‘Eres un
niño, un ángel, un poeta. Tienes un destino. Y has venido a decir algo’. León
Felipe.
Toni Álvaro
Hoy cumple 75 años Isabel de los Ángeles Ruano. Dicen las malas lenguas que
anda loca por las calles de Ciudad de Guatemala desde hace décadas. Trastorno
mental, dicen otras más pulcras. Las malas lenguas son muy de lustrar zapatos y
posaderas. Y a fin de cuentas, la poesía es algo que trastorna.
'Nosotros,
los del viento,
los que
llevamos versos incrustados
al centro
del timón de nuestra sangre.
Nosotros,
los portadores de enredaderas turbias
nacidas en
lo incierto de la raza.
Sí, los que
llevamos el destino broquelado
más allá del
color de nuestro sexo,
más allá de
las voces de la herencia,
más allá del
dolor de nuestro grito.
Sí, iremos
cantando, cantando,
como si
germinaran las palabras
y no fuera
prestado nuestro aliento;
como si en
verdad la luz nos recubriera
y no tocara
la muerte a nuestra puerta.
Desde el
corazón al alma
nos vemos
royendo nuestras propias ansias,
nosotros,
los seres de la tarde aniquilada,
los del
perdido otoño, los del viento,
los que
llevamos nuestra vida
más atada a
los cielos que a la tierra
y que vamos
cantando, desde siempre, cantando'.
Pasó unos
años de infancia en México y de regreso a Guatemala pasó por escuelas de
Jutiapa y Chiquimula, graduándose de maestra de educación primaria urbana en el
Instituto Normal de Señoritas de Oriente. Y nuevo viaje a México para publicar
su primer libro de poemas.
'Hoy he
visto un cementerio vacío,
solo un niño
correteaba
sobre las tinieblas,
corría
huyendo de los asesinos
y quería
atrapar una mariposa.
Entonces me
dolió tener la voz
de los
desterrados,
me dolió que
no me dejaran gritar,
me dolieron
las víctimas, la carne torturada,
me dolió la
miseria.
Lloré sobre
las flores, entre los muertos,
bajo la luz
del cielo, entre geranios tristes,
lloré con el
gemido de las cocinas deshabitadas,
con el
coraje de los desempleados, con la
apagada
linterna de
las barriadas escondidas.
Lloré por
mis anhelos asesinados,
por esta
sorda metralla que ciega,
por no tener
donde decir, por no poder hacer,
por el dolor
de los que estamos desterrados,
amargamente
desterrados, escabulléndonos,
morosos de
las tumbas, inquilinos de las criptas
que
esperan'.
De vuelta a
Ciudad de Guatemala le esperan unos años de oficio periodístico y en el
Instituto Normal para Señoritas Centroamérica. A finales de los 80, la neblina
impregna el cielo del paladar, algo parece quebrarse en la frente de Isabel.
Tras una década apuntalada en los desmanes del coronel Carlos Manuel Arana
Osorio y el espinazo del terremoto de 1976, lo raro era permanecer entera.
Isabel de los Ángeles Ruano empieza a vestir con ropajes masculinos y a
deambular por las calles dedicada a la venta ambulante.
'Vengo de
mitos desbaratados
donde se
quiebra el tiempo.
Armo en mi
ser nuevas estructuras.
necesito el
mármol de las viejas creencias
para apoyarme
en algo.
Definitiva
ha sido mi luz y mi ceguera,
ha sido
tajante su alucinada escarcha
y mi intento
triste de huir de cualquier dogma.
Así, regreso
a buscar el techo de una casa,
el calor de
las mentiras conocidas,
el cristal
que deforme una visión
con los
gastados sueños rosa.
Huí de
falacias acreditadas,
me despojé
de su facilidad y sus cristales,
y de pronto
en la gruta de Platón vi mi silueta
terriblemente
deformada'.
Habita la
poesía y una casa sin luz ni agua corrientes, que otras corrientes la recorren,
y vende por las calles colonias, jabones, dulces, lápices y sus poemas metidos
en libros. En 2001, Consejo Asesor para las Letras del Ministerio de Cultura
guatemalteco le concedió el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel
Asturias, reconocida como la mayor poeta de su tierra, tierra antigua de nubes
y enredaderas.
'Mendigaré
a través de
las increíbles ciudades del otoño.
Mendigaré la
sal, el agua
y el día
venidero.
Mendigaré no
importa
porque ahora
que provengo de territorios
olvidados
puedo decir
con verdad a mis hermanos
me cortaron
la lengua y me pusieron marcas al
rojo vivo
pero en
nombre de ustedes yo sufrí en el
silencio.
Mendigaré en
los parques la luz y los colores
mendigaré la
risa de los niños
y el
sobresalto y el júbilo de tu corazón.
Y esta tarde
en que el llanto entrecruza mi
pecho
sólo puedo
decirles en nombre de mis versos
mendigaré,
mendigaré para dejar regada la
canción
y hacer que
mis palabras sean un arco iris de mi
ser ante
ustedes'.
Hoy sigue
por las calles del centro histórico de Ciudad de Guatemala, ofreciendo sus
versos a quien quiera acariciarlos, y por la tarde vuelve a su casa en la
colonia Justo Rufino Barrios, en la Zona 21 de la capital.
'La casa no
tiene ni paredes
ni puertas,
pero es mi
casa,
como mi
caballo sin cascos,
mi caballo
sin silla,
como mis
sueños agrestes
y la palabra
al aire, volandera,
como esta
garganta de nardos,
mi garganta.
Vivo en mi
casa
y hablo con
mi palabra'.
Enferma y
con las calles desoladas por la Covid-19, sin ingresos, algunos vecinos han
organizado colectas y donaciones para hacerle llegar víveres y los medicamentos
que necesita después de tantos años de alimentarnos y curarnos.
'Ahora solo
tengo mi canción,
mi canto
desnudo,
la fiebre.
Partiré de
la vida como de un lugar cualquiera.
Transmigraré.
Seré polen o gusano,
seré
cualquier cosa, menos yo.
Dejaré la
morada de las cavilaciones
y ascenderé
a la yerma quietud de los silencios'.
DdA, XVI/4517
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