domingo, 19 de enero de 2020

TOCA GALOPAR PORQUE, MÁS QUE PERROS LADRANDO, SON HIENAS


Ana Cuevas
 
Las hordas rojas han llegado al poder en Españistán. Les ha votado la gente sí. Pero eso de la democracia solo funciona en estas tierras cuando gana la derecha.  En caso contrario, como sucede ahora, la caverna ultramontana anuncia el advenimiento de Satán, con coleta, y las siete plagas de Egipto.
Y es que el pueblo solo vota bien cuando vota a los que controlan el cortijo. 
Desde la investidura del nuevo gobierno hemos asistido a un despliegue de oratoria y gestos dramatizados hasta el esperpento para avisar a esos santos inocentes que llaman ciudadanía que, por nuestra culpa culpita, los soviets iban a suprimir la propiedad privada y mandar a los disidentes a un gulag. De momento, los únicos que tienen el culo torcido por si se les acaba el chollo son los que han sostenido el establishment para que las corporaciones y grandes fortunas siguieran creciendo a fuerza de exprimir la sangre y el sudor de los trabajadores. Cuando oyen hablar de  la derogación de la reforma laboral o de una fiscalidad justa les salen unos ronchos como puños por todo el cuerpo. ¡Criaturicas!
Otros que han puesto el grito en el cielo, como no podía ser de otra manera, son los obispos. Estos especímenes que van por la vida con faldas y a lo loco adoctrinando a sus fieles en el oscurantismo y la sumisión están encabronados por cuestiones más crematísticas que morales. Lo que pone como motos a los monseñores es que peligre el obsoleto concordato y que tengan que pagar IBI y esas cosas tan mundanas. A dios lo que es de dios y a los obispos lo de dios y lo que pueden chulear al pueblo. Como un derecho de pernada espiritual que ahora ven en peligro. 
El caso es que nadie quiere quemar conventos. Si acaso, devolver el patrimonio usurpado y rendir cuentas como todos los mortales, hablen con el espíritu santo o no. Y así no hay manera de hacer mártires. Solo sacar a colación que el estado pierde cerca de 13.000 millones de euros al año en beneficio de la Iglesia Católica. Un dinero precioso para la educación y la sanidad públicas, por ejemplo.
No, monseñor Cañizares, nadie quiere despojarle a usted de sus rockanrolescas túnicas. Pero eso sí, que sus demenciales looks no lo pague la caja común. Y no es solo por estética.
Decía el caballero de La Mancha que los perros ladran porque se cabalga. Yo solo escucho hienas estos días. Agoreros tragicómicos que vaticinan que España se va a convertir en el noveno círculo del infierno. ¡El Frente Popular!, aullan alertadores los mismos que niegan la memoria histórica.
¡Que vienen los rojos!, berrean los herederos del franquismo contorsionando la voz y la palabra.
El nuevo gobierno monta a pelo en un caballo desbocado y sin doma. Eso es cierto. Sin embargo, el jalear de las hienas puede ser un estímulo.
No hay cosa que una más que un enemigo común. Aquí, el enemigo, va en manada y está echando espumarajos por la boca. Tomen nota. Los que soñamos una sociedad más justa y solidaria les estaremos observando.
A galopar toca.

                    DdA, XVI/4381                 

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