Hoy es verdad indiscutible una pandemia causada por el contagio fortuito de un bacilo, lo que no impide que otros afirmemos que en todos los casos enumerados, y por supuesto el que estamos viviendo, son consecuencia de manipulaciones complejas del Poder.
Si acepta el lector como premisa que la “realidad”, lo que son
sucesos sociales, esos de los que a diferencia de los naturales el ser humano
es el protagonista, es el resultado del consenso de minorías (pues el ciudadano común no tiene ninguna posibilidad
de verificar los hechos más que de una manera coyuntural o presencial), lo que
digo a renglón seguido se entenderá mejor. Yo hago alusión somera aquí a la
epistemología, fundamentos y métodos de conocimiento; a la naturaleza de las
cosas y a la química del poder. Quien no comparta esta premisa, no siga
leyendo...
Un seísmo, un tsunami o unas inundaciones
son hechos naturales. Son tan ostensibles que al periodismo sólo le incumbe relatar
la noticia, ilustrándolos y respaldándolos si acaso de un modo gráfico. Al geólogo, al físico, al científico... si ha lugar,
corresponde hablar de sus primeras impresiones; y al sociólogo y al
historiador, tiempo después, relacionar el hecho natural catastrófico con las eventuales
consecuencias sociales, económicas, etc. De una catástrofe se puede llegar a
hacer incluso prosa poética. En el “Poema sobre
el desastre de Lisboa”, el genio de Voltaire hace una reflexión
filosófico-literaria sobre el terremoto de Lisboa de 1 de noviembre de 1755. Me
permitiré decir algo sobre el hecho que me parece interesante: el 1 de noviembre de 1755, mientras se celebraban misas con decenas de
miles de fieles por el católico Día de Todos los Santos en las
cuarenta iglesias, los noventa conventos y los 130 oratorios con que contaba
entonces la ciudad, sobrevino un terremoto de al menos 8,5 grados de la escala
Richter. Según el periodista norteamericano Nicholas
Shrady, autor del libro The Last Day, sobre esta hecatombe, “de todas las capitales, ésta era la que más se
asemejaba a una ciudad de Dios en la tierra, que parecía el último lugar sobre
el que se podía desatar la ira divina”, pues era una “ciudad rebosante de
devoción” cuya céntrica plaza del
Rossio servía para la quema de herejes por parte de la
Inquisición… Hechos naturales como éste, que no precisan demostración pues en
ellos o ante ellos, el ser humano es sujeto pasivo (salvo cuando pueda eventualmente media como causa posible
de un seísmo el fracking o perforación de
pozos petrolíferos), la “realidad”, no ofrece dudas. La realidad es ésa y no otra posible...
Pero la realidad sociológica y la realidad
antropológica son de naturaleza bien diferente. Todo lo que sabemos sobre la
fenomenología social, lo que cree saber el ser humano común lo sabe por “boca
de ganso”; es decir, por lo que le llega vía del periodismo en conexión con los
gabinetes de prensa de instituciones e institutos, o lo que le cuentan
directamente los gobiernos a través de los medios de comunicación. Sobre los
sucesos sociales ocurridos fuera del país, o de alcance mundial, exclusivamente
por lo que el periodismo cuenta al mundo. Y a su vez, el periodismo de cada
país sobre hechos de repercusión mundial, lo que los medios de cada país
reciben de las Agencias de noticias.
En resumidas cuentas, como decía al principio, lo que
sabemos es lo que nos cuentan. La confianza o desconfianza en quienes nos
cuentan los hechos y cómo se hayan producido, quienes hayan participado y
quiénes sean los responsables o en su caso culpables de lo sucedido es en
adelante la materia de controversia por antonomasia en las sociedades
democráticas burguesas. Se supone que ésa es la gran ventaja sobre la tiranía y
las democracias populares...
Pero es preciso tener en cuenta este dato. Cuatro
Agencias controlan la información que se genera en todo el mundo. Associated Press, de
Estados Unidos. France Press, con sede en París. Reuters, británica, adquirida en 2008 por el canadiense Thompson, una de las
personas más ricas del mundo, y DPA,
alemana, colabora estrechamente con Associated Press estadounidense. Salvo para los profesionales, raramente las agencias de
noticias están en el foco de la atención, pero son esenciales a efectos de lo
que es una fuente directa de noticias en todo el mundo. Además pugnan por ser
los primeros en “informar".
Es innecesario decir que estas agencias de
noticias son empresas monopolistas y por tanto acaparan el mercado de la
noticia. Y que además de formar una red monopolista forman parte del sistema de
dominación. Es decir, no se informa desde el Tercer Mundo, sino desde Nueva
York, Londres, París y Berlín. Desde allí se decide qué es noticia, cómo se
presenta la noticia y en qué términos. No es casualidad que a pesar de ser los
cuatro monopolios informativos, todos utilizan las mismas expresiones. Y su
redacción está muy meditada, pues corrigen la primera versión de los
corresponsales que las redactan.
