Jordi Évole
La Vanguardia
Recuerdo cuando durante la Navidad en este país
no pasaba nada. La actualidad se paraba el 24 de diciembre con el
discurso del Rey y no se retomaba hasta después de Reyes. Por medio, nos
entreteníamos el 28 encontrando las inocentadas de los periódicos. Hoy
la mayoría de los medios han renunciado a colarnos noticias falsas el
día de los Inocentes, y algunos han decidido hacerlo durante todo el
año. El 31 nos poníamos frente a la tele a ver el especial de Martes y
13, que sería tema de conversación durante días. O esperábamos a que a
una cantante italiana se le saliera un pecho mientras cantaba, que sería
tema de conversación durante años. Un antropólogo podría hacer una
tesis doctoral analizando las nocheviejas televisivas y la evolución de
España en las últimas décadas. Podría titularse: “Del pecho de Sabrina
al vestido de Pedroche”.
Nunca imaginé que un 4 de enero estaríamos pendientes de
una sesión de investidura en el Congreso de los Diputados. En el momento
álgido del 15-M y del “que no, que no, que no nos representan” se hizo
viral una salida en estampida de un pleno del Parlamento. La sesión se
alargó y los diputados salían escopeteados con sus maletas para no
perder el avión que les llevaba a sus casas. Años después los vamos a
ver sentados en sus escaños mientras los Reyes Magos estarán a punto de
empezar sus cabalgatas. Parafraseando a Cayetana Álvarez de Toledo,
algunas de sus señorías pensarán: “No te lo perdonaré jamás, Pedro
Sánchez”.
¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Pues como diría el
torero Juan Belmonte, degenerando. Porque el punto en el que estamos es
el mismo en el que estábamos cuando Pedro Sánchez le ganó la moción de
censura a Mariano Rajoy. Y tampoco se montó tanto lío. Los apoyos que
va a recibir el PSOE el próximo 7 de enero van a ser casi idénticos, con
alguna excepción. Tras las elecciones del 28 de abril, el PSOE podría
haber logrado la investidura con más tranquilidad que ahora. Y haría más
de medio año que tendríamos gobierno (aunque nunca sabremos si hubiese
sobrevivido al tsunami de la sentencia y los disturbios posteriores por
las calles de Barcelona). Igualmente pienso que la repetición electoral
fue una idea nefasta, con una campaña electoral en la que el PSOE se
empeñó en buscar el voto de Ciudadanos con un discurso durísimo contra
el independentismo catalán, olvidando que fueron los votos de los
diputados independentistas los que los llevaron a la Moncloa. Por eso
ahora es hasta normal que les caiga la del pulpo. Demasiadas
contradicciones en muy poco tiempo. A la maldita hemeroteca le puede dar
un ictus repasando las declaraciones del líder socialista durante el
último año.
Pero Pedro Sánchez, que vuelve a sobrevivir a otra batalla
(si ningún Tamayo ni ninguna descarada jugarreta de la Junta Electoral
se lo impide), ha tenido un aliado impagable: la reacción iracunda de
sus rivales. La oposición está actuando de una forma tan
exageradamente furiosa, que se está convirtiendo en el mejor balón de
oxígeno para el presidente, reportándole nuevos aliados.
Con dos movimientos (el pacto con Unidas Podemos y la
negociación para lograr la abstención de Esquerra) el PSOE ha conseguido
que se inicie el deshielo de dos bloques que en algún momento
parecieron graníticos: el bloque del 155, al que perteneció el propio
PSOE, y el bloque del independentismo unilateral.
Algo se ha movido. Y el movimiento es más profundo
de lo que parece. Nada será igual. Ni en Catalunya ni en el resto de
España. Teniendo en cuenta que con la unilateralidad y la represión
sólo hemos ido a peor, bienvenido sea el deshielo. Bienvenidas las
grietas en ambos bloques. La caza del traidor será deporte nacional
estos días tanto en Madrid como en Catalunya. Porque lo que más temen
los cazadores es que la jugada les salga bien a los que han perdido el
miedo a ser tildados de traidores.
DdA, XVI/4369
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