Paco
Faraldo
Oigo
decir a Eudald Carbonell, uno de los sabios responsables de los yacimientos de
Atapuerca, que vamos a perder esta batalla global contra esta u otras pandemias
futuras porque no sabemos enfrentarnos a ellas como especie. Estoy seguro de
que muchos nos identificamos con esa reflexión y la agradecemos pero, al menos
en mi caso, no es suficiente para disminuir el deseo de liarme a hostias con la
parte de la tribu que se empeña en llevarnos al desastre. Luego recordamos los
esfuerzos de nuestros padres para encaminarnos por la senda del pacifismo y las
buenas costumbres, moderamos nuestro ímpetu asesino y nos limitamos a mirar
desde la ventana las playas repletas y los botellones iniciáticos donde los
indígenas manifiestan su alegría porque el fin de los tiempos está próximo. En
esas confusa mezcolanza de los cuerpos, Eros y Tánatos se afirman una vez más
como las dos fuerzas que determinan el comportamiento humano. El abrazo
cordial, el beso, la expresión del deseo en cualquiera de sus múltiples
manifestaciones puede llevar directamente en este caso a la enfermedad o a la
muerte; sin embargo, a juzgar por el jolgorio, el personal se inclina
decididamente por la opción tanática -es decir, por favorecer el suicidio
colectivo- y ha entrado en una fase en la que la dicha que nos proporciona la
sensación de irresponsabilidad -pregúntenselo, si no, al Emérito- se impone a
todo lo demás.
Qué
razón tienes, Eudald.
DdA, XVI/4540
No hay comentarios:
Publicar un comentario