Ana Cuevas
Las hordas rojas han llegado al poder en Españistán. Les ha
votado la gente sí. Pero eso de la democracia solo funciona en estas
tierras cuando gana la derecha. En caso contrario, como sucede ahora,
la caverna ultramontana anuncia el advenimiento de Satán, con coleta, y
las siete plagas de Egipto.
Y es que el pueblo solo vota bien cuando vota a los que controlan el cortijo.
Desde
la investidura del nuevo gobierno hemos asistido a un despliegue de
oratoria y gestos dramatizados hasta el esperpento para avisar a esos
santos inocentes que llaman ciudadanía que, por nuestra culpa culpita,
los soviets iban a suprimir la propiedad privada y mandar a los
disidentes a un gulag. De momento, los únicos que tienen el culo torcido
por si se les acaba el chollo son los que han sostenido el
establishment para que las corporaciones y grandes fortunas siguieran
creciendo a fuerza de exprimir la sangre y el sudor de los trabajadores.
Cuando oyen hablar de la derogación de la reforma laboral o de una
fiscalidad justa les salen unos ronchos como puños por todo el cuerpo.
¡Criaturicas!
Otros que han puesto el grito en el cielo, como
no podía ser de otra manera, son los obispos. Estos especímenes que van
por la vida con faldas y a lo loco adoctrinando a sus fieles en el
oscurantismo y la sumisión están encabronados por cuestiones más
crematísticas que morales. Lo que pone como motos a los monseñores es
que peligre el obsoleto concordato y que tengan que pagar IBI y esas
cosas tan mundanas. A dios lo que es de dios y a los obispos lo de dios y
lo que pueden chulear al pueblo. Como un derecho de pernada espiritual
que ahora ven en peligro.
El caso es que nadie quiere quemar
conventos. Si acaso, devolver el patrimonio usurpado y rendir cuentas
como todos los mortales, hablen con el espíritu santo o no. Y así no hay
manera de hacer mártires. Solo sacar a colación que el estado pierde
cerca de 13.000 millones de euros al año en beneficio de la Iglesia
Católica. Un dinero precioso para la educación y la sanidad públicas,
por ejemplo.
No, monseñor Cañizares, nadie quiere despojarle a
usted de sus rockanrolescas túnicas. Pero eso sí, que sus demenciales
looks no lo pague la caja común. Y no es solo por estética.
Decía
el caballero de La Mancha que los perros ladran porque se cabalga. Yo
solo escucho hienas estos días. Agoreros tragicómicos que vaticinan que
España se va a convertir en el noveno círculo del infierno. ¡El Frente
Popular!, aullan alertadores los mismos que niegan la memoria histórica.
¡Que vienen los rojos!, berrean los herederos del franquismo contorsionando la voz y la palabra.
El
nuevo gobierno monta a pelo en un caballo desbocado y sin doma. Eso es
cierto. Sin embargo, el jalear de las hienas puede ser un estímulo.
No
hay cosa que una más que un enemigo común. Aquí, el enemigo, va en
manada y está echando espumarajos por la boca. Tomen nota. Los que
soñamos una sociedad más justa y solidaria les estaremos observando.
A galopar toca.
A galopar toca.
DdA, XVI/4381
No hay comentarios:
Publicar un comentario