Jaime Richart
Después de haber estado bombardeando desde los
medios de comunicación la atención de la ciudadanía, haciendo casi cada hora un
constante conteo de los contagiados, de los que están en cuarentena y de los
fallecidos como si fuesen personajes famosos del cante, del toreo o de la política;
sobre todo, atentando contra la frágil estabilidad psicológica de los mayores
que en general se pasan el día pegados a
la radio y la televisión, bajo pretexto del “deber de
informar” que asume el periodismo, y después de cundir el pánico que ha llevado
a tantos a vaciar los supermercados, ahora los
medios dan paso a los sanitarios para que se esmeren en transmitir tranquilidad
a la población. Bonita fórmula que me recuerda al juego de trileros de mala
muerte...
Ya lo dije de otro modo en mi anterior artículo.
Ahora insisto en que detrás de todo esto me sospecho que ha de haber una
conspiración contra la Humanidad por razones varias y coordinadas. Me importa
poco que la OMS haya declarado esta gripe pandemia. Hoy día no hay nada,
absolutamente nada, que no esté falseado, manipulado o corrompido, o no sea
sospechoso de serlo. Mi tesis es la siguiente: como en todo colectivo, sea de
políticos, de jueces, de científicos o de comerciantes que ha de tomar una
decisión, un sector de la OMS se impone a otra que disiente, y se abren las
compuertas a una situación psicológica similar a la neurosis bélica... Lo que
queda por saber es a qué ocultos motivos obedece. Tenemos que no dar crédito a
bulos, se nos dice. ¿Cómo podemos distinguir lo veraz de lo manipulado? ¿A quién
hemos de creer? ¿A quienes representan el poder establecido del momento? Pero ¡si
los bulos, las mentiras, las verdades a medias pueden salir tanto de un
ministerio como de las redes sociales! Los poderes de toda índole están
completamente desacreditados para quienes ya tenemos una edad, hartos de
asistir toda la vida, sea en el ámbito que sea, a trampas, conspiraciones y complots.
A fin de cuentas es mi teoría que la “realidad”, las “realidades” del mundo, en
todos los planos, no son más que el resultado de un consenso de reducidas minorías...
Cuando escribí Psicosis de la estupidez, sobre
esa insania que ha provocado la “información”, todavía las autoridades no habían adoptado esas aparatosas
medidas de prevención de cerrar centros de enseñanza, cancelar toda clase de
espectáculos, etc. para encarar el virus gripal que, como siempre, afecta sobre
todo a ancianos a quienes a
falta de defensas las complicaciones se los lleva por delante. A
diferencia de otras temporadas tan virulentas como ésta (Ébola, Aviar
o Asiática, etc) la manera de tratar los medios de comunicación ha sido
y es espeluznante. Y todavía ni siquiera la OMS se había pronunciado. Pero sigo
creyendo que la respuesta de esta sociedad occidental y especialmente la española
(no sé cómo proceden los medios en otros países), quizá arrastradas por China
que alberga casi un quinto de la población mundial y ese dato y su sistema
sociopolítico pueden explicar más razonablemente sus registros de
comportamiento muy diferente, pertenece a la hybris, como llamaban los
antiguos griegos a la
desmesura.
Pues hoy día se desconoce qué es prudencia, qué es templanza y qué es moderación...
salvo para pedírnosla a quienes oficialmente somos radicales porque no
atendemos tanto a los efectos perniciosos como a la raíz de los males, es
decir, la causa de la causa.
En la toma de Constantinopla, allá por los años
1453, tras haber intentado su conquista durante siglos los otomanos,
consiguieron por fin traspasar sus dos murallas. No por los cañones y el arrojo
de los soldados, sino porque en la fortaleza se habían olvidado sus cancerberos
cerrar una pequeña puerta llamada kerkaporta, por la que se colaron poco
a poco las fuerzas turcas. Así es la inteligencia humana que a tantos ufana y
de la que tantos se vanaglorian.
Pues bien, eso pasa mucho más a menudo de lo
que imaginamos al Poder, a los poderes. El poder suele pasar por alto lo grave
y se ceba con lo insustancial. Bien está ser precavidos, evitar contactos físicos,
lavarse, lo normal para evitar contagios. Pero es imposible no pensar que no se hayan calculado los efectos que a priori podía
producir esa máquina de “información” sobre una gripe cuyas consecuencias
distan muchísimo de los contagiados y fallecidos de la temporada anterior, por
ejemplo. Por eso nos hace pensar si como desde siempre quienes han promovido
las guerras son los que luego se han enriquecido hasta la náusea, en este caso no habrá oscuros propósitos entre los
que se encuentra, entre otros, afectar a las Bolsas y enriquecer a muchos de
muy distintas maneras. O bien desviar la atención que atrae las consecuencias
desastrosas del cambio climático.
Yo he estado al lado de griposos varías veces
en mi vida y nunca he sufrido el contagio. Como no sufren contagio infinidad de
médicos que tratan con sus pacientes. El contagio se produce en quienes están
predispuestos, por vía de propensión. En otro tiempo hubo campañas para llevar
a la gente a vacunarse contra la gripe. También estridentes, pero ni de lejos
llegaron a estos extremos casi circenses. Luego resultó que la vacuna en muchos
casos trajo complicaciones y en otros no sirvió de nada, se cogía a pesar de
todo la gripe porque el virus, como el informático más reciente, es imposible
de predecir. Hoy no creo que médicos que la aconsejen... Todo es igual. La
ciencia médica es muy relativa. Tanto, que más allá de aconsejar higiene y
evitar la cercanía de griposos o resfriados, no puede responder con ninguna
garantía. Por lo que se infiere que lo único razonable que cabe es, además de
la higiene, tomar las precauciones normales frente a cualquier enfermedad
contagiosa que, por cierto se contraen a menudo en los propios centros de salud
y en hospitales con eso que genéricamente llaman virus hospitalario pero tras
lo que debe haber una panoplia variada de ellos...
En definitiva, una cosa es ser precavidos y
atender especialmente a la higiene personal, y otra cosa es atosigar y abrumar
a la población, como si estuviésemos ante la peste bubónica, hasta ser peor el remedio, es decir, la obsesión,
la neurastenia, la psicosis o el pánico, que la enfermedad: la gripe. Pues, a
menos que la gente se meta en la cama y haga por su cuenta una cuarentena, el
peligro de contagio no se va a evitar por mucho que los medios cumplan con su
abominable “deber de desinformar”. Cafés, supermercados, transporte público o
el ascensor de tu casa pueden ser la kerkaporta por donde se cuele la
gripe que, salvo complicaciones, lo único que va a suceder es que te obligue a
permanecer en cama una semana a base de limón y paracetamol...
DdA, XVI/4433
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