Félix Población
Debería haber vivido lo suficiente como para comprobar que el Gobierno en curso cumplió con lo debido: que un torturador de la dictadura no siguiera en posesión de sus medallas y distinciones. Pero el maldito virus acabó antes con José María "Chato" Galante (Madrid, 1948), ayer por la noche, tal como han informado sus amigos y compañeros. Galante formaba parte de la asociación de expresos políticos La Comuna y había sido militante de la Liga Comunista Revolucionaria en su juventud. A la edad de veinte años fue detenido, torturado y encarcelado por su participación en protestas estudiantiles. Hace dos años se querelló por presunta delito de lesa Humanidad contra el torturador, alias Billy el Niño, al que la democracia española no privó de sus distinciones durante cuatro décadas, fueran cuales fueran los gobiernos que se ha venido sucediendo. El testimonio de Galante, como el de otras víctimas de la dictadura franquista, consta en el excelente film documental "El silencio de los otros, de Almudena Carracedo y Robert Bahar. "Todos sus compañeros/as estamos destrozados, pero seguiremos en esta lucha. Él era un imprescindible. Que su trabajo no haya sido en balde", han escrito este domingo sus allegados en las redes sociales.
Juan Antonio González Pacheco (Cáceres, 1946) sigue entre nosotros -respetado al parecer por el maldito virus-, en posesión de sus cuatro medallas, cuatro, que incrementan su remuneración como pensionista en un 50 por ciento gracias a las contribuciones de todos nosotros, entre los que figuraba hasta ayer su torturado, Chato Galante, cuya mejor distinción es la de habitar para siempre en la memoria democrática de este país. Se la ganó a partir de su reacción por el asesinato de Enrique Ruano. Entonces, entre 1963 y 1977, en torno a 50.000 personas pasaron por los llamados tribunales de Orden Público: "La muerte de Ruano hizo que mi objetivo en la vida -recordaba Galante- fuera acabar con aquello. No se podía vivir en un país en el que pasaban esas cosas". Si el virus hubiera acabado antes con el torturador, como podría darse el caso, se habría ido con las medallas en la solapa y después de haber confraternizado hasta hace bien poco con su excolegas en las comisarías españolas.
DdA, XVI/4449
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