Viñeta de Álvaro Noguera
Jaime Richart
Admito de
buen grado que yo sea eso, infantil, ingenuo o dado a ver
conspiraciones donde no las hay y sea yo quien debiera ajustar mi pensamiento
a la realidad, tal como la ve la inmensa mayoría. Aunque también sé que no
estoy ni mucho menos solo en esto. Pero una cosa es que a efectos prácticos,
por la cuenta que me corre me adapte, lleve mascarilla, salga de mi casa lo
necesario y siga la corriente a todo el mundo, y otra que para el ámbito de las
sensaciones, a efectos teóricos, en materia de inteligencia emocional y de
lógica, deba someterme de buen grado a la insensatez y al infantilismo que en
este caso viene ser inmadurez de los gobiernos del mundo contagiados entre sí.
O, si se quiere, y ya que leo por tercera vez en mi vida la obra “Elogio de la
locura” (Erasmo de Rotterdamm, 1640), a tanta estulticia, que es lo que mejor
se asimila a la tontuna…
En cualquier
caso me he tropezado por ahí con una idea luminosa de paternidad desconocida:
“Estamos gobernados por psicópatas y dirigidos por idiotas”. Así lo creo. El
mundo, más que nunca y con ocasión de esta distopía, cada día que pasa más se
va diviendo entre quienes creen en el poder y quienes no sólo no creemos en el
poder, sino que pensamos que conspira contra los pueblos del mundo y la
demografía mundial.
Y si fuese
una hipérbole, una exageración, me queda de todos modos la sensación permanente
de vivir en un mundo infantil, en manos de mentalidades infantiles. Infantil,
pero de los niños de mi niñez, no de la actualidad pues ahora es al revés. Es
decir, del modo en que está concebida y tratada la idea del creador de la famosa
Serie South Park en la que los juiciosos, los sensatos, los despiertos son los
niños, mientras que la mentalidad del niño estúpido es la de sus padres y
todos sus mayores. En realidad podríamos decir que estos tiempos, por muchos
factores combinados pero también por el hecho de no haber pasado una guerra, e
incluso no haber hecho una prestación militar, como ha venido siendo hasta no
hace mucho tiempo, y como reza un adagio para el siglo: las mujeres de hoy son
los nuevos hombres, los niños son los nuevos adultos y los hombres son los
nuevos niños.
Las
manifestaciones de ese infantilismo, de esta inmadurez son frecuentes. En parte
mi apreciación puede provenir de una diferencia considerable entre mi edad y
la de quienes ocupan puestos de la máxima responsabilidad en las naciones, y
por supuesto en España; nación que a su vez sufre una merma del entendimiento
colectivo, en buena medida porque arrastra el pesado lastre de una guerra
civil no depurada y de una Transición falsificada o trampeada.
El caso es
que si detecto inmadurez en tiempo de crisis al menos, es porque, si no hay
detrás de todo esto (en cuyo caso no sólo no sería infantil sino abominación)
una maniobra sofisticada en la que los gobiernos occidentales están
involucrados sin saberlo, manejados por la OMS financiada en un 82% por la
Fundación Bill Gates, Soros, Rockefeller y la Industria Farmacéutica, por un
lado. Pero si, por otro, no mediase una situación económica mundial tan crítica
o más que la de 1929, la desproporción entre el número de fallecidos en todo
el mundo desde 1 de enero hasta hoy por todas las causas de muerte, y los
fallecidos en el mismo espacio de tiempo en el mundo por el virus gripal
(basta consultar los datos en esa fuente tan clarificadora de controversias que
es la Internet), sería fácil valorar como prueba indiciaria el infantilismo o
la imbecilidad de los dirigentes del mundo que adoptan unas medidas extremas
“contra” la población para supuestamente protegerla, sin tener en cuenta los
efectos nefastos que van a causar en la salud neurológica, nerviosa y mental
de millones y millones de personas recluidas; algo sobre lo que otros expertos,
los psicólogos y los sociólogos, han tenido necesariamente que advertir.
¿Acaso no
son para desconfiar de la aparatosidad y medidas extremas de arresto
domiciliario, la cifra 113.985 fallecidos en un trimestre por este virus que provoca
una neumonía mortal en los mayores casi exclusivamente (cualquier enfermedad
benigna también siega la vida a veces de personas de todas las edades y de niños),
al lado de 16.673.833 muertes, en el mismo momento en que escribo y el mismo
espacio de tiempo? De esos 16 millones de muertos en lo que va de año se
cuentan hasta hoy poco más de cien mil por este virus en todo el mundo.
