lunes, 18 de mayo de 2020

"TENED PRESENTE EL HAMBRE, RECORDAD SU PASADO" (MIGUEL HERNÁNDEZ)


Félix Población

Leía hace unos días una noticia que parece sacada de la posguerra española o de cualquier otra posguerra. Un diario de gran circulación hablaba de las colas del hambre y así lo calificaba al pie de una de las fotografías, tomada en un populoso barrio madrileño, muy lejos -en todo- del que tiene a su vecinos más aventados de inquina dándoles a las cacerolas y atentando contra la salud pública*. 

La imprevista y casi repentina pandemia, ese estornudo que puede acabar con un imperio según la lúcida viñeta de El Roto, ha hecho posible que a los periódicos españoles aflorasen titulares que hubieran sido de otro tiempo si en nuestro país lo que primara oficialmente entonces, y por decreto, era que volviese a reír la primavera, "al paso alegre de la paz". 

Algo más de 100.000 madrileños, según esa información, comen hoy en día gracias a las ayudas de los servicios sociales y las redes vecinales de los 21 distritos de la capital del Estado. Transcurridos más dos meses desde la implantación del estado de alarma, esa es una de las realidades más crudas que el virus fatal ha impuesto a nuestro presente histórico y que ha encontrado al menos, por parte del gobierno vigente, una respuesta con la que paliar tan grave adversidad. 

Sin embargo, ese ingreso mínimo vital con el que defender la vida y la dignidad de los más desfavorecidos por esta nueva crisis, ha encontrado en la oposición conservadora el correspondiente reproche, formulado en términos en verdad denigrantes para cuantos tengan necesidad de lo que alguno califica de "paguita". 

Pablo Casado, en lugar de ese ingreso, ha llegado a plantear una tarjeta de racionamiento que por su propia denominación -aunque las circunstancias sean distintas- nos retrotrae al primer periodo de la dictadura franquista, cuando además de los fusilamientos con los que se acababa con la vida de los vencidos, una orden ministerial del 14 de mayo de 1939 estableció el régimen de racionamiento para los productos básicos alimenticios y de primera necesidad. 

Las cartillas de racionamiento pasaron de ser individuales a familiares a partir de 1943. La asignación de productos podía variar en función la categoría de la cartilla. Las había de primera, segunda y tercera categoría, en atención al nivel social,  estado de salud y trabajo desempeñado por el padre de familia. La leche, la carne y los huevos escaseaban, por lo que sólo se podían encontrar en el mercado negro, conocido por estraperlo.

La llamada cartilla de racionamiento, que perduró hasta 1952, no llegó a cubrir las necesidad básicas de la gente, por lo que la miseria y el hambre estaban a la luz del día en aquella España de la victoria. "Menos Franco y más blanco", se mascullaba por debajo del miedo. Arbitrar medidas como una tarjeta de racionamiento, en pleno siglo XXI, denota hasta qué punto peca de retrógrado el pensamiento de la derecha española, sin tener además el más mínimo reparo en exhibirlo.

El año 1941 se llegó a conocer en Asturias como "l'añu la fame" (el año del hambre). Aunque la fotografía que ilustra este artículo -realizada en los soportales de la Plaza Mayor de Gijón- parece ser de unos años antes, evidencia de modo manifiesto las necesidades alimentarias que afectaban a la mayoría de la población. Esa larga cola es equiparable -por quienes la integran y su modesto pero digno vestuario medio- a la que los periódicos nos mostraron estos días atrás en el barrio madrileño de Aluche.

En su poema El hambre, Miguel Hernández dejó escrito: "Tened presente el hambre, recordad su pasado". Pablo Casado lo ha recordado mal con su propuesta, reciclando las cartillas de racionamiento de la dictadura por tarjetas con la misma denominación. Antes que la dignidad de la persona, que es a la que debe responder una sociedad democrática de nuestro tiempo con el ingreso mínimo vital, prima en la percepción que don Pablo tiene de ese gravísimo problema social reemergente la cultura de la dádiva caritativa, no vaya a ser que con la "paguita" los pobres se la gasten en vicios.

*Dice Almudena Grandes hoy en El País
La libertad les trae sin cuidado. Sus padres jamás la echaron de menos mientras vivieron en una dictadura. Sus abuelos, que financiaron y patrocinaron esa dictadura, se enriquecieron gracias a ella. Sus descendientes se manifiestan ahora contra un Gobierno que no sienten como propio, aunque sea el que legítimamente rige el destino de la nación, y se envuelven en la bandera nacional como si bastara para identificarles, porque creen que no representa a nadie más que a ellos. El Estado democrático les ampara, pero su aprecio por la democracia está supeditado a que los suyos ganen, o no, las elecciones. Cuando es que no, ni siquiera el razonable deseo de preservar la salud, propia y ajena, en plena pandemia, logra refrenar sus ansias de recuperar el botín de sus mayores. Aunque no lo sepan, son una muestra de la fragilidad congénita de la democracia española, el afán por pasar página sin haberla leído previamente con tal de tener la fiesta en paz, que caracterizó el espíritu de la Transición. La falta de análisis, de crítica, de ruptura efectiva con el franquismo les persuadió de que no tenían nada de lo que avergonzarse y ahí están, gritando que la calle es suya. La memoria no tiene que ver con el pasado, sino con el presente, pero la desmemoria logra que pasado y presente se confundan


    DdA, XVI/4501    

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