Fueron muchos los accidentes y las enfermedades mortales derivados de aquel arriesgado trabajo de cimentación en terrenos pantanosos e inundables.
Félix Población
El documental Campaneros (ValleProducciones), estrenado hace
cinco años, es obra de Isaac Bazán Escobar y su título y contenido se refieren
a un durísimo trabajo que nada tiene que ver con el de tocar las campanas en
las torres de las iglesias. Lo desempeñaron quienes pusieron los
cimientos de la antigua factoría de Ensidesa en Avilés. A ellos y a cuantos
trabajadores llegaron por los años cincuenta del pasado siglo a la ciudad
asturiana se los conocía por el apelativo despectivo de "coreanos".
Se trataba en su mayoría de inmigrantes provenientes de las provincias del
interior del país, a los que por su nula cualificación laboral y aspecto
depauperado -en los primeros tiempos dormían hacinados en barracones- se los
asoció con las imágenes de la guerra de Corea que por entonces llegaban a
España a través del Nodo, el noticiario cinematográfico de la dictadura.
Antonio Medina Joyera, Jesús Rodríguez Abades, Alfonso Lareo Ouzande, Manuel Martínez Velasco y José Vines Vicente contaron en su día sus experiencias a Isaac Bazán. La llamada Villa del Adelantado de la Florida no pasaba mediado aquel decenio de los 15.000 habitantes, pero con la instalación de la empresa siderúrgica su población crecería hasta llegar a los casi 100.000 habitantes a finales de los años sesenta. Muchos de los trabajadores que encontraron allí su residencia procedían de Extremadura, según se nos informa en el documental, hasta el punto de que se llegó a decir que aquella región tenía tres provincias, contando con la de Asturias.
Isaac Bazán junto a Alfonso Lareo
El realizador asturiano contactó después con el testimonio de los
extrabajadores citados, ya octogenarios y nonagenarios, localizó más
información a través del Archivo Histórico y contó con la colaboración
documental de quienes tenían conocimiento del tema, como Javier Gancedo, director del archivo de Ensidesa. Hasta que
Bazán no inició esa investigación hace más seis años, la historia de los
campaneros de Avilés había quedado velada por el tiempo, como si su asunto
fuera una cuestión tabú, una más entre las que quedaron disueltas en la niebla
del olvido. ¿Por qué?: "Por la misma razón que cualquier elemento de nuestra memoria histórica
lo puede ser: vergüenza, culpa, miedo, rencillas -entiende Isaac-. Hay que
pensar que la sociedad de la posguerra en este país está sustentada por la
supervivencia y el miedo, y si a eso le añades un choque cultural y dudas sobre
la cantidad de muertos, etc., a nadie le interesa desenterrar ese baúl y mucho
menos abrirlo. De una de las cosas que más orgulloso estoy es de ver las caras
del público a la salida del cine, como si se hubiera aliviado del miedo a
reconocer nuestras propia historia".
Eran tan duras y comportaban tantos riesgos las condiciones de trabajo en las
campanas de hormigón que pocos empleados podían soportarlas por un cierto
tiempo, aunque fuera mayor el salario. Hasta los mineros asturianos
acostumbrados al trabajo subterráneo descartaron ese tipo de actividad, una vez
comprobada su peligrosidad extrema, según se nos explica con detalle en la
película. No tuvieron esa posibilidad las brigadas de presos que sí
experimentaron esas condiciones laborales, a cambio posiblemente de una redención
en sus penas. "Aquello era para morirse", repite varias veces Manuel
Martínez Velasco durante el reportaje. Los obreros debían internarse en
aquellas campanas en las que estaban sometidos a constantes cambios de presión
y a imprevistas incidencias, como consecuencia de la mala calidad de los
materiales y la carencia de protocolos de seguridad. Esas campanas, colocadas
sobre los llamados cajones indios, eran unos sistemas de cimentación que
databan de mediados del siglo XIX y se empleaban en los terrenos pantanosos e
inundables. A través de su estructura se inyectaba aire a presión
para eliminar el agua, de modo que los operarios pudiesen cavar la tierra en
seco desde el interior hasta lograr la profundidad necesaria antes de llenarlas
de hormigón. Para hacernos una idea, imaginemos un vaso invertido hundido en
agua al que hay que inyectarle presión para desalojarla.
