Jaime Richart
A pesar de lo trágico de la
situación y del revuelo levantado en el mundo por esta real o prefabricada
pandemia, también cabe aplicar una óptica inusual aunque para muchos política y
médicamente sea incorrecta. Porque están cada vez más claras cuatro cosas. Tres
para el ciudadano común: que el modelo económico occidental está agotado, que
la moral tradicional está agotada, y que la que prevalece es la ética universal, ésa que
nos dice que nuestra conducta debe tener validez universal. La cuarta es, que
quienes controlan la suerte de las naciones y del mundo, esos que llevan a las
guerras a las poblaciones mientras pierden la vida millones de personas y ellos
la presencian desde sus búnkeres, se enriquecen enloquecidamente, y carecen de
cualquier clase de moral y de escrúpulos que a menudo amargan la vida a los
demás...
De modo que a distancia y
abriendo lo más posible el obturador de la cámara de miras, quizá a todo esto
pueda encontrársele ventajas y una justificación pragmática estimable. De
momento la ventaja de que, por ser conforme a la naturaleza de las cosas y en
este caso conforme a la deriva de la sociedad humana desde la noche de los
tiempos, este percance planetario nos evita, de momento también, una tercera
guerra mundial, que es lo que tocaba. La siguiente ventaja es quizá difícil de
aceptar si, como sucede en tantas cuestiones, nos seguimos orientando por la
más exquisita sensibilidad que hipócrita o sinceramente nos rige y está próxima al humanismo estricto.
Quiero decir que nos parecerá un horror aceptar de buen grado o a regañadientes
que aunque el virus que asola al mundo fuese prefabricado y utilizado con una
intención genocida, el efecto sería
parcial, limitado y puntual, aunque hubiera
daños colaterales. Todo esto es horrible para una persona tallada en la
rectitud de conciencia, pero no tanto para quienes gobiernan y controlan a las
masas. Por aquí, puede encontrarse cierta lógica desde el punto de vista no
moral ni ético, pero sí si consideramos a la sociedad humana como colmena, como
rebaño o como especie biológica fundamental que se ha de proteger cuando la
especie, sus responsables, no ha reaccionado a tiempo.
Vaya por delante que quien
escribe esto tiene 81 años camino de los 82. Y por consiguiente, como en tantas
aseveraciones o dictámenes (el estilo expresivo en ambos casos marca
diferencias a menudo sutiles), podré estar equivocado a juicio de algunos o de
muchos, pero no será por la eventual razón de no estar implicado por la edad en
el peligro que acecha al mundo y específicamente a los muy mayores, de contraer
el virus estrella en el festival macabro de esta temporada...
Cada año, la gripe, con
características patológicas más o menos cambiantes, de toda la vida se ha ido
llevando a la tumba indefectiblemente a un contingente de la población,
preferentemente anciana y con patologías previas. También, es cierto, a
personas no ancianas pero de salud muy precaria o precaria. Y también en
algunos casos, a jóvenes, y a niños. En definitiva, de todas las edades. Pero
siempre se ha considerado “ley de vida”que la enfermedad y la muerte son
consustanciales a la vida. Por lo tanto, la gripe forma parte de la panoplia de
enfermedades no necesariamente mortales pero sí fulminante para los más débiles
y más vulnerables. Esto lo sabe cualquiera en cuanto hubiere prestado atención
al asunto en su entorno familiar y sus relaciones sociales, hoy día en general
aquél y éstas tan deshilachados por las vidas diluidas en el poliamor...
Concretamente (es difícil
encontrar otros años, y otras estadísticas de otras enfermedades seguramente
por la acción censora en cada caso) la gripe de 2018 causó 15.000 fallecidos,
según redacción médica.com. Pero si fuese impreciso o inexacto da igual. La
gripe mata, desde siempre, a muchísima gente en el mundo y desde luego en
España, cada temporada. Y la temporada fluctúa entre el invierno-primavera y el
otoño-invierno...
Sobre el virus de esta
temporada hay varias teorías acerca de su origen y naturaleza. Pero llega un
momento en que es indiferente tanto lo uno como lo otro. Lo que sí parece claro
es que una de dos, o es natural el virus y este año es muy agresivo y
contagioso, o es un virus “inteligente”, de diseño, mutado su ARN, ácido
ribonucleico (no el ADN). Y naturalmente esa mutación ha sido provocada por la
mano del hombre. (De fuente fiable, largo el nombre del Departamento del que
proceden, americanos USA estuvieron colaborando con científicos chinos en uno
de los Laboratorios de Wuhan. No hay mucho que añadir sabiendo cómo se las
gastan los imperios, los Estados Unidos y los indeseables. Entonces, o es una
simple epidemia o una pandemia (también la índole de pandemia declarada por la
OMS está bajo sospecha) natural, o es una epidemia o una pandemia artificial
con un propósito específico: diezmar la población mundial de un modo selectiva,
habida cuenta las características de los fallecidos.
