lunes, 30 de marzo de 2020

¿POR QUÉ DONAN LOS RICOS?


La campaña de "caridad" de los ricos no es una prueba de su bondad sino una estrategia bien diseñada para mantener arteramente sus privilegios tras la crisis.

Alejandro Álvarez

Los ricos, sobre todo los que tienen mucho poder económico, suelen tener también mucha información, porque están bien asesorados, y saben lo que la gente siente en sus entrañas o en sus molleras. Por eso reaccionan con prontitud para corregir cualquier movimiento que pueda modificar el statu quo que les conviene. En el año 2014, en plena crisis, cuando vieron que Podemos, una fuerza que cuestionaba el modelo neoliberal gestionado sin cambios por el PSOE o por el PP, crecía peligrosamente para sus intereses, movieron inmediatamente ficha y, en cuestión de semanas, pusieron en marcha en todo el estado a Ciudadanos, una fuerza que, presentándose con una máscara progresista y un discurso que copiaba al de Podemos, fuese capaz de atraer a una buena parte de los votantes descontentos con el bipartidismo. Y lo lograron, impidiendo que Podemos se convirtiera en la primera fuerza política de este país e hiciera temblar sus privilegios.
Ahora los ricos y, sobre todo los súper-ricos, en plena crisis sanitaria y económica, han leído también muy rápido la situación de descontento que se extiende por las calles y las redes sociales pidiendo responsabilidades por los borrachera de recortes y privatizaciones que han debilitado nuestro sistema sanitario y nuestro sistema social, que han acabado con nuestra seguridad y la solidaridad con las clases sociales más vulnerables en las situaciones de crisis. Y han visto a mucha gente abogando por un nuevo modelo socioeconómico basado en la cooperación, en el reparto justo, en políticas sociales potentes y en unos servicios públicos capaces de dotar de cierta seguridad a toda la población, como derechos universales, independientemente del nivel social y/o económico. Incluso, en no pocos casos, han escuchado a personas pidiendo un cambio de modelo político y económico en una dirección que cuestiona sin ambages el modelo capitalista.
Por eso han reaccionado también rápido, como en la anterior crisis, para tratar de minimizar o redireccionar el descontento de esa gran parte de la población. En esa estrategia hay dos líneas de acción claras: por un lado, la demonización del potencial enemigo, de ahí esa campaña contra el líder de Unidas Podemos, fuerza que cuestiona el statu quo neoliberal; de otro, el ensalzamiento o incluso la “divinización” propia, es decir, la clase de los ricos, aunque sean en realidad los han provocado en parte el descontrol. No importa: los pirómanos siempre pueden adoptar el papel de bomberos y, con los medios a su favor, convencer a una parte de la ciudadanía de cualquier cosa, incluso de que las gacelas se comen a los leopardos.
Esto es lo que explica la campaña de imagen que los súper-ricos han lanzado para presentarse como magnánimos donantes de recursos para “salvar” la sanidad, socorrer a los necesitados, ayudar al país en estos momentos de zozobra. La intención de convertir sus “donaciones” en una campaña de imagen se pone de manifiesto en el uso continuo de “sus medios” (que son la mayoría de los medios de comunicación) para que llegue a todos su “generosa” donación. Los ricos también son buenos, nos vienen a decir; su solidaridad nos salva, parece que desean inocular en la mente de la gente. En esa campaña cuentan con colaboradores a sueldo o servidores que esperan un premio en el futuro: son esos que salen cada día diciendo lo buena que es “la colaboración de lo público y lo privado” o pregonan por todas las ondas y tabloides las bondades de los súper-ricos, proponiendo para ellos, aplausos, bendiciones y altares.
¿Por qué esa campaña? Porque temen lo que pueda suceder tras la crisis y están preparando la salida, cuidando la imagen, vendiendo bondades que en el futuro sean rentables. Están invirtiendo. Ellos saben que hay que invertir en el presente (“donaciones”) para ganar en el futuro. La inversión ahora garantiza la ganancia en el futuro que se acerca después de la crisis. La propaganda tiene su rentabilidad. Saben que el gasto en publicidad tiene su retorno después en ventas, en beneficios. Y el lucro que esperan obtener de esa campaña de “dádivas” es el mantenimiento de la actual situación. Ahora, los ricos, y más aún los súper-ricos, pagan menos impuestos que los asalariados o las pequeñas empresas. Las posibilidades que tienen para eludir impuestos son muchas. Y las aprovechan. El cambio de esa situación podría suponerles muchos millones en impuestos, cientos en algunos casos individuales, miles de millones como clase social. O, quizás, algo mucho peor para ellos: que el cabreo que detectan lleve a la gente a plantearse el cambio de sistema, a cuestionarse no solo el modelo de capitalismo, sino el capitalismo mismo. Cualquiera de las dos opciones les parece muy peligrosa. Y han sacado sus armas (sus medios económicos y sus medios propagandísticos) para frenar ese peligro, dividiendo el mundo entre los malos (los que ponen en cuestión el statu quo que les favorece, como Unidas Podemos y su líder) y los buenos (los ricos, que hacen caridad, hacen donativos para salvarnos de la pandemia). El pensamiento binario funciona y, si tienes lo medios suficientes para inocularlo, sales ganando. Y ellos los tienen y los aprovechan. Cierto que no pueden convencer a todos. Hay gente que ha creado suficientes anticuerpos para luchar contra ese virus propagandístico. Su experiencia vital los ha inmunizado. Pero lo que les importa es tener el número suficiente para “imponer democráticamente” su modelo, el que les beneficia. Y cuando no pueden hacerlo “democráticamente” tienen otras salidas. La historia así lo certifica.
La campaña pone de manifiesto, al tiempo, la concepción del Estado que tienen los ricos en su mollera: un Estado de caridad, de beneficencia, en el que los individuos no tienen derechos; solo hay servicios por los que se tiene que pagar pues el Estado no debe tener ninguna función redistributiva de la riqueza mediante políticas impositivas y de servicios públicos. "Es el mercado, amigo", el que debe encargarse de ello. Y el que no esté bien posicionado, que se fastidie. Y para situaciones de extrema necesidad está la caridad filantrópica de los ricos, que sirve para dos cosas muy valiosas para ellos: lavar su conciencia, ahormada en el pensamiento judeocristiano, e inocular en los que sufren su modelo y sus políticas, es decir, en los currantes, la idea de que el socorro no debe venir de la justicia distributiva sino de la caridad de los de arriba y, por tanto, no se debe cambiar esa pirámide ni ese modelo de Estado, en el que el mercado marca la pauta. Para los ricos no solo es un peligro que la mayoría social pueda pretender un cambio revolucionario del modelo político y económico, sino que consideran un grave riesgo para sus intereses el que se vuelva a un modelo de Estado en el que se planteen como inherentes a nuestra condición de ciudadanos o ciudadanas ciertos derechos en sanidad, educación, servicios sociales, renta mínima, pensiones, etc., en definitiva, un modelo en el que se plantee un papel mucho más activo del Estado en la redistribución de la riqueza socialmente generada que el que el Estado tiene en el modelo neoliberal que se ha impuesto en las últimas décadas. Y contra eso va su campaña. No lo olvidemos.


La imagen puede contener: una persona, texto que dice "gerardo tecé @gerardotc Que le cantes cumpleaños feliz a Amancio no es problema. Como si le quieres cantar rancheras rancheras a Bertín Osborne. El problema es que no te enteras que la sanidad necesita financiación, no limosna. Y que la financiación viene de pagar impuestos, no de hacer ingeniería fiscal. 15:29 29 mar. 20 Twitter for Android"




     DdA, XVI/4450    

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