martes, 11 de agosto de 2020

ASSANGE ES EL NUEVO DREYFUS

Vicente Bernaldo de Quirós

Es inevitable, después de haber visto 'El oficial y el rey', la extraordinaria película de Roman Polansky sobre el 'caso Dreyfus', preguntarse qué otras injusticias se están cometiendo ahora en el siglo XXI contra personajes que forman parte del sector más despreciado de la sociedad por los poderes hegemónicos.
Y nos viene a la mente, sin necesidad de muchos aspavientos, la figura de Julian Assange, el periodista australiano fundador de Wikileaks, que purga cárcel preventiva en Reino Unido, a la espera de ser extraditado a Estados Unidos, solo porque, aparándose en la libertad de expresión, dio a conocer a todo el mundo las trampas, las mentiras y los artilugios de la diplomacia estadounidense para engañar a todos los ciudadanos de este mundo y a los propios aliados de los servicios secretos yanquies.
Gracias a Assange, conocimos que el espionaje USA secuestraba a ciudadanos de países islámicos sin pruebas ni indicios de ningún tipo y los enviaba a cárceles bajo control de la CIA en aviones que tenían licencia para aterrizar en cualquier parte del mundo. Y pobres de los países que se negaran a colaborar en los crímenes. Y no digamos nada de las veces en las que la tortura acababa con la vida de los detenidos y eran arrojados al ancho mar.
Gracias a los reporters de Wikileaks nos enteremos de las miserias de muchos países que bajo manga se libraban de sus ciudadanos a cambio de una suculenta renta y de comisiones multimillonarias, como si se tratara del propio rey emérito.
Gracias a esta labor fundamental de transparencia y de periodismo comprometido, conocimos que los países se comportan como chacales en sus relaciones con otras naciones y prefieren vivir arrodillados por el yugo de las superpotencias que morir de pie en defensa de su dignidad.
Así lo entendió el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, que dio asilo a Assange en su embajada en Londres y le mantuvo en ella contra viento y marea a pesar de las presiones de las supuestas grandes democracias y de las patadas en la espinilla de los servicios de espionaje, a lo que le habían cogido con el carrito del helado las informaciones de Wikileaks.
Mientras Assange estaba rodeado en la delegación ecuatoriana y los agentes policiales de Gran Bretaña, con el apoyo logístico de los incompetentes espías de los USA, el periodista australiano no tuvo ni un minuto de descanso, con todos los servicios de información tratando de capturarlo. Pero, aún tenía efecto la máxima diplomática de que una embajada forma parte del suelo del país que la asiste bajo su bandera y las cuatro paredes de esa legación en Londres fueron una cárcel dorada para Jualian Assange.
Cuando Correa dejó el poder y lo sustituyó su candidato Lenín Moreno, las cosas cambiaron claramente y el traidor presidente ecuatoriano lo entregó a las autoridades británicas, negando el proverbial derecho al asilo y balbuceando diversas excusas de mal leguleyo, entre otras que el fundador de Wikileaks era ya un peligro para los intereses de Ecuador. Que el tullido dirigente de Quito cobrara o no por la entrega a Roma de este nuevo Viriato no está documentado. O si recibió alguna prebenda por parte de los padres de la opacidad informativa. Lo cierto es que el papel de Moreno se desprestigió como el de cualquier corrupto traidor.
Una vez que se entregó a Assange a las cárceles británicas, donde enfermo y con problemas de supervivencia, está a la espera de la extradición a Washington, desaparecieron toda una serie de denuncias infames orquestadas desde Suecia sobre presuntos casos de agresión sexual y se limitó todo a defender la sacrosanta seguridad de los capos del espionaje occidental.
Por eso Assange es el nuevo Dreyfus. Si el capitán francés era odiado por su condición racial y religiosa, como sucedía en toda Europa en aquellos años por mor de la desconfianza de los más ignorantes hacia el poder de los judíos, el periodista australiano es la víctima de la inferioridad democrática de los países capitalistas hacia quienes consideran que la transparencia es la bandera fundamental de la libertad de expresión. Por eso, la excarcelación de Assange es el objetivo básico para una sociedad mucho más libre. No a la extradicción a la mezquina USA como parte prioritaria de un mundo más justo y necesario, es el lema prioritario ahora.

   DdA, XVI/4581   

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