viernes, 10 de enero de 2020

EL "CAZADOR DE ROJOS" QUE ENTREGÓ A COMPANYS*


Félix Población

Nieta de Pedro Urraca, el agente franquista que desde Francia condujo a la frontera al president de la Generalitat Lluís Companys para ser fusilado después por la dictadura, Loreto Urraca Luque (Madrid, 1964) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, y se ha servido para escribir este libro de abundante e inédita documentación archivística y familiar.  Se trata de una indagación histórica en formato novelado que el lector seguirá con interés porque, además de sondear en la trayectoria biográfica de su antepasado, el libro refleja los años de ocupación vividos en Francia hasta la liberación del país por las fuerzas aliadas. 

Llegada esa liberación, Pedro Urraca Rendueles fue condenado a muerte en rebeldía por sentencia del 15 de octubre de 1947 dictada por el Estado francés por connivencia con el enemigo, cuando este oscuro policía ya residía en Bélgica y seguía trabajando para el Estado español hasta 1982. Los propósitos de la autora al escribir Entre hienas** quedan muy claros en la carta abierta a su abuelo con la que abre a modo de introducción necesaria esta indagación biográfica sobre su papel como espía franquista en la Francia ocupada por los nazis. 

Todo volvió a empezar, después del fallecimiento de Urraca Rendueles, cuando Loreto se interesó por su vida al leer en el diario El País, en 2008, una reseña de una tesis doctoral  bajo el título de "El cazador de rojos", de la que es autor el historiador Jordi Guixé Coromines, y cuyo protagonista es el abuelo de la autora de Entre hienas, jefe de la policía española establecida en París al ser invadido el vecino país por el ejército alemán. 

A él le corresponde la detención y traslado hasta la frontera española del presidente de la Generalitat Lluís Companys (del que se ofrece una fotografía en Hendaya),  junto a la del periodista y exministro del Interior del gobierno republicano Julián Zugazagoitia, director del diario El Socialista, y su compañero y exsecretario de Defensa, el también periodista Francisco Cruz Salido. Los tres fueron fusilados por la dictadura franquista, sin que corriesen la misma suerte Rivas Cherif, cuñado de Manuel Azaña, y el socialista asturiano Teodomiro Menéndez, también entregados, juanto al anarquista Joan Peiró, ejecutado en Paterna en 1942.  Gracias a la red policial montada por Urraca  se logró espiar los movimientos de estas y otras personalidades republicanas, como el propio Manuel Azaña o Federica Montseny, además de localizar cuentas corrientes y el patrimonio de los exiliados españoles.

Confiesa Loreto Urraca en esa carta a su abuelo que sirve de introducción a su libro que al investigar en su historia se sintió ultrajada, "como si de pronto me hubieran desnudado en medio de la plaza y me hubieran dejado sola y expuesta a la ignominia y al oprobio público". La autora sintió la necesidad de saber y así se enteró de la relación de Urraca con la Gestapo, de sus tráficos ilícitos, de haber intentado deportar a una judía y de la posible intervención de su abuelo en la detención de Jean Moulin, delegado del general Charles de Gaulle para unificar los movimientos de resistencia en Francia, fallecido en un tren cuando era deportado a un campo de concentración.

Las investigaciones llevadas a cabo por Loreto Urraca la llevaron a abrir una página web con el nombre de su abuelo, en la que documenta, entre otras informaciones, el listado de los 800 españoles cuyos nombres fueron citados en 268 informes elaborados por su abuelo y enviados a las autoridades franquistas. Urraca Rendueles llegó  denunciar ante la Gestapo a personalidades de origen judío, como fue el caso de la pintora Antoinette Sachs, hecho decisivo para ser condenado a muerte por su colaboración con los nazis. Antes de eso, huyó a Bélgica con otra identidad y en funciones diplomáticas hasta que prescribió la condena por una amnistía en 1958. 


"Desenterrando tu pasado -afirma Loreto Urraca- te pongo en evidencia y expongo la magnitud de vuestro estrago". Pendientes le quedan a la escritora algunas dudas: si Urraca fue el agente de la Gestapo conocido por Unamuno, si traficaba en el mercado negro, si traicionó a su país para contentar a los nazis. "Mientras busco más datos para recomponer tu verdadera historia -escribe la autora-, intento recuperar del olvido a vuestras víctimas para así liberarme del lastre de tu infamia y poder seguir viviendo con dignidad. Me debes que te rescate de la negra noche en la que deberías haber vivido".

