lunes, 27 de abril de 2020

DE GUERNIKA AL CORONAVIRUS: LA DESINFORMACIÓN Y LAS DERECHAS EN ESPAÑA

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Alejandro Álvarez









Alejandro Álvarez

"Derecho a comunicar o recibir libremente INFORMACIÓN VERAZ 
por cualquier medio de difusión” (C.E. art. 20).

La información es esencial para formar una opinión libre y tener una conciencia correcta sobre el mundo en el que vivimos y los hechos que en él suceden. Solo a través de la información podemos conocer aspectos esenciales y formarnos una opinión sobre los mismos que nos sería imposible conocer por nosotros mismos. Esos hechos o personas o lugares o sucesos, etc. nos son revelados a través de variados medios de comunicación, cuyo papel “mediador” implica una gran responsabilidad con los receptores de la información porque esa “mediación” entre hechos y ciudadanos condiciona de forma importante el conocimiento que estos tengan sobre el mundo en el que viven: una información veraz proporcionará una visión correcta de la realidad (cuya valoración podrá variar en función de otros aspectos: intereses, posiciones, etc.), mientras que una información mentirosa generará una falsa conciencia sobre la realidad. 
Por eso la información debe estar inherentemente ligada a la verdad. Con esa claridad debieron de verlo los redactores de la Constitución, de ahí que introdujeran en la Carta Magna el “Derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. No es extraña esa ligazón constitucional entre información y verdad. La mentira no genera información sino desinformación, pues es causante de una opinión deformada, un universo mental ilusorio, falso sobre las personas (de ahí las falsedades sobre Anguita o Iglesias) o sobre los hechos (mentiras sobre quién crea la riqueza) o sobre la sociedad (engaños como “todos somos iguales ente la ley” y muchos más) o sobre el mundo en el que vivimos.
Esto lo saben muy bien las derechas de este país, que siempre han usado la mentira para crear en una parte de la sociedad, la menos formada, una “visión deformada” de la realidad y, así, controlarla, manteniéndola dentro del orden social que les conviene a los poderosos. “España es una deformación de la civilización occidental”, decía Valle-Inclán (y lo reflejó en sus esperpentos), y a esa deformación contribuía de forma clara la mentira (mentira en la política, en la religión, en la gestión de los asuntos del Estado, en las relaciones humanas, etc.) que la derecha usaba continuamente. 
Llevan poniéndola en práctica tantos años que se ha convertido en su forma habitual de comunicación con la ciudadanía, a la que consideran un instrumento electoral para alcanzar el poder. Las derechas (política, económica y mediática) aceptaron a regañadientes que se introdujeran en la Constitución ciertos derechos pero nunca los respetaron. Los derechos a la educación, a la salud, a los cuidados para la vejez, a las pensiones, a la vivienda, al trabajo,… nunca son para ellos derechos de la ciudadanía sino objetos de posible negocio. Y, por tanto, instrumentos del mercado a los que podrán acceder quienes puedan pagarlos. Y quienes no puedan serán culpables ellos. Tampoco les importa, desde siempre, el derecho a una “información veraz”, porque la información veraz puede servir para formar una conciencia recta sobre el mundo y eso no conviene a quienes solo pueden manejarlo a su antojo si consiguen imponer la mentira, es decir, una conciencia falseada en la sociedad. Mentir como estrategia y como necesidad para alcanzar o mantener el poder. El franquismo lo practicó de forma burda (caso de Guernika) y sus herederos ideológicos y políticos siguen la misma senda un día sí y otro también.

      DdA, XVI/4479     

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