martes, 24 de marzo de 2020

ELIJAN: LA BARBARIE O EL BIEN COMÚN NOS ESPERAN

Dedicado a mis compañeros del hospital Clínico de Zaragoza: Limpiadoras, enfermeros, celadores, auxiliares, médicos, lavanderos... y al resto de hospitales y centros médicos de nuestra geografía. Pero también a todos y cada uno de los que se están jugando la vida en residencias, supermercados, a los barrenderos, panaderos, a los policías y a los militares.. a todos y cada uno que dan el mil por cien para protegernos a los demás. Ellas y ellos son el germen del nuevo mundo que alberga mi corazón. Ellas y ellos son los auténticos patriotas.  ¡Juntos venceremos!



Ana Cuevas

"Estamos en guerra"- es la declaración que casi todos los líderes mundiales utilizan para definir la crisis pandémica que estamos atravesando.
Pero, ¿qué clase de guerra es la que estamos padeciendo?, ¿cuál es su origen?
En una reunión telemática, organizada hace unos días, por la International Association of  health Policy profesionales de diferentes disciplinas de todo el mundo, desde epidemiólogos hasta economistas y politólogos, intentaron buscar soluciones para paliar los efectos del virus en nuestro mundo.
Una de las conclusiones a las que llegaron es que la epidemia era previsible desde el 2018 y ya se había avisado a varios organismos internacionales para que se tomaran las medidas necesarias para minimizar los daños. 
Pese a las alertas, los países occidentales decidieron ignorar y entrar en una política de recortes sociales y privatizaciones que nos dejaba indefensos ante el drama que estaba por venir. EEUU, pero también Italia y España, actuaron desmantelando la red de protección social, reduciendo el número de camas y profesionales sanitarios y deteriorando, en general, la calidad de vida de los ciudadanos más vulnerables.
El neoliberalismo salvaje que se aplicó durante una década en nuestro país ha retratado la bajeza moral de sus ejecutores a los que no les tembló el pulso para recortar injustamente la sanidad pública, que hoy ovacionan, mientras favorecían por amiguismo a la privada. O a convertir a nuestros ancianos en meras mercancías en manos de bucaneros que escatimaban personal y medios. De aquellos barros vienen estos lodos.
La política de austeridad que implantaron organizaciones como el Banco Mundial, el FMI o el Banco Central Europeo dejaron sin protección a numerosos sectores de la sociedad. Pero también sin herramientas para acometer una plaga del calado actual.
Faltan mascarillas, respiradores, personal sanitario y de limpieza, etc... Pero lo que verdaderamente falta son redaños para asumir un liderazgo que garantice la supervivencia de la ciudadanía.
Hay que intervenir empresas privadas para fabricar a destajo todo lo necesario. Si estamos en guerra, no podemos depender de la filantropía de unos pocos, aunque sea bienvenida, si no dar un paso adelante confiscando y nacionalizando industrias si esto se demuestra necesario.
Un nuevo orden mundial se está gestando y no puede estar en manos de mamarrachos indigentes mentales como Trump, Yeltsin, Putin o López Obrador que anteponen los intereses de los grandes sectores financieros, sus auténticos amos, a la salud y la vida de las personas.
Existe la teoría de que este virus no es casual. Una forma de reestructuración demográfica que se deshará de los viejos y los más vulnerables. 
Una guerra sin bombas atómicas pero más eficaz a nivel global para "limpiar" y controlar a la población del planeta.
Puede que sean los últimos coletazos del capitalismo salvaje pero no por ello hay que despreciar sus peligros.
Como en el "Ángel Exterminador" de Buñuel esta crisis sanitaria hunde sus raíces en la revelación de que las conquistas sociales que creíamos superadas son frágiles como un cordel. Nos está obligando a plantearnos cuestiones como la condición humana y el valor de la sociedad.
Mientras tanto seguiremos confinados, cada uno en nuestras casas, por una fuerza invisible que no nos permite salir y que asoma su guadaña sesgando las vidas y el futuro de los más desprotegidos.
Cuando se abran las puertas, el futuro dependerá de lo que hayamos aprendido. La barbarie o el bien común nos esperan. A cada uno de nosotros nos tocará la responsabilidad de elegir.


    DdA, XVI/4444    

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