Lazarillo
Las sesiones parlamentarias están desde hace algunos años más a disposición del personal interesado que nunca gracias a las redes sociales. Quizá por eso son muchos los diputados que alzan la vista desde su escaños buscando la certidumbre de grabación de las cámaras del Congreso. Hay pocos que se resistan a su influjo, sobre todo mientras escuchan al adversarios político. En el teatro es tan importante la actuación hablada como la actuación en la escucha, por eso es conveniente también observar esta reacción en los parlamentarios. Lo habitual en García Egea, cuando escucha las réplicas del vicepresidente segundo del Gobierno, es una ostensible tirantez de labios, como si estuviera a punto de escupir las pepitas de aceituna con las que ganó notoriedad competitiva. También le aflora un rictus de sonrisa entre displicente y chulesca, muy propia de quienes desprecian cuanto ignoran o no cejan en su argumentario de falacias, aunque sea a costa de los miles de ancianos fallecidos en las residencias dependientes de sus gobiernos autonómicos, que siguen con sus políticas privatizadoras de la sanidad.
La diputada Rosa María Medel, por cierto, fue ayer muy convincente rebatiendo a la señora Romero del Partido Popular, haciendo valer los dictámenes de la Organización Mundial de Salud sobre el número de víctimas de la pandemia. Ayer también, alguien debió recomendarle a don Teodoro que distendiera sus curtidos músculos labiales de lanzador de huesos de aceituna debajo de la mascarilla, porque para hueso el que salió con Iglesias, conciso, rotundo y convincente: vayan a los tribunales y pierdan como siempre, don Teodoro, sin que hayan aprendido a hacerlo por más que les ocurra.
DdA, XVI/4539
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