miércoles, 22 de abril de 2020

LA HORA DEL DECRECIMIENTO SOSTENIBLE


Jaime Richart

 Ha llegado la hora de superar el crecimiento económico de las naciones como objetivo prioritario para mantener su nivel de vida, y abrazar el decrecimiento sostenible.

 Ya, hace mucho tiempo, veníamos insistiendo en que este sistema no podía seguir así y en que en algún momento tenía que estallar. Pues bien, si esto que nos está ocurriendo no ha sido intencionado, y hay muchos indicios de que sea así, para producir un choque brutal a la economía mundial con esa misma intención, bien venido sea el propósito aunque el precio en vidas sea tan alto como el de una guerra armada. Pero si no es así, si no es deliberado, la oportunidad que se presenta es la más propicia para iniciar una reducción de la economía expansiva e iniciar el decrecimiento. En cualquiera de los dos casos ha llegado su hora...

 El estado de la economía en todas partes, la escasez galopante de los recursos básicos que apunta a su agotamiento, la demografía mundial en progresión geométrica que ha llegado ya a la superpoblación, hacen imposible que las naciones sigan el tren de vida que han venido teniendo hasta hora. Es evidente. Por ese camino, aunque no hubiese sobrevenido esta calamidad en forma de virus, íbamos derechos al cataclismo del crash irreversible. Ahora también, pero al menos el confinamiento de la población en prácticamente todo el mundo capitalista está dando tiempo al tiempo, detenido, para estudiar reflexivamente y con altas dosis de racionalidad el reacomodo. Y el reacomodo no puede consistir en otro remedio que el decrecimiento controlado de la economía racionalizada a pulso.

 La propuesta esencial del decrecimiento consiste en desterrar la idea de que el crecimiento económico anual es en sí mismo un objetivo positivo. El pensamiento político y social favorable al decrecimiento propone la disminución regular controlada de la producción económica, con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los propios seres humanos entre sí. Rechaza, por consiguiente, el objetivo del liberalismo y del productivismo.

 La consigna del decrecimiento tiene especialmente como meta, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento mismo. La investigación se inscribe pues en un movimiento más amplio de reflexión sobre la bioeconomía y el postdesarrollo que implica un cambio radical de sistema.

 La conservación del medio ambiente no es posible sin reducir la producción económica que sería la responsable de la reducción de los recursos naturales y la destrucción del medio que genera, que actualmente estaría por encima de la capacidad de regeneración natural del planeta. Además, también cuestiona la capacidad del modelo de vida moderno para producir bienestar. El reto está en “vivir mejor con menos”. Al final “vivir”.

 Los partidarios del decrecimiento proponemos una disminución del consumo y la producción controlada y racional, permitiendo respetar clima, los ecosistemas y a los propios seres humanos. De no actuar razonadamente, opinamos que se llegaría a una situación de decrecimiento forzado debido a la falta de recursos.

 Los griegos antiguos decían que los dioses ayudan a quienes aceptan y arrastran a quienes se resisten. Ayudémonos de una vez y abandonemos las formas autodestructivas que actúan contra la vida sobre la Tierra, pues de otro modo los dioses o el fatum, la fatalidad, nos arrastrarán al abismo. El decrecimiento es el camino, el único camino que las naciones, abanderadas por quienes controlan ahora la economía mundial, deben iniciar al término del confinamiento de casi todos los pueblos del planeta.

     DdA, XVI/4473    

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