Mi estimado y admirado Ignacio Ramonet, catedrático de Teoría de la Comunicación y director de Le Monde Diplomatique en español, publicó hace unas fechas en el diario La Jornada de México un artículo que por su indudable y relevante interés estamos obligados a leer. A estas alturas -afirma el periodista- ya nadie duda de que la pandemia del coronavirus, tan fulminante como de tanta magnitud, no es sólo una crisis sanitaria sino lo que en las ciencias sociales se califica como hecho social total, capaz de convulsionar el conjunto de las relaciones sociales y conmocionar a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores. Que la extensión del texto no les impida leerlo en su integridad porque alumbra a quien lo hiciere:
Álvaro Noguera
LA PANDEMIA Y EL SISTEMA-MUNDO
Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas cien días en una lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas. Algo sólo imaginable en las ficciones post-apocalípticas…
A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de « hecho social total », en el sentido de que convulsa el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores.
La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del « fin de la historia » es una falacia… Descubriendo que la historia es, en realidad, impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes1. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como frente a un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual.
Hace apenas unas semanas, decenas de protestas populares se habían generalizado a escala planetaria, de Hong Kong a Santiago de Chile, pasando por Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá. El nuevo coronavirus las ha ido apagando una a una a medida que se extendía por el mundo… A las escenas de masas festivas ocupando calles y plazas, suceden las insólitas imágenes de avenidas vacías, mudas, espectrales. Emblemas silenciosos que marcarán para siempre el recuerdo de este extraño momento.
Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso ‘efecto mariposa’ : alguien, al otro lado del mundo, se come un extraño animal y tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena… Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y puede influenciar el conjunto.
Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos -como antaño hacia la religión- implorando el descubrimiento de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá largos meses. Porque el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir anticuerpos, y algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en manifestarse…
La gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En general, el miedo colectivo cuanto más traumático más aviva el deseo de Estado, de Autoridad, de Orientación. En cambio, las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural con las multinacionales farmacéuticas2, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra la nueva plaga.
Mientras tanto, los Gobiernos asisten impotentes a la irrefrenable diseminación por todos los continentes3 de esta peste nueva. Contra la cual no hay ni vacuna, ni medicamento, ni cura, ni tratamiento que elimine el virus del organismo4… Y eso va a durar5… Mientras el germen siga presente en algún país, las re-infecciones serán inevitables y cíclicas. Lo más probable es que esta epidemia no logre pararse antes de que el microbio haya contagiado en torno al 60% de la humanidad.
Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto ‘normal’. Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas, o por pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión.
El largo autismo neoliberal es ampliamente criticado, en particular a causa de sus políticas devastadoras de privatización a ultranza de los sistemas públicos de salud que han resultado criminales, y se revelan absurdas. Como ha dicho Yuval Noah Harari : « Los Gobiernos que ahorraron gastos en los últimos años recortando los servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia6. » Los gritos de agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) condenan para largo tiempo a los fanáticos de las privatizaciones, de los recortes y de las políticas austeritarias.
Se habla ahora abiertamente de nacionalizar, de relocalizar, de reindustrializar, de soberanía farmacéutica y sanitaria. La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero hay crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países (de los ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento negativo en 2020. O sea, una peor tragedia económica que la Gran Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se preguntan si morirán del virus o de la quiebra y del paro. Nadie sabe quién se ocupará del campo, si se perderán las cosechas, si faltarán los alimentos, si regresaremos al racionamiento… El apocalipsis está golpeando a nuestra puerta.
La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa… Como si el ultimatum a la Tierra que nos lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en nuestra ruta suicidaria hacia el cambio climático : « ¡Ojo ! Próxima parada : colapso. »
En la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor desconocido -el nuevo coronavirus- ha desbaratado por completo el tablero de ajedrez del sistema-mundo. En todos los frentes de guerra -Libia, Siria, Yemen, Afganistán, Sahel, Gaza, etc.-, los combates se han suspendido… La peste ha impuesto de facto, con más autoridad que el propio Consejo de Seguridad, una efectiva Pax Coronavírica…
En política internacional, la pavorosa gestión de esta crisis por el presidente Donald Trump asesta un golpe muy duro al liderazgo mundial de los Estados Unidos que no han sabido ayudarse ellos ni ayudar a nadie. China en cambio, después de un comienzo errático en el combate contra la nueva plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a una centenar de países, y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial podría estar jugándose en estos momentos…
De todos modos, la impactante realidad es que las potencias más poderosas y las tecnologías más sofisticadas han resultado incapaces de frenar la expansión mundial de la covid-197, enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-28, el nuevo gran asesino planetario.
Siga la lectura en LA JORNADA
DdA, XVI/4486
1 comentario:
La descripción es tan exhaustiva como impecable. Tan impecable y exahustiva que hace mucho, casi desde el principio, incluso antes de que el 11 de marzo la OMS declarase pandemia este desastre en apariencia natural yo (y a medida que me iba asomando al mundo virtual de las RS y de digitales rusos, americanos y europeos, también muchos otros, unos periodistas semidesconocidos, otros egregios, como Estulin, y gente del montón en el mundo como yo a quienes las versiones oficiales nos consideran "conspiraparanoicos") pensamos que era algo provocado y premeditado.
No es el deseo de sacudirse uno de encima la fatalidad. Es la lógica humana. Es la lógica de la historia, con sus variantes y actualizaciones. Es la opresión para el sistema de libertinaje del Mercado la superpoblación. Es sobre todo la lógica del poder omnímodo que tiene ese 1% de la población que posee lo mismo que el 99% restante y no sabe qué hacer con su potencial. Es la sospecha que hay detrás de una OMS subvencionado en su 82% por capitales privados que buscan la “implantación” de vacunas. Es el Club Bilderberg. Es el Foro de Davos que en 18 de noviembre de 2019 hizo un simulacro de la pandemia de este virus que, de haber sido “real” mataría a 63 millones de personas. Es la historia de la infamia…
Es la coincidencia de esta ya sabida quiebra virtual con la de 1929 pero con unas consecuencias mil veces más funestas. Es la impresión de que antes de la declaración de pandemia, con poquísimos fallecidos en comparación con los 15.000 muertos por gripe común en 2018 (redaccionmedica.com), los gobiernos ya estaban en “pie de guerra” y parecieron pasarse lentamente la voz, como si hubiesen sido previamente "advertidos" por alguien que, como Bill Gates y otros venían anunciando la pandemia hace años. Es la “llamada” de Christine Lagarde, entonces Secretaria del FMI y ahora presidenta del BCE, y la de Taro Aso, ministro de Finanzas nipón que hace unos ocho años casi, casi imploraron a la población anciana que se quitase de encima porque las arcas públicas de los Estados no pueden soportar la carga de la progresiva longevidad. Es porque pandemia también se podría llamar algunos años, como el citado 2018, a gripes y neumonías muy agresivas, virulentas y contagiosas. Etc, etc, etc.
Por ser, en fin, las reflexiones de Ignacio Ramonet tan impecables y tan exaustivas, hasta el punto de que parecen una balada dedicada a un futuro mejor, no parece que este buen periodista esté muy al tanto de todo lo que yo acabo de referir aquí, o prefiere obviarlo. Pero pienso que, si en realidad estuviese un poco más al corriente de lo que al menos son conjeturas que encajan muy bien, como lo ocurrido en 2011 con las WTC para introyectar al mundo el peligro del terrorismo, y así funciona todo desde entonces, quizá las hubiese derivado por otros caminos de intelección…
Publicar un comentario