miércoles, 3 de junio de 2020

ISABEL DE LOS ÁNGELES RUANO HABITA LA POESÍA


‘Eres un niño, un ángel, un poeta. Tienes un destino. Y has venido a decir algo’. León Felipe.

Toni Álvaro

Hoy cumple 75 años Isabel de los Ángeles Ruano. Dicen las malas lenguas que anda loca por las calles de Ciudad de Guatemala desde hace décadas. Trastorno mental, dicen otras más pulcras. Las malas lenguas son muy de lustrar zapatos y posaderas. Y a fin de cuentas, la poesía es algo que trastorna.
'Nosotros, los del viento,
los que llevamos versos incrustados
al centro del timón de nuestra sangre.
Nosotros, los portadores de enredaderas turbias
nacidas en lo incierto de la raza.
Sí, los que llevamos el destino broquelado
más allá del color de nuestro sexo,
más allá de las voces de la herencia,
más allá del dolor de nuestro grito.
Sí, iremos cantando, cantando,
como si germinaran las palabras
y no fuera prestado nuestro aliento;
como si en verdad la luz nos recubriera
y no tocara la muerte a nuestra puerta.
Desde el corazón al alma
nos vemos royendo nuestras propias ansias,
nosotros, los seres de la tarde aniquilada,
los del perdido otoño, los del viento,
los que llevamos nuestra vida
más atada a los cielos que a la tierra
y que vamos cantando, desde siempre, cantando'.
Pasó unos años de infancia en México y de regreso a Guatemala pasó por escuelas de Jutiapa y Chiquimula, graduándose de maestra de educación primaria urbana en el Instituto Normal de Señoritas de Oriente. Y nuevo viaje a México para publicar su primer libro de poemas.
'Hoy he visto un cementerio vacío,
solo un niño
correteaba sobre las tinieblas,
corría huyendo de los asesinos
y quería atrapar una mariposa.
Entonces me dolió tener la voz
de los desterrados,
me dolió que no me dejaran gritar,
me dolieron las víctimas, la carne torturada,
me dolió la miseria.
Lloré sobre las flores, entre los muertos,
bajo la luz del cielo, entre geranios tristes,
lloré con el gemido de las cocinas deshabitadas,
con el coraje de los desempleados, con la
apagada
linterna de las barriadas escondidas.
Lloré por mis anhelos asesinados,
por esta sorda metralla que ciega,
por no tener donde decir, por no poder hacer,
por el dolor de los que estamos desterrados,
amargamente desterrados, escabulléndonos,
morosos de las tumbas, inquilinos de las criptas
que esperan'.
De vuelta a Ciudad de Guatemala le esperan unos años de oficio periodístico y en el Instituto Normal para Señoritas Centroamérica. A finales de los 80, la neblina impregna el cielo del paladar, algo parece quebrarse en la frente de Isabel. Tras una década apuntalada en los desmanes del coronel Carlos Manuel Arana Osorio y el espinazo del terremoto de 1976, lo raro era permanecer entera. Isabel de los Ángeles Ruano empieza a vestir con ropajes masculinos y a deambular por las calles dedicada a la venta ambulante.
'Vengo de mitos desbaratados
donde se quiebra el tiempo.
Armo en mi ser nuevas estructuras.
necesito el mármol de las viejas creencias
para apoyarme en algo.
Definitiva ha sido mi luz y mi ceguera,
ha sido tajante su alucinada escarcha
y mi intento triste de huir de cualquier dogma.
Así, regreso a buscar el techo de una casa,
el calor de las mentiras conocidas,
el cristal que deforme una visión
con los gastados sueños rosa.
Huí de falacias acreditadas,
me despojé de su facilidad y sus cristales,
y de pronto en la gruta de Platón vi mi silueta
terriblemente deformada'.
Habita la poesía y una casa sin luz ni agua corrientes, que otras corrientes la recorren, y vende por las calles colonias, jabones, dulces, lápices y sus poemas metidos en libros. En 2001, Consejo Asesor para las Letras del Ministerio de Cultura guatemalteco le concedió el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, reconocida como la mayor poeta de su tierra, tierra antigua de nubes y enredaderas.
'Mendigaré
a través de las increíbles ciudades del otoño.
Mendigaré la sal, el agua
y el día venidero.
Mendigaré no importa
porque ahora que provengo de territorios
olvidados
puedo decir con verdad a mis hermanos
me cortaron la lengua y me pusieron marcas al
rojo vivo
pero en nombre de ustedes yo sufrí en el
silencio.
Mendigaré en los parques la luz y los colores
mendigaré la risa de los niños
y el sobresalto y el júbilo de tu corazón.
Y esta tarde en que el llanto entrecruza mi
pecho
sólo puedo decirles en nombre de mis versos
mendigaré, mendigaré para dejar regada la
canción
y hacer que mis palabras sean un arco iris de mi
ser ante ustedes'.
Hoy sigue por las calles del centro histórico de Ciudad de Guatemala, ofreciendo sus versos a quien quiera acariciarlos, y por la tarde vuelve a su casa en la colonia Justo Rufino Barrios, en la Zona 21 de la capital.
'La casa no tiene ni paredes
ni puertas,
pero es mi casa,
como mi caballo sin cascos,
mi caballo sin silla,
como mis sueños agrestes
y la palabra al aire, volandera,
como esta garganta de nardos,
mi garganta.
Vivo en mi casa
y hablo con mi palabra'.
Enferma y con las calles desoladas por la Covid-19, sin ingresos, algunos vecinos han organizado colectas y donaciones para hacerle llegar víveres y los medicamentos que necesita después de tantos años de alimentarnos y curarnos.
'Ahora solo tengo mi canción,
mi canto desnudo,
la fiebre.
Partiré de la vida como de un lugar cualquiera.
Transmigraré. Seré polen o gusano,
seré cualquier cosa, menos yo.
Dejaré la morada de las cavilaciones
y ascenderé a la yerma quietud de los silencios'.


                          DdA, XVI/4517                            

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