Y aquí es a donde voy. La
certidumbre que tengo de que hay millones de ancianos en el mundo en
condiciones lamentables de salud que se mantienen vivos, a menudo muchos años
gracias a una intensa medicación, a la cirugía y a la atención personal, es un
cuadro humano y social y económico digno de estudio. Si tuviésemos un sistema
económico cuyos objetivos fuesen otros distintos de la ganancia feroz, de la
productividad, de la ambición desmedida, del logro de riquezas a cualquier
precio, etc, etc; si un objetivo principal del mismo fuese conseguir justamente
eso, prolongar la vida de la sociedad procurando hacérsela amable y atractiva
la vejez al viejo, no habría problema económico por medio como lo hay hasta
darle los propios capitalistas el tiro de gracia a la contabilidad del sistema:
ese defendido directamente por los neoliberales e indirectamente por los
socialdemócratas que apenas le ofrece resistencia. Pero el sistema, en todo
caso, sangra por varios sitios. Y uno de ellos es precisamente por las clases
pasivas, las no productivas, las jubilaciones y el inmenso gasto médico de los
mayores. Millones y millones de ancianos en todo el mundo, y desde luego en
España millones, desbaratan la economía política hasta asfixiarla. Además a
costa de la débil economía de otras edades que se ven y se las desean para
sobrevivir, unos, muchos, o aspiran, otros, a todo lo que los ancianos
desprecian (salvo esos otros ancianos no comunes, los enfermos del alma por su
riqueza, los que en sus últimos años especulan y se complacen en cómo hacer su
legado). Situación ésta, la del anciano, el número de ellos y la alta
longevidad que, como he recordado tantas veces, ya fue “denunciada”
miserablemente por Christine Lagard y el ministro nipón de Finanzas Aso allá
por el año 2008, con ocasión de la crisis financiera que ha terminado ahora llevando
a la quiebra técnica a la economía mundial.
Por esto es mi propósito
después de esta larga introducción extraer consecuencias positivas. Y ese
propósito empieza relativizando mucho,
muchísimo, las consecuencias letales de la acción de este virus. Puedo
acreditar por distintas vías que millones de ancianos en el mundo fallecidos
por este o cualquier otro motivo, estaban deseando que llegase “su” desenlace.
La soledad, el dolor, tanto físico como moral, que a veces no se sabe cuál es
peor, la distancia psicológica y mental generacional, entre padres e hijos, la
crisis del amor sereno, la desafección en tantos casos de lo que se ha consideró
hasta ayer un “deber” moral amar a los padres y a los abuelos, etc lleva al
anciano cuya vida se prolonga artificiosamente, a desear la muerte mucho antes
de que se produzca. La muerte moral suele preceder a la muerte física, cuando
no hubo muerte súbita. Un cadáver viviente es un obstáculo para el desarrollo
de la vida, y además es muy costoso... Por lo que si este virus tuviese la
intención de empujar a la tumba a la población mundial en el filo de ella sin
acabar cayendo; si el anciano viene deseando la muerte desde hace años, pues la
vida física es indiferente o indeseada cuando no va acompañada de la vida
moral, de la ilusión de vivir; si, dado el paradigma económico y social, el
lastre que supone la longevidad complica mucho o hace imposible la vida
desenfadada, ilusionante, creativa de las generaciones que vienen a
continuación, bien venido sea el virus
para todos aquellos que a buen seguro lo habrán agradecido en la otra vida o lo
agradecerán. Bien venido para aliviar las arcas de los estados. Bien venido
para despejar el camino de la sociedad humana en cada país. Sobre todo si la
sociedad humana, si todas las naciones entre sí consiguen el modelo económico
acertado que propicien un renacimiento en toda regla. Empezando por trabajar
denonadamente para el restablecimiento posible del clima y de la biosfera, del
medio ambiente, de la flora y la fauna, de los montes, de los ríos, de las
lagunas, de los océanos. Tarea ésta, por cierto, que daría trabajo, quehacer e
ilusión a miles de millones de trabajadores en el mundo...
DdA, XVI/4480
1 comentario:
Yo cumpliré este año 80 años y estoy plenamente de acuerdo con lo que dice: he conocido a personas encantadoras que prefirieron no llegar a muy viejas antes que verse solas o que les lavasen el culo (sic) gentes que no conocían. Saludos.
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