¿Justifica y explica sensatamente el súbito y prolongado parón de la vida
ordinaria la presencia de un virus estacional, por más que se le rodee del
protocolo “pandemia”? Pues, en todo caso todas las temporadas hasta ahora,
desde que yo tengo uso de razón, las gripes, unas más y otras menos, se han
llevado a los más débiles por delante y esta circunstancia se ha tomado como
algo natural y propio de la acción de la naturaleza para depurar los
colectivos más débiles, como en la Naturaleza son depredados los especímenes
enfermos o mutilados mucho antes que los robustos y normales. ¿Se puede
entender esto de otro modo, si no fuese porque hay detrás una intencionalidad
con otro propósito más allá de los puramentes sanitarios? ¿No estarán por medio
la OMS, el lobby Farmacéutico, Bill Gates, el Foro de Davos, el Club
Bilderberg, los Illuminati…?
Desde luego,
lo que da la impresión es que los gobernantes mundiales se han ido sometiendo
paulatinamente, como abducidos, a un poder por encima de ellos. Una pandemia
de gripe -pues a fin de cuentas es una variante de gripe-, que ha segado
siempre la vida de miles de personas (en España 15.000 en 2018 –redaccionmedica.com),
no es causa para poner al mundo entero patas arriba, a menos que detrás haya
algo mucho más grave.
Lo que ha
ocurrido, digámoslo de una vez, es la privatización que mata de diversas
maneras, directa o indirectamente, a millones de personas en todo el mundo
aunque eso no cuente. Lo que ha ocurrido es que las Salas, Secciones o como
quiera que se llamen los espacios en los Hospitales dedicados a las enfermedades
respiratorias, estaban absolutamente descuidadas y reducida irresponsablemente
su atención. Probablemente porque el clima seco en general de este país no es a priori propicio para esa clase de
enfermedades. Y esa deficiencia se añade al dato de que la concentración de
fallecimientos se produce en ese 2% de gente mayor y además previamente
enferma, que venía esperando y probablemente en muchos casos, deseando el
desenlace hacía mucho tiempo. Pues incluso estando sano, como yo lo estoy, la
vida es cada vez menos apetecible, dadas las condiciones generales en que la
vivimos, el distanciamiento abrumador generacional y el tenebroso futuro
inminente que nos espera por el cambio climático.
En resumen,
las carencias han sido escandalosas, el espacio dedicado a atender a enfermos
directamente relacionados con el aparato respiratorio irrisorio, y un
avalancha de casos en gente mayor ha rematado como pandemia truculenta lo que
ha venido planeado un canallesco proceder de un puñado de sinvergüenzas que se
han propuesto mermar severamente la población mundial y someter a la población
a una irrenunciable como inútil y permanente vacunación contra el virus
causante del desastre. Todo ello en un vesánico ataque de megalomanía similar a
la soberbia de Luzbel. La declaración de pandemia de una OMS siniestra, en
manos virtualmente privadas, muy alejada de las postulados de su creación e
1948, cómplice y sierva de genocidas, ha hecho el resto.
Yo empecé a
sospechar desde el primer momento ante la abrumadora presión y aparatosidad de
los medios de comunicación, pues son bien sabidas dos cosas: una, que la
“alarma social” es el argumento para justificar la aminoración de la noticia
peligrosa; y otra, que el miedo causa estragos en el sistema inmunológico de
todo organismo, el cual se así abre fácilmente a la toxicidad. Y si el virus ya
se encuentra en él, lo activa.
Y si, como
ya parece probado, el virus es de ingeniería, es decir, está fabricado en un
laboratorio, no hay nada qué hacer. No habrá vacuna, como ocurre en informática
que es el nuevo y nos los antiguos neutralizados por el antivirus, el que
arrasa el ordenador, que evite el siguiente mutado; ni antídoto que valga,
pues ya viene calculado todo eso por la voluntad genocida irrefragable. Si
eso es así, démonos por jodidos irremediablemente.
De modo que
una de dos: o estas sociedades dirigidas por hombres y mujeres que a duras
penas rebasan la cincuentena adolecen de una inmadurez que les hace
indeseables para gobernar los países, doblegados por expertos y asesores, en
este caso médicos y microbiólogos que a su vez reciben instrucciones desde
“arriba”, o estamos ante la mayor pantomima, el más sofisticado engaño o la más
rebuscada farsa que, a escala mundial, se hayan cometido jamás...
DdA, XVI/4466
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