Los ciudadanos
gallegos y vascos han hablado de forma contundente. En ambos territorios han
subido dos formaciones que, siendo independentistas, han hecho campaña desde lo social con la intención de comerse al
electorado de Unidas Podemos, que ha sufrido, hasta desaparecer del Parlamento
gallego, la no construcción de estructuras
territoriales y una estrategia, modos y formas
políticas muy vinculadas a la M30.
Como mayor
urgencia, a la formación morada le urge hablar todos los acentos
y lenguas de España para lograr implantación territorial
y obtener resultados electorales que también le permitan influir en la política
autonómica y municipal. Del mismo modo que a Podemos, a España también le
urge un impulso federalista y republicano que permita mirar de tú a la degradación de la monarquía y a la
pulsión federalista que se da en las nacionalidades
históricas, que todas juntas suman el 40% de la
población española, aunque el centralismo convierta en noticia nacional un
eructo del alcalde de Madrid.
En las
nacionalidades históricas incluyo a Andalucía, Cataluña, Galicia y País Vasco,
las que tienen ese rango constitucional, pero si extendemos la definición a comunidades autónomas con existencia
de realidades nacionales y partidos territoriales en sus hemiciclos, la lista
aumenta: Valencia, Canarias, Baleares, Aragón. Más de 30 millones de habitantes, dos terceras partes de la población española, vivimos en la periferia
de Madrid. Sin embargo, las estrategias políticas
de la izquierda, no sólo Podemos, siguen siendo madrileñas. Lo
realmente minoritario en España es Madrid.
No se trata de
convertir a los madrileños en los enemigos de andaluces, canarios, valencianos
o gallegos. Justamente se trata de evitar eso y sólo se puede evitar desde la
existencia de una formación política progresista que defienda las identidades
periféricas, no desde lo simbólico, que también, sino
sobre todo desde lo material.
Que de
los 10 barrios más pobres de España, todos menos uno sean andaluces no es casualidad y tiene una lectura
social pero también territorial. Que
las ciudades con más paro de España sean todas andaluzas, no es un símbolo, es algo material. Que la
esperanza de vida en un pueblo de Cádiz sea ocho
años menos que en Navarra, se llama pobreza, desigualdad y
retraso relativo en el cuarto Estado con mayor PIB de la
Eurozona.
Que la renta
media anual en Jaén sea de 8.000 euros al año y en Madrid de 28.000 euros o que Madrid acumule la mayoría de ciudades con mayor renta per cápita, tampoco es
casualidad, se debe a una forma de estructurar España desde lo fiscal,
económico y también desde el modelo productivo. No es casualidad tampoco que
las primeras industrias que se deslocalizaron en los 80 y 90 fueran andaluzas, de las pocas
que había, y que la crisis de 2008 haya arrasado con el tejido
productivo valenciano hasta ingresar la Comunidad
Valenciana en la liga de la España pobre.
Tampoco es
casualidad que Granada, Jaén o Córdoba soporten una fuerte desigualdad con respecto a Sevilla o Alicante con
respecto a la provincia de Valencia. El centralismo es de ida y vuelta y sólo una España federal puede evitar que Madrid, por ser capital del país, se quede con el
IVA de lo que se produce en Andalucía y se vende en Valencia. Se habla
mucho de los paraísos fiscales dentro de la UE, pero Madrid funciona, con
respecto a la periferia de España, como un paraíso
fiscal y eso es fruto del modelo
territorial. Por no hablar del sistema ferroviario en regiones periféricas como Extremadura.
Habrá quienes
quieran interpretar que los resultados electorales en Galicia
y Euskadi son fruto de un arranque de
independentismo, pero la realidad, así lo dicen las encuestas, es que en
ninguna de estas dos naciones históricas hay mayoría independentista. Lo que sí
hay es una gran mayoría de ciudadanos disconformes con el Estado
territorial, que es también la organización social, y
han entendido que votar a BNG, Bildu o PNV es la mejor manera de introducir en la agenda estatal su descontento.
Las grandes
hegemonías del PSOE andaluz fueron posible porque era considerado el partido
de Andalucía, lo mismo que le ocurría al PP
valenciano o le pasa al PP
gallego, sin embargo, Podemos sigue siendo visto
como un agente extraño y urbano que es útil votar para las elecciones generales pero no tanto en lo
autonómico o municipal, donde sus candidatos y líderes son auténticos
desconocidos.
Quizás uno de
los grandes errores de Podemos fue no presentarse a las elecciones
municipales de 2015, que hubiera permitido anclarse
a los territorios con su propia marca y evitado el uso
interesado que hicieron muchos arribistas que se arrimaron cuando ser de
Podemos era cool, fácil, sexy y aseguraba cargo público, pero no se trata de mirar
atrás, sino de hacer lo que no se ha hecho.
Descentralizar
significa más democracia, no independencia ni reinos de
taifas. Federalismo y republicanismo son dos vectores de una misma pulsión de cambio que se van a
solidificar en poco tiempo, toda vez que los escándalos
de la monarquía son insoportables e imposibles de
esconder.
La crisis
territorial y de modelo de Estado sólo está
hibernada por la brutal emergencia social, pero sigue ahí, latente, y se ha
expresado de forma indisimulada en cuanto se han abierto las urnas. En pocos
meses habrá elecciones en Cataluña y se volverá a evidenciar que la
minoría en España es Madrid. El PSOE ha hecho cosas muy bien.
Una de ellas es la descentralización de sus estructuras territoriales, lo que
le permite presentarse con solvencia a elecciones municipales y autonómicas.
Igual la nueva política tiene que aprender un poquito de la vieja si quiere ser útil e
influyente más allá de la M30.
La última hora/DdA, XVI/4559
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