"Ensidesa era la punta de lanza de la
industrialización en este país. Los accidentes en las campanas eran conocidos
cuando se producía la fractura de un cajón neumático y los obreros morían en el
interior -comenta el realizador-. Esos accidentes, cuando ocurrían en la
campana, eran de los más sonados por la impresión que causaban, pero aparte de
las muertes oficiales existen muchos más casos en los que los obreros
fallecían en sus casas por causa derivadas de ese trabajo: fallos de
descompresión, derrames, embolias... Esos trabajadores morían en sus camas y no
eran contabilizados como fallecidos en el tajo". En el reportaje se citan
los datos que da el periodista Venancio Ovies (no más diez muertes,
oficialmente), pero varios de los campaneros entrevistados hablan de muchos
más, ya fuera por accidente o por enfermedad laboral. El diario La Voz
de Avilés informó el 4 de diciembre de 1954 del desplome de una de las
campanas neumáticas que sepultó a seis operarios.
Alguno de los campaneros refleja en el documental las penosas condiciones de vida en las que discurrieron sus primeros años. El alcoholismo, el juego y la prostitución eran las diversiones más habituales entre una mano de obra que a las penalidades del trabajo unía, en su mayoría, un acentuado desarraigo social, lejos de sus familias y de sus pueblos de origen. Un colchón bajo el llamado Puente Azul servía para que grupos de prostitutas atendieran sexualmente a los obreros más jóvenes y peor retribuidos, mientras que los campaneros con mejores salarios podía permitirse viajes a Gijón y tener mejores condiciones para el trato carnal.
El rodaje de Campaneros, iniciado en 2013, se prolongó hasta
finales del año siguiente. La película ganó el premio al Mejor
Largometraje Documental del Festival Internacional de Cine y Arquitectura
Ficarq, ex aequo con Escapes de gas, de Bruno Salas. También fue
proyectado en el Festival Cinetekton de Puebla (México) y en la Semana
Internacional de Arquitectura de Valladolid. Hoy sigue a la venta en
formato DVD y puede verse en plataformas digitales. Se trata de un reportaje
cinematográfico muy valioso y digno de ser difundido y debatido entre las
más jóvenes generaciones, aquellas que quizá se pregunten por qué nos sentimos
tan desconsolados e indignados al saber durante estas semanas que están
muriendo por un maldito virus en la soledad de las residencias de mayores miles
de compañeros de la misma generación que los campaneros de Avilés.
Reportajes como este también forma parte de nuestra memoria histórica
y su conocimiento es mucho más necesario en nuestros días que la remota y
emblemática historia del celebérrimo conquistador avilesino Pedro
Menéndez de Avilés para reconocer al país de donde precedemos y homenajear a
las generaciones que lo forjaron. Los campaneros de Ensidesa no tienen una estatua
en aquella villa como la de El Adelantado, pero bien se les podría distinguir
-por tarde que sea- con una mención en el callejero avilesino. Sus brazos
sentaron literalmente -con riesgo para sus vidas- las bases de la industria que
hizo crecer aquella villa.
Isaac Bazán cree haber homenajeado a esos hombres con su película: "Cuando
haces un trabajo de este género -comenta- es muy fácil caer en un error de
juicio y creer que conoces toda la verdad apoyándote en un atril. Si hubiese
pretendido dar un punto de vista solo reivindicativo, el mensaje de los
verdaderos protagonistas perdería fuerza y volveríamos a la misma mierda de
siempre. Los protagonistas son ellos, no tú, y tienes que saber distanciarte a
pesar de tu propia opinión, que obviamente te martillea la cabeza
constantemente".
De quienes prestaron su voz y su memoria para este film sólo vive actualmente Alfonso Lareo. Sus restantes compañeros ya han fallecido, habiendo prestado antes su testimonio para que el silencio acumulado tantos años sobre las campanas de aire comprimido de Ensidesa se rompiera por fin.
*Artículo publicado también en elsaltodiario.com
DdA, XVI/4460
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