‘Y cuando hables a nuestra Julina de mí, le digas que su papaíto la quería mucho por ser hija tuya y por quererte como jamás quise; dila que te quiera tanto como yo y que sea muy buena contigo y con todos. No le eduques en la venganza, hazle saber que tiene que querer’.
Toni Álvaro
Arturo Lodeiro Sánchez, hijo de familia numerosa de Valladolid, muy de misa, con padre condecorado por Alfonso XIII y algún hermano militar que durante el golpe de Estado de julio del 36 tienen muy claro cuál es su bando ganador. Arturo, hombre alegre y honesto, también tiene claro cuál es su lucha. Si en su familia siempre han creído mucho en Dios, él ha preferido creer en el hombre. Tanto que durante la guerra ha intercedido varias veces por la vida de reconocidos falangistas.
En 1935, en Madrid, Arturo, cerrajero que milita en la CNT, ha conocido a Julia Muñoz Ruiz. Y deciden crecer juntos, sin ataduras. El fascismo viene a destrozarlo todo para que solo crezca el miedo, esa soga. Aún así, Julia y Arturo se aman bajo las bombas, se amarán entre ruinas, porque cuando se decreta la muerte amarse es lo más necesario, lo que no tiene nombre; son gritos en el cielo y en la tierra son actos…
El 14 de junio de 1939, Arturo Lodeiro es detenido y encarcelado en Comendadoras, primero, y Porlier, después. El 25 de febrero de 1940 nace la hija de Julia y Arturo, Julia Lodeiro Muñoz. Arturo pasará diez meses encarcelado, hacinado entre derrota, piojos y disentería, escribiéndole cartas a Julia en papel de fumar, letras menudas que se aprietan las unas contra las otras para quitarse el frío, ‘celestial criatura que eres imprescindible para mi vida, no por que tengas que quererme, si no por ya dominarme completamente, imposibilitándome de pensar en otra cosa que no seas tú’...le pasa en los papelillos guardados en el doblado de los pantalones que Julia recoge para lavar en casa.
El 4 de abril de 1940 sentencian a muerte a Arturo Lodeiro Sánchez y a varios compañeros anarquistas más. En su caso concreto, no consta delito alguno más allá de estar vivo. Arturo pide a Julia casarse, tener papeles en regla, no quiere dejar a una madre soltera en la nueva España, la vieja España, más bien. Ya bastante duro será dejar a una viuda y una hija de anarquista. La boda se celebrará el 27 de abril de 1940, por poderes, sin poder verse ni besarse, en articulo mortis, porque poco después de firmar los papeles será fusilado en las tapias del Cementerio del Este de Madrid junto a decenas de compañeros.
A los diez años de su asesinato, las autoridades devolvieron los restos de Arturo a su familia vallisoletana, que las depositó en el panteón familiar. Su viuda, Julia Muñoz, nunca lo supo. Murió en el año 2000, al cumplir los 91 años, guardando aún un montón de papelillos de fumar con letra pulcra y diminuta, la memoria y el amor se escriben a veces en alas de mariposa.
Léase@también: Boda y muerte en un día. El País
Léase@también: Boda y muerte en un día. El País
DdA, XVI/4480
No hay comentarios:
Publicar un comentario