Si uno es propenso a la credulidad y otro
es proclive a la
incredulidad por carácter, por reiterados
desengaños, por el desgaste de la edad o por
cualquier otro motivo, afrontará cada uno lo que escucha o ve de una manera distinta. Por todo esto digo, que la realidad es el pronuncimiento
o el resultado de lo convenido por unas minorías. Pero no sólo en materia informativa, sino también
cualquier otra materia: Medicina, Ciencia, Historia o Arte. A partir de ahí, todo lo que no encaja en las versiones
oficiales de los hechos no naturales, para el poder y para el crédulo, es una fake new o un bulo...
El caso, de rabiosa y prolongadísima actualidad, del
coronavirus que trae en jaque al mundo entero, tiene en este aspecto un
precedente colosal. La destrucción del TWC, las Torres Gemelas de Nueva York.
No importó, que desde el primer momento, no por desconfiado ni por deseos de
singularidad sino porque lo que en Derecho se llaman "piezas de
convicción", lo que trataba de serlo mediática y oficialmente, no lo eran
para mí. Pues observado todo con minuciosidad, no cuadraba la versión oficial
de los hechos con detalles entre sí que no se podían ocultar más que
silenciados en los medios oficiales. Luego, más adelante, investigaciones
posteriores, de Michel Moore y
otros periodistas corroboraron mis sospechas. El propio film de Moore Fahrenheit 9/11, galardonada en el Festival de Cannes con la Palma de
Oro, si bien se limita a sostener que Bush utilizó
el ataque a las Torres Gemelas para su propio beneficio político, contenía detalles que implícitamente le acusaban a él y
a su aparato.
Sin embargo, desde el primer momento del impacto de los
aviones en las TWC lo que prevaleció (como no podía ser de otro modo) fueron
las explicaciones construidas pero descabelladas sobre lo acaecido dadas
por el Departamento de Prensa de la Casa Blanca. La “realidad”, pues, fue la que difundieron al mundo el gobierno y las
agencias de noticias que no tenían otra opción que contar lo que les había
contado el gobierno Bush. No obstante pormenores sueltos enseguida conocidos, las
contradicciones, las inencajables teselas del puzzle, las investigaciones de otros periodistas, las hipótesis
y las conjeturas razonadas de quienes estudiaron el relato de la realidad
oficial acerca de los autores posibles y de los propósitos que se supieron
luego por deducción, no tuvieron ninguna relevancia a efectos prácticos. El
caso es quea partir de 2011, la
población de todos los países occidentales, casi
podríamos decir del mundo entero, se ha visto sumida en un clima de temblor
hacia el terrorismo islamista, de fobia, odio, desconfianza y rechazo del Islam
y del islamismo y cualquiera puede ser detenido, torturado y condenado
fácilmente por esa "causa". Y ésa, como en otros siglos o siempre,
fue la intención, aparte el despliegue de numerosos aspectos,
incluso económicos, ligados al affaire.
Algo similar sucede sobre la teoría de una Transición en
España que se hizo suponer “limpia”, de la
dictadura a una democracia, en 1978. Algo similar
sucedió en el atentado de Atocha de Madrid en 2011, en el que
pugnaron dos versiones fruto de la inconsistencia habitual España de las
"verdades" oficiales. Y algo muy similar, en fin, sucede ahora con
ocasión de la efeméride de un virus que a principios del año en curso hizo acto
de presencia en las naciones de todo el mundo.
En cualquiera de los avatares
mencionados, en función de la premisa con la que empiezo este escrito, la
"realidad", "es" la versión proclamada por la oficialidad.
La que la inmensa mayoría acepta de buen grado, indiferente
o resignada pero que no "es" sino la
"verdad" que cuentan difusamente los gobiernos occidentales, los
Centros de Inteligencia, las Agencias de noticias y los medios de comunicación.
Hoy, la verdad indiscutible de
una pandemia causada por el contagio fortuito de un
bacilo. Lo que no impide que otros, otras minorías, afirmemos que en todos los casos enumerados, y por supuesto el
que estamos viviendo, son consecuencia de manipulaciones complejas del Poder, desdoblado en el poder de los actores y el poder de
quienes no se les opone. En definitiva, que la "realidad” es la
destilación de los acuerdos a los que, por activa o por pasiva, han
llegado las minorías que dominan el planeta...
La prueba concluyente es que si el mundo cambia, para
bien o para mal, nunca es por el deseo de mejorar la vida
ni por pura racionalidad. Si el mundo cambia es, siempre, por razón de un acontecer
traumático en el sistema económico y político ligados al
mercantilismo y el capitalismo. Lo que nos queda por saber es si en
este caso y sabiendo los presuntos autores de la pandemia que esto es
así, es decir, que el mundo cambia sólo por traumas, estos la han
provocado para producir unos efectos en el mundo que, pese a los daños colaterales,
podrán ser preferibles como remedio, que
la agonía de un sistema económico global que llevaba camino de sepultar a la Humanidad...
DdA, XVI4490
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