domingo, 12 de abril de 2020

CEDIENDO ANTE EL PODER ECONÓMICO, EL GOBIERNO SE EQUIVOCA


Pablo Álvarez

Mañana vuelven a la actividad miles de trabajadoras y trabajadores de los mal llamados, a mi modo de ver, sectores "no esenciales". Digo mal llamados porque considero que todos los trabajos son esenciales, ya que de ellos depende el pan de muchas familias. Me parece un error de bulto reanudar la actividad con 510 personas fallecidas en el día de ayer. Es cierto que las cifras disminuyen, pero no lo es menos que la causa de este descenso se debe a las medidas de confinamiento decretadas en su día por el gobierno. El aislamiento, los datos lo confirman, es, a falta de vacuna, la única medida restrictiva que ha resultado eficaz. Aislarse, más en una sociedad como la española, supone un sacrificio, sí, pero salva vidas. Por eso no comparto la decisión del gobierno. Habrá quien me llame desleal por ello, me da igual, no hay mayor deslealtad que la de dejar de ser fiel a lo que uno piensa para someterse al interés de unas siglas.

Eso sí, las críticas, cuando se hacen, para ser constructivas, deben tener argumentos que las respalden. Y yo, por supuesto, los tengo.
Mis temores no parten de razonamientos médicos, no soy tan osado como para, sin tener ni puñetera idea, cuestionar algo desde la ignorancia. Mis miedos parten del conocimiento que me da mi formación como técnico superior de prevención de riesgos laborales y desde mi experiencia como delegado de prevención de riesgos en una empresa tan reconocida como Duro Felguera. Formación y experiencia me dan el aval necesario para opinar con cierto fundamento.
El año pasado tuvimos en este país un total de 635.277 accidentes laborales con un saldo de 695 muertes, unas cifras terribles, que, aún siéndolo, no son del todo ciertas.
Estoy en condiciones de asegurar que esos números no son reales, hay muchos más accidentes que los que reflejan las estadísticas, lo que ocurre es que muchos quedan tapados porque la precariedad laboral imperante, el miedo a represalias o despidos, hace que muchas y muchos trabajadores no se atrevan a denunciar.
Está más que demostrado que la mayor parte de los accidentes de trabajo se producen por la dejadez de las empresas a la hora de cumplir con la Ley de Prevención de Riesgos Laborables. En la mayor parte de las empresas faltan medidas preventivas y no se dota a las y los trabajadores de los Epi,s necesarios para desempeñar su trabajo en condiciones de seguridad. ¿Por qué sucede ésto? La razón es simple, esto ocurre porque, salvo raras excepciones, el empresario o empresaria, antepone la producción, o sea la economía, a la salud de sus trabajadores. Si a esto le añadimos la falta de recursos técnicos y humanos de la Inspección de Trabajo, que es incapaz de controlar todas las barbaridades que se cometen en los centros de trabajo, hacemos un pan con unas hostias.


Estas enormes carencias que se dan en una situación de teórica normalidad, imaginad hasta dónde pueden llegar en un contexto de excepcionalidad como el que estamos viviendo.
El gobierno se equivoca cediendo a las presiones de los poderes económicos, las y los trabajadores van a ir mañana como ovejas al matadero. No se van a respetar los protocolos, no se van a guardar las distancias y no va a haber equipos de protección adecuados para preservar la salud de quienes se reincorporen a su puesto de trabajo. Esto provocará un efecto rebote que nos afectará a todas y a todos, incluidos los y las que estos días hemos estado prestando servicios esenciales.
El riesgo es evidente y las consecuencias pueden ser irreversibles, tanto a nivel humano, el más importante, como a nivel social, porque un aumento de las muertes y los contagios van a dar argumentos y alas a quienes hasta ahora no tenían más recursos que los de mentir, manipular y atemorizar.
Ese totalitarismo, que siempre ha priorizado el lucro económico al bienestar del trabajador, que siempre ha peleado para escamotearnos cualquier derecho laboral adquirido, ve ahora como es el propio gobierno quien está haciendo su trabajo. Después, con la faena acabada, solo les quedará esperar...
Puede que me esté dejando arrastrar por el pesimismo, puede que el gobierno acierte y yo me equivoque. De verdad os lo digo: OJALÁ SEA ASÍ.

   DdA, XVI/4463   

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