaciones de todos cuantos aspiran a la reinhumación con dignidad e identidad de sus familiares, asesinados por el fascismo, como ocurrió con Ceferino Farfante
y Balbina Gayo.
Se cree que la fosa en la que fueron enterrados los dos
maestros de Besullo, localidad natal del dramaturgo Alejandro Casona y activo
integrante de las Misiones Pedagógicas republicanas, se encuentra extramuros
del cementerio de Vega de Rengos o en la Fosa de Bimeda. No muy lejos,
en el primer caso, del Parque Natural de Muniellos, un lugar muy especial para
quien esto firma. Sobre todo porque cuando circulaba hace algunos años en bicicleta muy de mañana
por la carretera que desde Cangas lleva al parque, más de una vez pensé en que
aquel, como tantos otros, fue un territorio donde muchas vidas acabaron en las
cunetas.
Entre ellas no podían faltar las de dos
maestros que lucharon contra la ignorancia y la incultura, dejando como testimonio de su integridad humana la voz de su hija Hilda repitiendo hasta ser escuchada finalmente los versos de Marisa Peña:
Mientras me quede voz/ hablaré de mis muertos,/ tan quietos, tan callados,/tan molestos./ Mientras me quede voz/ hablaré de sus sueños,/ de todas las traiciones,/ de todos los silencios,/ de los huesos sin nombre/ esperando el regreso,/ de su entrega absoluta,/ de su dolor de invierno./ Mientras me quede voz/ no han de callar mis muertos.
DdA, XVI/4588
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