Vaya por delante que ya cuento con el
contraataque de los “escolásticos”. Pero en cualquier caso, como todo sin
excepción, en este caso, en esta crisis mayúscula humana, compartir o no una
opinión o una óptica depende mucho de la edad del observador, pero también
depende de hacia dónde y hacia qué, con la cabeza fría y no calenturienta,
principalmente se preste atención: si a lo política y a lo coyunturalmente
correcto, o a la sensatez y comedimiento de quienes, ancianos, como es mi
caso, no hemos perdido el juicio, o no ancianos, piensan por su cuenta y
sensata y reflexivamente disienten de la teoría, más bien la excusa, oficial.
Sin embargo, salvo quienes están en el vórtice de esta crisis con toda
probabilidad provocada, contra este más que probable “golpe magistral” a la
economía y a la vida ciudadana, tanto quienes profesamos la moderación y no
nos dejamos arrastrar fácilmente por las prácticas subliminales del poder, como
los fácilmente sumidos pero por otro lado gustosos de la exageración, de la
hipérbole y del escándalo, sentimos la misma “responsabilidad” cívica aun
opinando diferente. Si bien estos, en todos los ámbitos pero también el médico
y el epidemiológico, a nuestro juicio y por experiencias directas, en lugar de
transmitir ordinariamente consolación y esperanza al paciente, ignorando
neciamente el juramento de Hipócrates parecen disfrutar de haberse quitado de
encima voluntariamente la prudencia. Pero tampoco esto es extraño. Al fin y al
cabo es el signo, la mentalidad y la filosofía propios de los tiempos que
vivimos. Tiempos sumidos en la hybris
–desmesura-, en el aturdimiento y en el ansia por los cambios. Pues aquí
tenéis servido el cambio superlativo, el cambio de los cambios, el hachazo a
vuestras vidas que os está haciendo temblar…
Dicho lo cual, todo esto es un
disparate. Me temo que también a nivel
mundial. Pero, tal como se lleva, desde luego un disparate del gobierno
español. Un disparate, en línea con lo que profusamente atañe a la estulticia
humana, magistralmente expuesto por Erasmo de Rotterdam en su obra inmortal
"Elogio de la locura", publicada en 1511.
Si alguien en un recinto grita ¡fuego!, es
segura la desbandada de los que se encuentran dentro, aunque el fuego se apague
fácilmente. Eso es lo que ha sucedido en este caso. Al menos en España. Eso,
si, un gobierno antes no ha sido avisado
por los autores de este golpe de mano y luego no ha ido corriéndose la
voz entre ellos. En todo caso, las meras medidas draconianas adoptadas por el
bisoño gobierno español y la instigación persistente al pánico que practican
los medios de comunicación por un supuesto “deber” de informar del periodismo
(digo supuesto, porque para unas cosas es muy diligente y para otras a menudo
muy graves, es renuente y se las calla hasta cuando le conviene, pasados a menudo
muchos años), ha disparado desde los primeros momentos la estampida.
Principalmente de gente mayor, pero también de débiles mentales, hacia el
hospital ante una tos, un moqueo o unas décimas de resfriado. Así, por eso y
por no estar preparados para la avalancha indirectamente provocada, se han
saturado hasta la bandera todos los centros de salud públicos...
Pero en este asunto, como en tantos otros o
en todos, está visto, varía muchísimo la percepción del grado del desastre
según la óptica del observador y los aspectos en los que repare. Lo decía al principio. Pues, aparte de que las
cifras bailan constantemente en función de la fuente a la que se consulte, en
todo caso hay una enorme desproporción entre los contagiados, los ingresados y
los fallecidos (en la inmensa mayoría mayores con patologías previas) de este
año, y los mismos en temporadas pasadas por gripe común más neumonía. Pero
también desproporción entre las ventajas, léase Altas, y las desventajas,
léase consecuencias en otros aspectos sanitarios colaterales, como son las
crisis psicológicas, las mentales y las nerviosas ante el prolongado
“encierro” sine die. Desproporción y
consecuencias que cuestionan la idoneidad
de lo acordado por los gobiernos autoritarios en defensa de la salud de la
ciudadanía; poniendo públicamente sobre el tapete la idea de si no hubiese
sido preferible abandonar el resultado a lo de siempre: a la selección natural.
Esto, claro está, lo digo como prueba circunstancial, en el caso de que no
hubiese trasfondo. Porque eso es lo que nos lleva a la sospecha. Eso es lo que
nos hacer ver en todo esto una maniobra minuciosamente calculada. Lo que falta
es la respuesta al ¿quid prodest? ¿a quién
beneficia?. Y ya sabemos que el neoliberalismo, es decir, el capitalismo
atroz, no conoce la piedad y detesta el humanismo…
Porque en lugar de esto, en lugar de haber
dejado que la gripe, la neumonía, el virus… hiciesen sus efectos, como siempre
hasta ayer, acabando con la vida de tantos con enfermedades crónicos que quizá
están deseando morir, desde el primer momento, por tierra, mar y aire se ha
utilizado el pánico como arma arrojadiza para conseguir no se sabe bien qué;
provocándose esa estampida que cualquier psicólogo social, cualquier sociólogo
o cualquiera simplemente despejado, hubiera fácilmente previsto. Estampida en
la que se incluye la pronta presencia de tantos políticos que se hacen la foto,
y a los que se les da el Alta uno o dos días después. Esto, además de los
efectos que se irán produciendo a lo largo todavía de al menos tres semanas
más. Incluidos los previsibles suicidios de los que nada se dirá en los medios,
ni se contará su día a día. Medidas adoptadas y comportamiento de los
funcionarios del orden cumpliendo un mandato, que en todo caso empequeñecen o
anulan la personalidad individual, perfilándose como instrumentos al
servicio de los propósitos de quienes son la “causa de la causa”. Esto, por si
no fueran muchas y gravísimas las consecuencias económicas que harán estragos en la vida de
millones y millones, antes y después del crash
previsto que nos espera al final del túnel...
Total, todo un magno disparate que si, por un
lado, a juicio de los gubernamentales, de los puristas, de los ortodoxos y de
los desquiciados, da lugar a la
“conspiraparanoia” de muchos, entre los que me encuentro, por otro incita a
calcular la más que segura conspiración de los poderes político y económico
mundiales contra la población. Movimiento neoliberal orquestado muy probablemente
por el Club Bilderberg, la propia Europa y USA para hacerse con las
riendas del poder y asentar un ordine
nuovo de morfología inimaginable por ahora. Pero en el que el papel moneda,
por ejemplo, desaparecerá poco a poco o con velocidad de vértigo, además de
toda una batería de consecuencias en cadena que en estas condiciones de
debilidad mental generalizada será mucho más fácil implantar...
DdA, XVI/4444
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