domingo, 1 de marzo de 2020

EL ÚLTIMO VIAJE DE ANTONIO MACHADO, AL CINE

Félix Población
Mi estimado y admirado profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, Carlos Taibo, que tan brillante y callada tarea viene haciendo por pueblos y ciudades con sus lúcidas y claras conferencias en los márgenes del institucionalismo, se acordaba en un reciente artículo publicado en su blog (El lector desmemoriado) de Walter Benjamin y Antonio Machado, fallecidos ambos en la frontera con Francia. Benjamin, en Port Bou, y don Antonio en Colliure. El primero se suicidó, a lo que parece, y el poeta de Campos de Castilla fue víctima de la enfermedad y la pena. Aprovecho el texto de Taibo, en el que recuerda el viaje que hubo de hacer Manuel Machado para ir hasta el lugar en el que había fallecido su hermano y encontrarse, una vez, allí con la muerte también de su madre, para unirme y ampliar la sugerencia planteada por mi apreciado profesor: si Carlos reclama un novelista de talento para indagar en ese viaje y recrear las relaciones entre los dos hermanos, yo me permito ir más allá y llamar la atención de algún cineasta también de talento sobre el último viaje y fallecimiento en Colliure de Antonio Machado,  entre cuyos alicientes -y no menor- estaría la recreación de la penosa diáspora republicana, hasta ahora ausente en nuestro cine de creación. Recientemente hemos visto Mientras dure la guerra, el film de Alejandro Amenábar sobre los últimos meses de la vida de Miguel de Unamuno en Salamanca, y bien se puede decir que la acogida ha sido excelente, se esté más o menos de acuerdo con la versión histórica. Me parece que, con García Lorca -del que se hicieron varias películas, entre las que destaca Muerte de un poeta-, Antonio Machado es el otro poeta republicano que más se merece esa atención. Yo diría que sería obligada y necesaria esa también tardía atención.



Carlos Taibo
Mi relación con las fronteras es ambigua. Si, por un lado, me parece lamentable su existencia, por el otro tendré que reconocer que su cruce, más aún si se hace valer en condiciones conflictivas, está lleno de riqueza y emociones. Bastará con que recuerde, en lo que a esto último se refiere, las experiencias por las que hube de pasar, hace un par de décadas y en los Balcanes occidentales, a la hora de transitar entre Serbia y Croacia, entre Bulgaria y Macedonia, entre esta última y Kosova, o entre la república serbia de Bosnia y la federación de Bosnia-Hercegovina.
Hay fronteras que son, de manera muy intensa, receptáculos de historia. Y que son al tiempo, en relación con lo anterior, o al margen de lo anterior, escenarios telúricos. El ejemplo más próximo de cuantos me vienen a la cabeza lo ofrece la frontera franco-española en la región en la que los Pirineos mueren en el Mediterráneo. O, si así se quiere, la frontera que, en virtud de la lógica de los Estados, separa, en la costa, la Cataluña septentrional y la meridional. Hablo del área geográfica, bien pequeña, en la que se dan cita Colliure, Port Vendres, Banyuls, Cervera, Port Bou y, un poco más hacia el interior, Figueres. El peso de esa historia que invocaba se vuelca ante todo, en nuestra cabeza, con el final de la guerra civil española y con el inicio de lo que hoy llamamos segunda guerra mundial. Aunque, y en lo que hace a los últimos años, alguien invocará el nombre de una novela de Javier Cercas, 'Soldados de Salamina', ambientada por aquellos pagos, prefiero acogerme a dos ejemplos más sonoros, a los que, a buen seguro, habría que añadir la huella, poderosa, que esa linde ha dejado en la literatura catalana. El primero, el de Walter Benjamin, ya me ha ocupado en estas páginas. Sabido es que Benjamin murió en Port Bou en septiembre de 1940, tras haber cruzado clandestinamente la frontera franco-española –la ruta, lo sé por experiencia propia, es más dura de lo que pudiera parecer- y ser 'invitado' por la guardia civil a regresar a Francia. Casi todos los datos apuntan a que, en circunstancias difíciles, Benjamin se inclinó por suicidarse. El segundo, el de Antonio Machado, nos coloca un año y medio antes, al calor, o al frío, de la huida de centenares de miles de personas que escapaban del ejército de Franco.
Creo que nadie ha trabajado sobre el azaroso viaje que hubo de realizar –si no estoy equivocado desde Burgos, en donde se encontraba- en febrero de 1939 Manuel Machado, el hermano de Antonio, sabedor del fallecimiento de éste. Supongo que, en coche, cruzó la frontera por Hendaya y buscó la costa del Mediterráneo. Al llegar a Colliure, donde había fallecido el autor de 'Campos de Castilla', se topó con que había muerto también la madre de ambos. Me parece que el viaje en cuestión es materia de lujo para un novelista con talento, tanto más si se empeña en escarbar en la llamativa condición de Manuel, oscurecido por la fama de Antonio. Pocos lugares hay más hermosos, de cualquier modo, que Colliure. No le va a la zaga, eso sí, y en la opinión de Hannah Arendt, el cementerio de Port Bou, en cuya fosa común descansan los restos de Walter Benjamin.

DdA, XVI/4422

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