sábado, 16 de mayo de 2020

DOÑA EMILIA PARDO BAZÁN Y SU ÚNICO ALUMNO

Recientemente hemos visto en TVE la excelente versión que se hizo hace años de "Los pazos de Ulloa", cuando en la televisión pública estas versiones eran posibles y en no pocos  casos hasta notables. Estamos a la espera de que, con motivo del centenario de Pérez Galdós -amante de doña Emilia ("yo haría por ti no sé qué barbaridad")-, algún lúcido directivo de esa casa -si los hubiere- tuviese la deferencia de promover la versión de alguna de las novelas de don Benito, como en su día se hiciera con "Fortunata y Jacinta". Sugiero "La fontana de oro", para dar una idea al público en general de la importancia que tiene el siglo XIX de nuestra historia en la historia nuestra de cada día. De momento, mi estimado Toni Álvaro nos habla de doña Emilia, de un profesor de Literatura que leía la prensa deportiva y  del único alumno que tuvo la escritora gallega, la primera catedrática de España, porque eso entonces -siendo mujer- como que no:

Toni Álvaro
Se cumplen 95 años de la muerte de Emilia Pardo Bazán. Cuando yo iba al colegio, Emilia Pardo Bazán era la autora de 'Los pazos de Ulloa'. Y punto. Bueno, y condesa que andaba por el Pazo de Meirás. Y ya está. No nos contaban que también era periodista, voz temida en cualquier debate por su sólido arsenal intelectual y defensora de los derechos de la mujer, esa 'reclusa moral encerrada en un corazón que no se le permite expresar'.
No salían en las fichas que nos hacía rellenar el profesor Hernández, mientras leía el 'Mundo Deportivo' tras sus gafas de sol, los artículos de 'La cuestión palpitante' o de 'Nuevo teatro crítico', ni menciones a las mujeres obreras de 'La tribuna' o al erotismo de 'Insolación'.

Nadie nos explicó que Pardo Bazán luchaba por 'la imposición de la razón sobre la tradición del absurdo' y consideraba la educación algo fundamental para conseguir la igualdad y la emancipación de la mujer, lo que ya habla bastante de la educación que recibíamos. En 1870 el 91% de la población femenina española era analfabeta. El padre y la madre de Emilia siempre le facilitaron el acceso a la educación y la literatura, una educación de verdad, no la meramente decorativa de piano y francés destinada a las señoritas de buena cuna.
Nadie nos dijo que el padre de Emilia, José Pardo, se fue de diputado a Madrid, y harto de tanta inutilidad se llevó a la familia de viaje por Europa, empapándose de cultura hasta las cejas, aprendiendo a hablar inglés, italiano y alemán. Ni nos dijeron que mandó a paseo a su marido, José Quiroga, cuando le exigió que dejara de escribir. Y que se lió con Benito Pérez Galdós y con cuantos le vino en gana, que por algo era la única dueña de sí misma y ningún meapilas iba a darle lecciones de moral.
Tampoco supimos entonces que fue gran amiga de Francisco Giner de los Ríos, ni lo que significaban esas amistades, como irte a París a charlar un rato con Zola y Victor Hugo.
Eso sí, quedaba claro que era una buena escritora, pese a lo cual, eso ya no entraba en el cuestionario, le fue denegado hasta tres veces su ingreso en la Real Academia Española. Lo pidió para Concepción Arenal y ni caso. En fin, tampoco se lo concedieron a María Moliner. Ahí dentro no hubo sitio para señoras hasta 1978.
Abriendo camino fundó y dirigió 'La Biblioteca de la Mujer', fue la primera presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid y la primera mujer catedrática en España. Se puso a impartir clases de Literatura de Lenguas Neolatinas en la Universidad Central. Sólo se matriculó un alumno. La tradición del absurdo nos ha hecho más de profesores con bigote y gafas de sol leyendo prensa deportiva en el aula. Y punto pelota.

    DdA, XVI/4499   

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