Félix Población
Algunos
empezamos a leer a Benito Pérez Galdós gracias a la radio, tan importante
entonces. Algo así está haciendo en nuestros días un centro de enseñanza
pública de alguna localidad española que ahora lamento no recordar, al objeto
de familiarizar a los alumnos con la Literatura, logrando hasta la fecha muy
buenos resultados.
Tengo
un borroso recuerdo de haber escuchado los Episodios nacionales de Pérez Galdós en la SER, en la
voces del magnífico cuadro de actores con el que contaba la Sociedad Española
de Radiodifusión hace toda una vida. Eso me llevó a leer al autor y a leer en
general. También, a valorar su obra, puesta en tela de juicio por algún que
otro mediano escritor de Prisa.
La
catedrática Selena Millares se encargó de responder a esa crítica con un lúcido
artículo en el que se citaba a uno de nuestros más notables poetas. Luis Cernuda
destacaba al escritor canario por su honestidad y discreción, virtudes ambas no
muy frecuentes en el gremio -tanto en su tiempo como en el nuestro-, que “le impidieron utilizar su obra para
hablar de sí y hacer en ella su propio reclamo, como lo hicieron hasta la
náusea las gentes del 98".
Para
Cernuda, el genio y la inventiva de Pérez Galdós tienen la estatura de
Cervantes, con un juicio crítico muy acertado acerca de la intolerancia y la
ignorancia como problemas del país de su tiempo y también del nuestro. La obra
de don Benito –entiende el poeta sevillano- no ha envejecido y es, con la de
Dostoyevski, una de las que se conserva enteramente viva desde que fue escrita.
La
valoración que Galdós hace del largo periodo histórico conocido como
Restauración, en referencia a la de la monarquía borbónica tras el
pronunciamiento de Martínez Campos a finales de 1874, me parece oportuna en
tanto que actual, aunque haya transcurrido más de un siglo: “Han de pasar años, tal vez lustros, antes de
que este Régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro que
traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental. Tendremos que esperar como mínimo 100 años más para que en este
tiempo, si hay mucha suerte, nazcan personas más sabias y menos chorizos de
los que tenemos actualmente”.
Más
que suerte, España tuvo en el último sucesivas desgracias: una prometedora república
asediada, condenada y derrotada por el fascismo en una atroz guerra incivil
-sin don Benito para contarla, como las guerras carlistas-, una larga dictadura
represora y, finalmente, una segunda restauración borbónica constitucional y
democrática, inviolable como las divinas pero en corrupto declive. Con ella, nos siguen sobrando chorizos y faltando
suficientes focos de lumbre mental para contrarrestar la tuberculosis ética que
se asoma todos los días a los medios y en la que se nutre buena parte de los
medios de información, incluso durante la última y más grave tragedia nacional.
PS.
Tal como está de mal RTVE, supongo que será inútil reclamar a la corporación
pública que conmemore el centenario de la muerte de don Benito (1920) con una
buena serie de alguna de sus novelas, tal como se hizo hace muchos años, cuando
quizá había más respeto, inteligencia y sensibilidad para hacerlo que ahora.
La última hora DdA,XVI/4538
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