Es
inevitable, después de haber visto 'El oficial y el rey', la extraordinaria
película de Roman Polansky sobre el 'caso Dreyfus', preguntarse qué otras
injusticias se están cometiendo ahora en el siglo XXI contra personajes que
forman parte del sector más despreciado de la sociedad por los poderes
hegemónicos.
Y nos
viene a la mente, sin necesidad de muchos aspavientos, la figura de Julian
Assange, el periodista australiano fundador de Wikileaks, que purga cárcel
preventiva en Reino Unido, a la espera de ser extraditado a Estados Unidos,
solo porque, aparándose en la libertad de expresión, dio a conocer a todo el
mundo las trampas, las mentiras y los artilugios de la diplomacia estadounidense
para engañar a todos los ciudadanos de este mundo y a los propios aliados de
los servicios secretos yanquies.
Gracias
a Assange, conocimos que el espionaje USA secuestraba a ciudadanos de países
islámicos sin pruebas ni indicios de ningún tipo y los enviaba a cárceles bajo
control de la CIA en aviones que tenían licencia para aterrizar en cualquier
parte del mundo. Y pobres de los países que se negaran a colaborar en los
crímenes. Y no digamos nada de las veces en las que la tortura acababa con la
vida de los detenidos y eran arrojados al ancho mar.
Gracias
a los reporters de Wikileaks nos enteremos de las miserias de muchos países que
bajo manga se libraban de sus ciudadanos a cambio de una suculenta renta y de
comisiones multimillonarias, como si se tratara del propio rey emérito.
Gracias
a esta labor fundamental de transparencia y de periodismo comprometido,
conocimos que los países se comportan como chacales en sus relaciones con otras
naciones y prefieren vivir arrodillados por el yugo de las superpotencias que
morir de pie en defensa de su dignidad.
Así lo
entendió el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, que dio asilo a
Assange en su embajada en Londres y le mantuvo en ella contra viento y marea a
pesar de las presiones de las supuestas grandes democracias y de las patadas en
la espinilla de los servicios de espionaje, a lo que le habían cogido con el
carrito del helado las informaciones de Wikileaks.
Mientras
Assange estaba rodeado en la delegación ecuatoriana y los agentes policiales de
Gran Bretaña, con el apoyo logístico de los incompetentes espías de los USA, el
periodista australiano no tuvo ni un minuto de descanso, con todos los
servicios de información tratando de capturarlo. Pero, aún tenía efecto la
máxima diplomática de que una embajada forma parte del suelo del país que la
asiste bajo su bandera y las cuatro paredes de esa legación en Londres fueron
una cárcel dorada para Jualian Assange.
Cuando
Correa dejó el poder y lo sustituyó su candidato Lenín Moreno, las cosas
cambiaron claramente y el traidor presidente ecuatoriano lo entregó a las
autoridades británicas, negando el proverbial derecho al asilo y balbuceando
diversas excusas de mal leguleyo, entre otras que el fundador de Wikileaks era
ya un peligro para los intereses de Ecuador. Que el tullido dirigente de Quito
cobrara o no por la entrega a Roma de este nuevo Viriato no está documentado. O
si recibió alguna prebenda por parte de los padres de la opacidad informativa.
Lo cierto es que el papel de Moreno se desprestigió como el de cualquier
corrupto traidor.
Una vez
que se entregó a Assange a las cárceles británicas, donde enfermo y con
problemas de supervivencia, está a la espera de la extradición a Washington,
desaparecieron toda una serie de denuncias infames orquestadas desde Suecia
sobre presuntos casos de agresión sexual y se limitó todo a defender la
sacrosanta seguridad de los capos del espionaje occidental.
Por eso
Assange es el nuevo Dreyfus. Si el capitán francés era odiado por su condición
racial y religiosa, como sucedía en toda Europa en aquellos años por mor de la
desconfianza de los más ignorantes hacia el poder de los judíos, el periodista
australiano es la víctima de la inferioridad democrática de los países
capitalistas hacia quienes consideran que la transparencia es la bandera
fundamental de la libertad de expresión. Por eso, la excarcelación de Assange
es el objetivo básico para una sociedad mucho más libre. No a la extradicción a
la mezquina USA como parte prioritaria de un mundo más justo y necesario, es el
lema prioritario ahora.
DdA, XVI/4581
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