martes, 11 de agosto de 2020

EL MINISTRO GRANDE MARLASKA DEBE IRSE


Félix Población

Coincidiendo con el oscuro y trágico mar de fondo de una pandemia, han venido ocurriendo y ocurren en este país casos muy significativos que ponen en cuestión la gestión del ministro Grande Marlaska al frente del departamento de Interior. Primero fueron las concentraciones que tuvieron lugar el pasado mes de mayo en el barrio de Salamanca de Madrid, vulnerando las restricciones impuestas por el estado de alarma. Quedó constancia entonces no solo de la pasividad de la policía de Marlaska para disolver esas manifestaciones, tal como requirió hasta el propio alcalde de Madrid, sino de la condescendencia de los agentes para con quienes rompían de modo tan vil como temerario las normas impuestas por el Gobierno. 

De ese mismo mes de mayo procede la iniciativa puesta en práctica por una caterva de desalmados, adscritos  o próximos asimismo al partido de la extrema derecha, de apostarse ante el chalé en el que residen el vicepresidente segundo del Gobierno y la ministra de Igualdad, prorrumpiendo en gritos y todo tipo de ruidosas molestias para la familia Iglesias Montero, vulnerando incluso su vida privada con fotografías y vídeos del interior de la vivienda. Como no creo que eso mismo pudiera darse ante la residencia del ministro Grande Marlaska, cabe preguntarse a qué espera el titular de Interior para cumplir con su cometido.

Frente a la actitud de los agentes del orden en estos dos casos, es de resaltar la que tuvieron el pasado domingo al reprimir violentamente una manifestación celebrada en Madrid contra la monarquía borbónica, para la que se requirieron los permisos correspondientes. La actuación violenta de la policía contra uno de los manifestantes hubiera podido desembocar en un desenlace fatal, por ser una persona de cierta edad y con problemas cardíacos. Si contrastamos las imágenes de esta actuación con las de la calle Nuñez de Balboa de Madrid, podríamos sacar algunas consecuencias que afectan a la gestión del ministro.

“Los guardias civiles y policías nacionales de base reciben órdenes para actuar o para no actuar, y esas órdenes pueden ser más o menos claras; no me explico cómo, después de tres meses, todavía hay gente allí, molestando a un vicepresidente y a una ministra en su domicilio”, explican fuentes de las  Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado consultadas por La última hora.


Esas mismas fuentes aseguran que los organizadores de las protestas ante el domicilio de Pablo Iglesias e Irene Montero se están cachondeando de la Guardia Civil "porque las órdenes recibidas por los guardias civiles de base ni están por escrito ni son claras, y no lo son porque los mandos son conservadores, de derecha o de ultraderecha, y eso hace que meterse con alguien de izquierdas y meterse con alguien de Podemos, incluso aunque esté en el Gobierno, sea mucho más fácil que meterse con alguien de Vox, del PP o incluso del PSOE; es tan fácil que saben que no les va a pasar nada”, añaden. Y es que “una orden, desde que sale del despacho del Ministerio del Interior hasta que llega al guardia civil o al policía nacional de base, pasa por unos cuantos despachos más, y por eso a veces llega distorsionada o simplemente no llega”.


En ningún otro Gobierno de los de nuestro entorno se entendería que un ministro del Interior permitiera durante tres meses lo que está ocurriendo ante la residencia de dos miembros de ese mismo Gobierno, a menos que, como quizá ocurra con Grande Marlaska, su falta de determinación para actuar como correspondería ante tan prolongado acoso obedeciera a lo que esas fuentes dejan entrever. En este caso le debería tocar al presidente Pedro Sánchez decidir el cese de su ministro. Es de lo que estaríamos hablando si el domingo hubiera ocurrido una desgracia irreparable en la manifestación republicana.



Así se redujo a un ciudadano sexagenario con problemas cardíacos, al que se le retuvo 14 horas en comisaría. 

LAS CODAS DE FÉLIX MARAÑA
Marlasca en Argel y Sánchez en el Limbo

El ministro de interior fue a Argel a decir que él controla el viaje del campechano, "expatriado punitivo", que paga la factura, que paga el sueldo a la flota de seguridad, que controla perfectamente todo, pero que no sabe dónde se encuentra el campechano y no piensa decirle a Pedro Sánchez que no piensa decirle dónde está el campechano por nada del mundo. El ministro de Interior es tonto y muy poco de fiar, que fue la gran derecha española quien le aupó en la carrera judicial. Y el presidente del gobierno de España es aún más tonto, porque cree que los españoles somos tontos.

     DdA, XVI/4581    

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