miércoles, 15 de julio de 2020

SI EL AVE A LA MECA PASÓ POR SUIZA, LA MONARQUÍA DEBE PASAR POR LAS URNAS


Félix Población

Se ha venido haciendo lenguas en los últimos meses del hecho de que en Euskadi la extrema derecha estuviera fuera de las instituciones democráticas. Era en realidad un dato a considerar teniendo en cuenta el recorrido aumentativo que el voto a ese partido ha tenido en el resto de España, a partir de unas elecciones autonómicas en Andalucía que acabaron con la dilatada gobernación del PSOE gracias a la suma de la derecha trina.

Después de los comicios del pasado domingo, Vox tendrá un eurodiputado en el Parlamento del País Vasco y cabe suponer que para ese partido esa circunstancia es de celebrar. Para la democracia española, no. Siempre que la ultraderecha sube en cualquier parte, los riesgos de involución democrática son proporcionales a su ascenso. Y en nuestro país, mucho más.

Coincidiendo con la pandemia de virus de la corona, y como para dar otra versión a la denominación del mismo, se ha sabido -gracias a la prensa extranjera- que el rey emérito que ha sustentado la corona de España durante casi cuarenta años hizo pasar el AVE a La Meca por Suiza -tal como enuncia con elocuente concisión El Roto-, con pingües resultados para su patrimonio personal.

La mayor parte de la prensa de este país no ha dejado de alabar a Juan Carlos I durante su reinado y hoy sabemos  de nuestro ex Jefe del Estado lo suficiente como para sentirnos avergonzados de la inviolabilidad con la que era amparada su real persona. Hace tan solo unos días hemos leído  que para frenar el desgaste institucional de la monarquía y alejarse de las actuaciones del rey emérito, el Gobierno abrirá el debate sobre el fin de la inviolabilidad del monarca, que le exime de cualquier responsabilidad penal por todo lo que haya hecho antes de su abdicación.

Si se observa atentamente el proceder de la derecha extremada y la extrema derecha, sobre todo a partir del conflicto de Cataluña y el discurso de Felipe VI el 3 de octubre de 2017, pareciera que, además de la bandera nacional, ambos partidos pretenden apropiarse de la corona y hacerla suya como garante de sus principios políticos, vinculando la democracia con una institución cuyo desprestigio no ha dejado de crecer en los últimos años y que, puestos a someterla a referéndum, posiblemente fuera derrotada en la urnas, como lo fue en el pasado. Entonces también se pretendió mantener a un Borbón a toda costa, recurriendo incluso a la dictadura (Primo de Rivera), cuando el desgaste de la institución a lo largo de más de medio siglo era más que ostensible. 

Dos reyes se sucedieron entre 1875 y 1931, dos también entre 1975 y nuestros días. Creo que cada vez que un diputado de la extrema derecha gana un escaño, la democracia se debilita, y si esa extrema derecha junto a la derecha extremada hacen al rey suyo y el rey se deja querer por una y otra, debería corresponder al actual Gobierno hacer lo posible para que el referéndum aquel (monarquía o república) que Adolfo Suárez no hizo en su día porque se perdía, se celebrara en un inmediato porvenir. Sobre todo porque yo creo que el resultado sería el de hace más de cuarenta años y la democracia ganaría con ello, entonces y ahora.


23-F
Paco Faraldo
Incluso los que hasta ayer se declaraban juancarlistas convictos ya le han quitado al emérito el adjetivo de presunto y se apresuran a explicar que su adhesión al Borbón se refería tan sólo “al papel que jugó en defensa del orden constitucional en momentos históricos para nuestra patria”. Menuda banda de traidorzuelos. De todos modos, esperemos que la caída estruendosa del rey caco permita por fin que salga a la luz la ingente cantidad de documentos referidos al 23 F que continúan sin acceso público. Si ya había suficientes zonas oscuras sobre el papel del emérito durante aquel intento de golpe de estado, ahora todavía es más difícil creer en que un personaje de tal catadura se hubiera movido, según pasaban las horas, por otras razones que no fueran las que le vinieran mejor para su supervivencia. Eso, siendo benévolos y admitiendo que no estuviera implicado en los preparativos de la carnavalada. La historia reciente de este país estará incompleta o falseada mientras consintamos la permanencia de esta nebulosa que, entre otras cosas, no permite rastrear la conducta de Juan Carlos durante las horas decisivas del 23 de febrero de 1981. Ahora es el momento.

           DdA, XVI/4560          

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