martes, 30 de junio de 2020

LA SANTA PACIENCIA DE YOLANDA DÍAZ


Vicente Bernaldo de Quirós

   Tengo mis preferencias para valorar quien es el ministro del Gobierno que mejor ha actuado desde su constitución y creo que la mayoría de los ciudadanos piensa lo mismo. Entiendo que el mejor integrante del Gabinete de Pedro Sánchez es la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que ha tenido que enfrentarse a las consecuencias laborales de una pandemia cruel y también a una caterva de empresarios ambiciosos y egoístas que se han pasado estos meses preguntando por lo suyo.
   Yolanda Diaz no solo ha mostrado una gran sensibilidad por los más desfavorecidos por la crisis, sino que fiel a la máxima de no dejar a nadie atrás puso en marcha el mecanismo de los ertes, dándole una vuelta más solidaria a este medio de flexibilización temporal de empleo y dotándole de los recursos precisos para que todos pudieran afrontar el coronavirus en condiciones de igualdad.
   La medida de la ministra no solo ha significado que todos los trabajadores han podido encarar la situación con garantías, sino que ha puesto a disposición de los ciudadanos todo el dinero posible (de los impuestos de todos, que algunos no lo quieren ver) para solventar los problemas que pudieran presentarse. Empleados fijos o eventuales y autónomos han sido los grandes favorecidos por esta forma de encarar la situación económica, de manera totalmente distinta a la bellaca respuesta que dio la derecha el año 2008.
   Pero lo que más admiro de Yolanda Díaz es su santa paciencia, porque no solo ha tenido que desplegar toda su pedagogía para que los menos inteligentes comprendieran la profundidad de su planteamiento, sino que ha tenido que soportar las miserias de las organizaciones empresariales que han dado la vara y que practicamente exigían que sus bolsillos eran más sagrados que la salud de sus trabajadores.
   Especialmente delicada fue la misión de prorrogar los ertes hasta el 30 de setiembre y las continuas reuniones con los agentes sociales se topaban siempre con el muro infranqueable de la insolidaridad patronal. Afortunadamente, yo no estaba en la mesa de las negociaciones, porque a los dos días, ya hubiera saltado contra el jefe de los empresarios (o especuladores, según casos) y le hubiera cogido de la pechera antes de soplarle un par de ostias por su caprichoso comportamiento con más de 20.000 muertos y sus reclamaciones de subvenciones, flexibilidad laboral y bajada de impuestos.
   Al final, la santa paciencia de la ministra, a la que Job le debe un merecidísimo homenaje improrrogable, consiguió sus frutos y los especuladores (o los empresarios) firmaron su aceptación de las medidas, con más desgana que gloria y menos margen para sus exenciones a la Seguridad Social (y ya me parecen excesivas).
   Esperemos que la ministra siga por ese camino y continúe en la adopción de medidas liberadoras para la clase obrera. También confiemos en que no se achante a las reclamaciones de los poderes fácticos y derogue íntegramente la reforma laboral, tal y como el PSOE y Unidas Podemos pactaron con la izquierda abertzale en el Congreso de los Diputados. Verdaderamente, si Yolanda Díaz no existiera, habría que inventarla.

       DdA, XVI/4544         

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