sábado, 16 de mayo de 2020

JULIO ANGUITA Y LA PEDAGOGÍA DE SUS PASOS




Félix Población

“Tengo una pensión de 1.848 euros, 
un Seat León y un ordenador. ¿Para qué más?”.
 J. A.

La que sigue es una carta publicada hace unas fechas en Mundo Obrero de quien se identifica como lector de esa histórica publicación. Julio Anguita todavía estaba entre nosotros, si bien la gravedad de su estado no permitía mantener muchas esperanzas sobre su recuperación. Algunos, desde luego, teníamos mucha confianza en que su corazón, golpeado repetidamente en los últimos años, podría también salir airoso  de este tercer envite. No ha sido así, por más que lo deseáramos. Seguimos creyendo, no obstante, tal como escribimos con ocasión de la carta dirigida a d0n Julio por Daniel Padilla Ruiz, que lo más importante de lo que se pueda decir sobre quien se retiró de la política
 de escaño hace muchos años para volver a la docencia y vivir exclusivamente de la docencia -sin dejar por ello el activismo político-, lo dejó escrito Daniel: "Tus palabras, tus discursos y tus publicaciones, y, sobre todo, tu vida, la “pedagogía de tus pasos”, nos marca una Vía Apia por la que debemos transitar. Nunca nos dices qué pensar sino que pensemos por nosotros mismos". Añado al de Padilla, el breve texto del escritor Pablo Batalla.

Es de esperar que aquellos políticos que lo conocieron y trataron -sin excepciones, sea la que sea su ideología- expresen a la familia de Anguita sus condolencias. Puede que don Julio haya sido el político más inteligente y el de oratoria más cualificada de este país en los últimos cuarenta años. En cuanto a su honradez, resulta obvio afirmarlo. "Se atrevió siempre a señalar al poder. Dijo las más crudas verdades con todo en contra y, hasta el final, nos indicó el camino que algunos quisimos seguir. No sólo se nos va un referente ético. Se nos va nuestro mejor referente político", ha dicho Pablo Iglesias. Imposible encontrar un político de la generación de Anguita que merezca estos versos. Ojalá haya otros en el futuro que sigan su ejemplo:


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
.
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
.
 Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
.
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
.

Elegía a Ramón Sijé. Miguel Hernández



Daniel Padilla Ruiz

Querido Julio:

Escribo esta carta desde mi más profunda admiración y respeto y con la ilusión de volver a escucharte, a leerte, a pensar contigo.

Nací en una familia de esa clase media que surgió en los ochenta, esa clase trabajadora que luchó por la democracia y se abrazó a las bondades del progreso económico, ese progreso que tú me enseñaste que había que cuestionar. Y así sucedió. Pronto sentimos el dolor de la precariedad y de la injusticia. Y en esos momentos de necesidad me cuestionaba si con mis 16 años tenía que empezar a trabajar y dejar de estudiar. En esa dura realidad me acordé de tus enseñanzas: La rebeldía empieza en la cabeza. Y desde mi corazón, mi alma y mi conciencia, decidí que iba a seguir estudiando mientras trabajaba para poder comer y tener alguna comodidad cultural. Iba a canalizar mi rebeldía y frustración en orgullo de clase y necesidad de justicia social.

Julio, siempre has estado cerca de mí. Aunque nunca tuve la fortuna de poder hablar contigo, es como si tus palabras estuvieran a mi lado desde mi infancia, desde que escuchaba y veía el debate sobre el estado de la nación en la tele en lugar de ir al colegio. Fingía fiebre o malestar. Tú me habrías regañado por no ir a clase pero el imán de tus reflexiones era más intenso.

Julio, profesor, siempre nos enseñas a pensar, te han tachado de dogmático desde las poltronas del poder, desde aquella izquierda hegemónica que vivía de las prebendas del PSOE. Pero tus palabras nunca fueron un dogma, solo la convicción de que tu reflexión compartida era el principio de un camino a seguir. ¿Qué camino a seguir? El de la crítica. Nos invitas a pensar en el largo tiempo, a analizar cada problema desde su raíz, desde la radicalidad del pensamiento. ¿Es dogmático invitar a pensar? No, dogmático es decir que no hay alternativa. Te han llamado Quijote tantas veces … Luchar contra la injusticia y por la igualdad, amar la vida (la tuya y la de los demás), no tener miedo al fracaso, levantarse y caer, ser fiel a tus convicciones … ¿Es eso ser un Quijote? Parece que al final esos molinos sí eran gigantes y los bancos alemanes siguen siendo los dueños de nuestro grano como ya denunciaba Cervantes en el siglo XVII. Y sí, es cierto, en España hay muchos Sanchos pero quizás el peligro esté en el barbero y el cura que nos subyugan.

Julio, tu voz nunca se apagará, escribiendo estas palabras se me quiebra una parte de mi alma, no puedo aceptar que tu triste figura se aleje de este mundo que tanto amas. Las personas pasan, sus hechos quedan. Me acompañas en mis escritos, en mis horas de estudio, en mis reflexiones, en duros debates en los que tenía que defender una posición contraria a esa hegemonía mediocre que nos golpeaba con Maastricht y su euro, contra los crímenes de Yugoslavia, Irak, Afganistán o los Gal, a favor de una España diversa y plural, contra esa economía extractivista y patriarcal que aniquila al planeta y se apoya en los cuerpos de millones de mujeres que cosifica, contra esa razón absoluta de un mundo unipolar gobernado por una deformada cultura anglosajona que santifica y glorifica la rentabilidad, la celeridad y la ganancia. Tus palabras, tus discursos y tus publicaciones, y, sobre todo, tu vida, la “pedagogía de tus pasos”, nos marca una Vía Apia por la que debemos transitar. Nunca nos dices qué pensar sino que pensemos por nosotros mismos.

Gracias profesor. Tu corazón noble de sangre roja debe resistir. Necesitamos que siga latiendo sabiduría y regando conocimiento para que nos empuje a combatir con suavidad y firmeza contra esa España que nos hiela el corazón. Con la fuerza de la razón, con la convicción de la humanidad y con el deseo de un mundo mejor.




ADMIRABLE COMO SER HUMANO
Pablo Batalla 

Hace mucho tiempo que no soy nada mitómano y que recelo de quienes, en la izquierda, lo son, porque veo en esas mitomanías una contaminación de pensamiento religioso que me parece peligrosa. Pero he seguido admirando a un puñado de figuras que lo merecían en cualquier caso: hombres y mujeres del presente y del pasado de los que me parece que descollaron o que descuellan a pesar de todo sobre la general mediocridad. Una de ellas era Julio Anguita; y lo admiraba, no como un oráculo, un santo o un gurú, porque no se trata de eso, sino como un ser humano que a veces se equivocaba; como un hombre de carne y hueso que, sin embargo, supo mantener incólume su rectitud moral y política en un mundo que las tuerce casi todas. Insobornable entre los sobornados, clarividente entre los obtusos, quienes en la izquierda lo detestaban lo detestaban por eso; porque era el espejo impertinente que les restregaba su propia vulgaridad, sus propias deslealtades. Su pérdida es irreparable y deja un agujero que tardará en ser colmatado.

Nota de DdA
Con motivo del fallecimiento del político más digno de la historia reciente, es posible que lo peor de este país exprese su barbarie como acostumbra por los canales al uso. Encarecería que quienes respeten la memoria de Anguita hagan caso omiso a tanta necedad. Dejemos a los odioadictos que se quemen  a solas en su propia bilis.


     DdA, XVI/4499    

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