26 de abril de 1937
Félix Población
Es muy posible que Pablo
Picasso desconociera la fotografía que ilustra este comentario. De lo contrario
no entiendo que eludiera de su Guernika la figura del perro, ese perro en medio
de la desolación de la ciudad bombardeada. Sobre todo sabiendo, como se sabe,
que al pintor le encantaban los perros.
Sí aparecen en la pintura, como
es sabido, un toro, que para el artista simbolizaba la brutalidad y la
oscuridad. También vemos una paloma con el ala caída -como la propia paz rota-
y la cabeza girada hacia arriba, y un caballo, en el centro de la composición,
junto a la paloma y el toro. Al caballo lo atraviesa una lanza, muestra la boca
abierta y una lengua en punta, con la cabeza vuelta hacia la izquierda.
También hay una yegua junto a
una mujer arrodillada que está herida. El resto de figuras son una madre con el
hijo muerto, un guerrero igualmente exangüe con la espada partida, una bombilla
central que parece simbolizar una bomba, otra mujer que empuña un quinqué con
los ojos extraviados, una casa ardiendo y un hombre que mira al cielo, no se
sabe si con pavor ante el bombardeo o con fervor implorante.
No encontramos al perro de
Guernika en el Guernika de Picasso, y tengo casi el total convencimiento -por
lo que sé del pintor a través de versiones muy próximas al artista- de que, de
haber conocido ese documento gráfico, el Guernika también tendría su perro, que
luego los expertos identificarían con el que aparece en la imagen y al que se
le presume una mirada abatida y huérfana de caricias, como la que todo su
cuerpo y actitud apuntan ante la magnitud de la masacre.
Se ha dicho del caballo que
ocupa el centro del cuadro de Picasso que simboliza el sufrimiento de los
inocentes, al igual que le ocurre al caballo de los Desastres de Goya
atacado por una jauría de lobos. De haber captado el pintor malagueño la
sensación que transmite ese perro de Guernika le habríamos encontrado un
antecedente en el descorazonador perro semihundido, también del
genial pintor aragonés, que tanto me impresionó la primera vez que entré el
Museo del Prado a los diez años. Rafael Canogar le da ese perro goyesco el
carácter de primera obra simbolista de Occidente.
A mi juicio no le vendría mal a
la emblemática y ensalzada pintura picassiana una ráfaga del sentimiento que
contra la barbarie protagoniza la figura solitaria y abandonada del perro en
esa fotografía, entre la polvareda de los escombros y los llantos de dolor o
agonía de las víctimas.
Otras ciudades fueron
igualmente bombardeadas en España por la aviación nazi-fascista que apoyó al
general Franco, pero fue la villa de Guernika, a la postre, la que representaría
sobre todo el horror de la primera guerra que tuvo a la población civil como
objetivo militar, no en vano allí se encontraba y permanece el roble que es
símbolo de las libertades vascas.
"Ante Dios y ante la
Historia que a todos nos ha de juzgar, afirmo -dejó escrito José Antonio
Aguirre, presidente del gobierno de Euskadi- que durante tres horas y
media los aviones alemanes bombardearon con saña desconocida la población civil
indefensa de la histórica villa de Gernika reduciéndola a cenizas, persiguiendo
con el fuego de ametralladora a mujeres y niños, que han perecido en gran
número, huyendo los demás alocados por el terror".
En medio de esa locura de
llanto y muerte, un perro en la ciudad en ruinas parece husmear la devastación
de pulso humano que se respira en sus calles.
DdA, XVI/4479
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