'Odio la hipocresía de la clase media argentina a la que pertenezco. Fue cómplice intelectual del golpe y mantuvo un pacto de silencio durante décadas'.
Hace cinco años moría Elsa Sánchez de Oesterheld. Murió en su cama, mientras dormía, en paz. Su sonrisa y su ternura fueron sus únicas armas contra la dictadura militar y el atroz dolor que dejaron los militares argentinos como legado histórico. No es fácil, apenas imaginable, mantener la entereza cuando te despojan de tus cuatro hijas, tu marido, dos yernos y dos nietos a los que nunca llegarás a conocer.
Elsa conoció a Héctor Oesterheld en la Universidad, cuando él estudiaba geología y escribía libros de divulgación científica para escolares. Héctor era de buena familia, políglota, con una vasta cultura, y uno de los más grandes narradores de historietas que puedan leerse, creador de personajes como el Sargento Kirk, Ernie Pike o esa pieza magna que es El Eternauta. Elsa y Héctor se casaron en 1947 y entre 1952 y 1958 nacían Estela, Diana, Beatriz y Marina. Las cuatro acabarían formando parte de Montoneros. Su padre, un hombre pacífico y que frecuentó los círculos libertarios del exilio republicano español, las seguiría. Elsa Sánchez nunca lo comprendió, entendía las razones de su lucha, pero repudiaba el uso de la violencia.
Tras el golpe militar la familia Oesterheld Sánchez pasa a la clandestinidad, a excepción de Elsa Sánchez, que trabaja en Banco de Galicia. Elsa mantiene encuentros con su hija Beatriz, 19 años, que quería ser médico rural. Los militares seguramente tienen vigilada a Elsa, ya que el 19 de junio, poco después de uno de esos encuentros entre madre e hija, Beatriz desaparece. Elsa inicia un peregrinaje entre militares, religiosos, jueces y amigos bien situados. Todos le dan la espalda. Al final la llaman de la comisaría de su barrio. Beatriz es una de los cuatro jóvenes de entre 17 y 19 años que han sido llevados a un descampado y ametrallados. Es la única hija a la que podrá enterrar.
'Por favor, hijita querida, no dejes de escribirme, que nunca tengas que preguntar dónde está tu hijo, que es más horrible que la muerte', le escribe a su hija mayor, Estela, dos días antes de conocer la muerte de Beatriz.
El 7 de agosto de 1976 es secuestrada Diana, de 23 años y embarazada de seis meses. La secuestran en San Miguel de Tucumán junto a su hijo de 1 año, Fernando. Los abuelos paternos del niño conseguirán recuperarlo. Diana es internada en Campo de Mayo y una vez da a luz, es desaparecida. Su marido, Raúl Araldi, es asesinado en 1977 en la jefatura de policía de Tucumán y su cuerpo desaparecido.
La hermana pequeña, Marina, de 20 años, es secuestrada y desaparecida en noviembre de 1977. Estaba embarazada de ocho meses.
Los militares localizan el 14 de diciembre de 1977 la casa en la que se esconde Estela Oesterheld con su compañero Raúl Mórtola y el hijo de ambos, Martín, de 3 años, al que cuidan los propietarios de la casa. Los militares entran en la casa, detienen a los propietarios, se llevan al niño y esperan a Estela y Raúl. Cuando llegan los acribillan a balazos y desaparecen los cuerpos.
En este punto se produce lo más parecido a un resquicio de luz en la noche más oscura. El pequeño Martín es llevado a la cárcel donde tienen detenido a su abuelo Héctor. Héctor Oesterheld le ruega al jefe del operativo que lleve al niño con su abuela Elsa. El procedimiento habitual es llevar el niño al hospicio para su adopción ilegal, pero al parecer el militar es un gran admirador de la obra de Héctor Oesterheld e incumple el procedimiento para entregar el niño a su abuela.
Martín se convierte en la gran razón para vivir y luchar de Elsa Sánchez, que no volverá a tener noticias de su marido hasta muchos años después gracias a diversos testimonios de compañeros de cautiverio.
Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977, cuando tenía 58 años, y pasó por varios centros de detención y tortura. Le proponen un trato: escribir el guión para una historieta promocional del Proceso de Reorganización Nacional que encabeza la Junta Militar. Oesterheld se niega. Los militares le mostrarán las fotos de sus hijas asesinadas y lo dejan unos días agonizando en ese dolor. A principios de 1978, probablemente, su cuerpo fue arrojado al mar desde un avión.
El odio nunca nubló la esperanza de Elsa Sánchez de Oesterheld de conseguir un mundo mejor, aquél por el que murieron sus cuatro hijas, manteniendo el recuerdo de una juventud masacrada tanto en Abuelas de Plaza de Mayo como en Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (HIJOS). 'Nadie sabe cómo esa mujer, pequeña de tamaño, fue tan grande contra todo lo que le hicieron los verdugos. Elsa sobrevivió a todo eso, pisando imposibles, luchando siempre por justicia'. Y en ese pisar imposibles hizo de este tiempo un mundo mejor.
DdA, XVI/4537
2 comentarios:
Muy buena historia, muy bien contada.
Es difícil comprender cómo pudo seguir viviendo! Su historia debe ser contada hasta el infinito, como la de tantos otros, para que todos comprendan lo que produjo el terrorismo de estado. La despojaron de aquello que da sentido a la vida, la familia.
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