La descripción personal que Urraca Luque guarda como recuerdo de sus abuelos, Pedro y Hélène, no es ciertamente grata. Los conoció a los 18 años y el encuentro fue muy tenso, con una primera impresión repugnante: "Él estaba completamente ciego y ella apenas veía. Se me acercaron mucho, me inspeccionaban, me palpaban, me tocaban y yo retrocedía con la carne de gallina". De su abuela tampoco guarda un buen recuerdo: "Mi abuela Hélène, o Elena como prefería hacerse llamar, era mala persona. Indiferente al sufrimiento ajeno y volcada en su interés personal y en su bienestar. Hizo todo lo posible para destrozar la relación de mis padres hasta que lo consiguió. Manipuladora, se aprovechó de la posición de su marido para conseguir sus fines". Desde 2013, Loreto tiene abierta una página web (www.pedrourraca.info) en la que, bajo el título Pedro Urraca: Los ojos de Franco en Francia, trata de recopilar y compartir datos sobre las personas mencionadas en los informes que su abuelo enviaba desde París.

A la autora de Entre hienas le ha llevado su investigación seis años. Loreto ha vivido seis años destapando un pasado que lleva su apellido. "Me sentía sola, perdida y muy pequeña ante la rotundidad de lo que desvelan los documentos". Desde hoy ese pasado está abierto a otros investigadores y fruto de la apertura en ese campo iniciada por la nieta del protagonista ha sido la publicación a finales del pasado mes de octubre en el diario El País de un artículo firmado por el historiador Eduardo Montagut en el que se afirma que el 25 de enero de 1945 se explicaba en el periódico El Socialista la colaboración entre la policía franquista y la Gestapo nazi, con Pedro Urraca como protagonista destacado de la misma. El artículo no sólo acusaba a Urraca de ser un eficaz sabueso persiguiendo a los exiliados españoles, sino también de robar a quienes acudían por un visado para entrar en España en aquellos momentos en los que muchas personas se jugaban la vida huyendo del nazismo.

 Última foto de Companys en la frontera

El hombre clave en la relación de la policía franquista con Himmler sería el conde de Mayalde. Franco pretendía que se localizasen y persiguiesen a los exiliados republicanos en la Francia ocupada, especialmente a los políticos más relevantes. Los alemanes, por su parte, buscaban la colaboración española en el control de las actividades de los aliados en España, especialmente de los ingleses. Según el artículo, Himmler exigió a Mayalde que en esta tarea de colaboración en Francia se nombrase a responsables competentes. Fueron elegidos con ese fin el general Vigón, jefe de Información Militar, y Gerardo Caballero, director general de Seguridad. El general Vigón designó como representantes suyos en París a Gómez Piñán, jefe del Servicio de Información, y al coronel Barroso, presidente de la Comisión de Recuperación de Bienes Españoles. Barroso sería el responsable de traer desde Roma a Pedro Urraca Rendueles. Se trataba de un policía que era agregado a los Servicios de Seguridad en la embajada de España en la capital italiana.

Como agradecimiento a su diligencia, Urraca no obtuvo ascensos, pero sí se le permitió el control sobre los visados en los pasaportes de los que pretendían entrar en España. Este poder, según el periódico socialista aludido, le permitiría enriquecerse. Los judíos que acudían a él eran atendidos con diligencia ya que les franqueaba sin grandes problemas el visado y les hacía el ofrecimiento de remitirles sus bienes una vez que entraban en España. Pero esas propiedades no llegaban a manos de sus propietarios. Al parecer, hubo una denuncia a raíz de la detención de una persona con visado español en la frontera, lo que motivó el registro del domicilio de Urraca en el 133 de la rue de l’Université. Allí se encontró un verdadero tesoro compuesto por joyas y divisas. Urraca salió airoso del caso gracias a la protección de Falange.

Este espía franquista en connivencia con la Gestapo nazi estuvo al servicio de Estado español hasta 1982, al menos, cuando nuestro país llevaba ya unos años de Transición. Por las notas extraídas de Interior -leemos en una entrevista  con su nieta publicada en el diario El País hace unos años- se puede documentar que accedió al cargo de comisario principal sin necesidad de examinarse, recibió condecoraciones tales como la encomienda de la orden del Mérito Civil (1951) y la de la Orden de Isabel la Católica (1961). Después de jubilarse como policía siguió trabajando para el Ministerio de Asuntos Exteriores en un extraño puesto calificado como "comisario de estadística afecto al Alto Estado Mayor", una cobertura para investigar a emigrantes españoles. Fue nombrado vicecanciller en 1980. Percibió dos pensiones, regresó a España en 1986 y murió el 14 de septiembre de 1989.


 *Artículo publicado en el número de enero de 2010 de El viejo topo

**Urraca Luque, Loreto: Entre hienas. Retrato de familia sobre fondo de guerra, editorial Funambulista, Madrid, 2018

         DdA, XVI/4374       

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