jueves, 2 de abril de 2020

PARA TODOS LOS FAUSTO (SÁNCHEZ GARCÍA) QUE SE NOS MUEREN A SOLAS


Pablo Álvarez

Eran un trocito de nuestra historia, la memoria de nuestros pueblos, y se están yendo. Nuestras y nuestros mayores se están yendo de un mundo que los ha dejado sin oxígeno y sin defensas.

Vivieron la mayor parte de sus vidas en la noche más oscura, en un tiempo de sombras sin luces, de bocas sin pan, de palabras sin voz, de abrazos huérfanos, de risas rotas y amordazadas. Y resistieron, resistieron y vencieron. Nos libraron de mordazas, barrotes y cadenas, construyeron desde las libertades, desde la solidaridad.
Construyeron un país sin colgarse medallas, sin buscar lucro ni reconocimiento. La generación de las puertas abiertas nos enseñó el valor de lo público, nos mostró el poder del colectivo. Todo lo que hoy tenemos, la sanidad, la educación, los derechos laborales y sociales, nos lo dieron ellas y ellos, no fueron ni reyes, ni dictadores, ni parásitos de escaño y despacho. Fueron ellas y ellos, con sus manos, con las mismas manos arrugadas y llenas de callos que nos acariciaron, que nos protegieron, que nos guiaron, que nos levantaron, una, otra y otra vez mientras les quedó fuerza y aliento.
Con su ejemplo nos enseñaron que la inteligencia no se mide en títulos, que la generosidad no es renunciar a lo superfluo sino compartir lo que no tienes, que la riqueza y la pobreza no están en la cuenta del banco sino en el espíritu, que la fuerza y la bravura no están reñidas con el cariño y la ternura, que luchar no es devastar sino construir, que el bien común está por encima del individuo.
Nos enseñaron tanto y aprendimos tan poco que duele reconocerlo.
Ahora se están yendo, en silencio, sin aspavientos, luchando, apretando los dientes, sin una voz, sin un quejido, como hicieron siempre. Y nosotras y nosotros, deslumbrados por el brillo de lo superficial, anestesiados por los placeres de un sistema hueco y sin contenido, enfangados y derrochando fuerzas en batallas estériles, no hemos sabido protegerlos.
Ahora no vale de nada mirar atrás para lamentarnos por lo que no hicimos, tenemos una deuda que hay que saldar, no podemos dejar que su memoria se borre, debemos transmitir sus enseñanzas a las generaciones que vienen detrás, pero con el ejemplo, como ellas y ellos lo hubieran hecho. Ese será nuestro mejor homenaje.
Han sido muchas y muchos los que nos han dejado estos días, tantos que duele mencionarlo, hoy, desde la frialdad y la distancia de este confinamiento forzoso, despedimos a Fausto, uno de los imprescindibles, un hombre que, sin necesidad de pisar a nadie, deja una huella muy profunda entre todas y todos los que lo conocimos.
Vayan para él, y para todas y todos nuestros mayores, mi reconocimiento, mi gratitud y mi cariño.

    DdA,XVI/4453    

No hay comentarios:

Publicar un comentario