La que sigue es una larga carta de una enfermera asturiana que ejerce su labor sanitaria en Madrid y ahora está de baja por síntomas compatibles con el virus.Se publica en la edición de hoy del diario El Comercio. Se trata de una enfermera vocacional como tantas otras, a las que desde hace unas semanas se les tributa aplausos a diario desde las ventanas y balcones del país, a compartir con el resto del personal sanitario. La carta de Isabel, además de emocionar, debería convocar a un reforzamiento substancial de nuestra sanidad pública, a la que debemos lo mejor de todas estas semanas, esas más de 50.000 altas hospitalarias: "Hoy solo me consuela que escuchéis mi historia -dice Isabel-. Sé que todos los trabajos tienen lo suyo. Sé que la mayor parte de nosotros tenemos condiciones laborales precarias. Pero ojalá algún día pueda decir:- soy enfermera de vocación y estoy contenta con mi trabajo al completo; Estoy contenta con mi País. ¿Porque sabéis una cosa? No se puede recortar en Sanidad, señores. Porque sin salud no vamos a ningún lado. Porque estamos perdidos. Porque tanto la sanidad como la educación son los cimientos de un país.[..]. Seguiré luchando todo lo que pueda por aquellos pacientes que me echan una sonrisa, por aquellos pacientes que me dicen ayyyy asturianina… por esos ojos que me encuentro de vez en cuando llenos de esperanza e ilusión; por esos pacientes a los que cojo de la mano y les digo, no te asustes estamos aquí, para cuidarte... [...]. Seguiré luchando por una profesión DIGNA, pero ahora más que nunca".
Isabel Rodríguez
Puedo decir que soy enfermera de vocación. Los que me conocéis bien lo sabéis. Con apenas 7
años correteaba por mi casa con un maletín en mano diciendo que era la “enfermera Isabel”.
Cuando cumplí los 18 mi sueño cada vez se encontraba más cerca, solo tendría que intentar
conseguir las notas más altas de bachiller que pudiera y enfrentarme a una prueba de acceso a
la universidad, que en mi comunidad autónoma por aquél entonces era de las más altas de
España. Pase el bachiller, pase la PAU (con muchos nervios) y logré entrar en la facultad de
Enfermería de León. León para mi fueron los mejores años de mi vida, pero me tuve que alejar
unos años de mi familia...
Cuando llevaba un mes estudiando allí me llamaron de la Facultad de Gijón ofreciéndome una
plaza. Era la última en entrar. Lo tenía que decidir en unas horas… A lo cual dije que no, porque
mi curso ya estaba encauzado. Los años de universidad fueron los mejores años de mi vida,
estudiar fue duro, pero me encantó estudiar enfermería. La carrera que siempre quise... No
sabía lo que vendría después.
Tras acabar la carrera me volví a Gijón, y estuve allí 1 año viviendo. En ese año trabajé con el
SESPA 13 días para ser exactos (13 días de 365! Guau…). El resto del tiempo me ganaba la vida
dando clases como monitora de spinning. Estar como demandante de empleo en el Sespa( y
como en cualquier otra comunidad autónoma) me generaba mucho estrés, vivía pegada a un
teléfono… en cualquier momento podía sonar y si no lo cogía, o no aceptaba el contrato sería
sancionada con un año sin poder trabajar.
Durante la carrera me fui dando cuenta de que mi vocación aparte de la enfermería era la
Enfermería de Urgencias y Emergencias. Una profesora maravillosa también ayudo mucho para
que sucediera ésto. Necesitaba aprender más, llenarme de conocimientos y por ello decidí
irme a vivir a Madrid. Me Gustaba el paciente crítico así que empecé mi primer experto. Me
acuerdo que hice cola una noche entera en la calle para poder entrar dentro de las plazas que
tenía el curso. Era diciembre y hacia mucho frio. Aun así, aguanté y conseguí inscribirme.
Tras unos meses, mi primer contrato en la publica llegó. No era lo que verdaderamente me
entusiasmaba “la planta” pero eso me daría puntos, poco a poco, para poder llegar a donde yo
quería llegar. Poco a poco fui enlazando contratos en el hospital, trabajando como todas mis
compañeras… festivos, nocheviejas, domingos, repito como todas nosotras.
Cada año me peleaba con muchas administraciones para poder entregar mis méritos
correctamente, mis horas de los 20000 mil cursos que hacia al año para poder tener “puntos”.
Algunos de mis compañeros se fueron a trabajar fuera. Inglaterra, Portugal… otras decidieron
hacer especialidades…matronas… (lo que les conllevó 1 año de estudio + 2 años de
residencia)pero consiguieron ser lo que ellos querían.
Tres años después de acabar mi carrera ya tenía 3 expertos en cuidados críticos y 1 en camino a
punto de finalizarse. 3 años después seguía trabajando en una planta, que, pese a seguir
siendo algo que no me entusiasmase, pues me daba de comer y me acercaba poco a poco a
tener los puntos necesarios para empezar por fin, algún día a tener un contrato a jornada
completa más o menos decente.
Voy a profundizar en la planta. Amo a mis pacientes. Intento recordar con todas mis fuerzas mi
vocación, pero a veces una toca fondo cuando sale a las 8 de la mañana con un careto de
fantasma indescriptible, después de llevar 10 horas trabajando, llevando a 16 pacientes, con un
nivel de estrés máximo, un caos horrible y un descontrol inexplicable. Mis compañeras me
intentan consolar, a la vez se consuelan ellas también. Decían: es lo que tiene ésta profesión
isa, tenemos que comernos mucha mierda para poder llegar a tener algo medianamente
“digno”.
Pues bien voy a hacer un apunte que me parece importante. Después de todo esto, para poder
llegar a tener un trabajo fijo tendrás que someterte a las conocidas “oposiciones” y da igual lo
mucho que estudies… que como no tengas mínimo 12 o 15 años trabajados no vas a poder
conseguir plaza, a no ser que seas un lumbreras, y aún asi ni con esas. Algunas compañeras son
auténticas heroínas para mi… Trabajan, tienen hijos, y han podido estudiar a duras penas para
con casi 35-40 años conseguir su plaza fija. ¡Mención especial el dinero que una enfermera se
gasta a lo largo de su vida en postgrados, especialidades, cursos, sindicatos, colegios, tasas de
exámenes!, academias, traslados…
Tres años y medio después… llega por fin mi primer contrato en urgencias. Contenta, alegre,
por fin voy cumpliendo mi sueño!!!!!!!. Y Llega esta pandemia. Pero como las cosas en la
enfermería no podían ser de otra manera; Me encuentro compañeras que no tienen Epis,
Mascarillas reutilizadas en incluso 2 o 3 turnos. Me encuentro el miedo de poder contagiarnos.
Y aquí estoy yo en mi casa. Llevo 13 días de baja, por síntomas compatibles con Covid, Sola.
Lejos de mi Familia, porque el SESPA no me ha permitido tener una estabilidad laboral.
Ayer leo en el Facebook que ya somos 19.700 profesionales contagiados en toda España. Y
sabéis qué? Que me apetece llorar. Que mi carrera de enfermería es una carrera sin fondo. Que
no se ya si mi vocación se ha ido o sigue aquí. Que no sé qué va a ser de nosotros. Que no se si
cuando todo esto acabe, volveré a ser esa persona pegada a un teléfono pendiente de recibir
un contrato de 15 días y con miedo de no decir que no, para ser sancionada un año entero.
Que pienso en mis pacientes, que me necesitan, más que nunca… Pero quién piensa en
nosotros y nosotras? Quien nos protege? quien nos da condiciones dignas? quien piensa en la
importancia de nuestras vidas? en nuestra estabilidad …en nuestras condiciones tanto físicas
como psicológicas…
Quiero recordar a esa niña, ilusionada… que gritaba por todos los sitios quiero ser
enfermera!!!!!!! pero sinceramente… ésto hoy no me consuela. Hoy solo me consuela que
escuchéis mi historia. Sé que todos los trabajos tienen lo suyo. Sé que la mayor parte de
nosotros tenemos condiciones laborales precarias. Pero ojalá algún día pueda decir:- soy
enfermera de vocación y estoy contenta con mi trabajo al completo; Estoy contenta con mi
País.
¿Porque sabéis una cosa? No se puede recortar en Sanidad, señores. Porque sin salud no
vamos a ningún lado. Porque estamos perdidos. Porque tanto la sanidad como la educación
son los cimientos de un país. Porque si quieren cuidados de calidad, cuídennos primero a
nosotros, los “héroes”… sin capa, ni espada, ni escudo. Los de la primera línea. Esos por los que
salen a las 20h a aplaudir todos los días. Os agradezco enormemente los aplausos, pero ésta es
la dura realidad de mi VOCACION ENFERMERA.
Seguiré luchando hasta que mi mente y mi cuerpo aguanten. Porque creo que verdaderamente
mi profesión es maravillosa y más si se tiene vocación. Seguiré luchando todo lo que pueda por
aquellos pacientes que me echan una sonrisa, por aquellos pacientes que me dicen ayyyy
asturianina… por esos ojos que me encuentro de vez en cuando llenos de esperanza e ilusión;
por esos pacientes a los que cojo de la mano y les digo, no te asustes estamos aquí, para
cuidarte…No me voy a marchar y tú te vas a poner bien, y vas a poder con ésto y mucho más,
por los pacientes oncológicos, por aquellos con enfermedades autoinmunes, por aquellos en
los que su vida se tambalea en cuestión de segundos; por aquellos ancianos que están solos
enfermos en el hospital, por los pacientes paliativos, por mis compañeros tanto enfermeras
como auxiliares, como médicos, como celadores y personal de limpieza y muchos más, seguiré
luchando por una profesión DIGNA, pero ahora más que nunca.
DdA, XVI/4460
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