Félix Población
Nieta de Pedro
Urraca, el agente franquista que desde Francia condujo a la frontera al
president de la Generalitat Lluís Companys para ser fusilado después por la
dictadura, Loreto Urraca Luque (Madrid, 1964) es licenciada en Filología
Hispánica por la Universidad Complutense, y se ha servido para escribir este
libro de abundante e inédita documentación archivística y familiar. Se trata de una indagación histórica en
formato novelado que el lector seguirá con interés porque, además de sondear en
la trayectoria biográfica de su antepasado, el libro refleja los años de
ocupación vividos en Francia hasta la liberación del país por las fuerzas
aliadas.
Llegada esa liberación,
Pedro Urraca Rendueles fue condenado a muerte en rebeldía por sentencia del 15
de octubre de 1947 dictada por el Estado francés por connivencia con el
enemigo, cuando este oscuro policía ya residía en Bélgica y seguía trabajando
para el Estado español hasta 1982. Los propósitos de la autora al escribir Entre
hienas** quedan muy claros en la carta abierta a su abuelo con la que abre a
modo de introducción necesaria esta indagación biográfica sobre su papel como
espía franquista en la Francia ocupada por los nazis.
Todo volvió a
empezar, después del fallecimiento de Urraca Rendueles, cuando Loreto se
interesó por su vida al leer en el diario El País, en 2008, una reseña de una
tesis doctoral bajo el título de "El cazador de rojos", de la que es autor el historiador Jordi Guixé Coromines, y cuyo
protagonista es el abuelo de la autora de Entre hienas, jefe de la
policía española establecida en París al ser invadido el vecino país por el
ejército alemán.
A él le
corresponde la detención y traslado hasta la frontera española del presidente
de la Generalitat Lluís Companys (del que se ofrece una fotografía en Hendaya),
junto a la del periodista y exministro
del Interior del gobierno republicano Julián Zugazagoitia, director del diario El
Socialista, y su compañero y exsecretario de Defensa, el también periodista
Francisco Cruz Salido. Los tres fueron fusilados por la dictadura franquista,
sin que corriesen la misma suerte Rivas Cherif, cuñado de Manuel Azaña, y el
socialista asturiano Teodomiro Menéndez, también entregados, juanto al
anarquista Joan Peiró, ejecutado en Paterna en 1942. Gracias a la red
policial montada por Urraca se logró
espiar los movimientos de estas y otras personalidades republicanas, como el
propio Manuel Azaña o Federica Montseny, además de localizar cuentas corrientes
y el patrimonio de los exiliados españoles.
Confiesa Loreto
Urraca en esa carta a su abuelo que sirve de introducción a su libro que al
investigar en su historia se sintió ultrajada, "como si de pronto me
hubieran desnudado en medio de la plaza y me hubieran dejado sola y expuesta a
la ignominia y al oprobio público". La autora sintió la necesidad de saber
y así se enteró de la relación de Urraca con la Gestapo, de sus tráficos
ilícitos, de haber intentado deportar a una judía y de la posible intervención
de su abuelo en la detención de Jean Moulin, delegado del general Charles de Gaulle
para unificar los movimientos de resistencia en Francia, fallecido en un tren
cuando era deportado a un campo de concentración.
Las
investigaciones llevadas a cabo por Loreto Urraca la llevaron a abrir una
página web con el nombre de su abuelo, en la que documenta, entre otras
informaciones, el listado de los 800 españoles cuyos nombres fueron citados en
268 informes elaborados por su abuelo y enviados a las autoridades franquistas.
Urraca Rendueles llegó denunciar ante la Gestapo a personalidades de
origen judío, como fue el caso de la pintora Antoinette Sachs, hecho decisivo
para ser condenado a muerte por su colaboración con los nazis. Antes de eso,
huyó a Bélgica con otra identidad y en funciones diplomáticas hasta que
prescribió la condena por una amnistía en 1958.
"Desenterrando tu pasado -afirma Loreto Urraca- te pongo en evidencia y expongo la magnitud de vuestro estrago". Pendientes le quedan a la escritora algunas dudas: si Urraca fue el agente de la Gestapo conocido por Unamuno, si traficaba en el mercado negro, si traicionó a su país para contentar a los nazis. "Mientras busco más datos para recomponer tu verdadera historia -escribe la autora-, intento recuperar del olvido a vuestras víctimas para así liberarme del lastre de tu infamia y poder seguir viviendo con dignidad. Me debes que te rescate de la negra noche en la que deberías haber vivido".
La descripción
personal que Urraca Luque guarda como recuerdo de sus abuelos, Pedro y Hélène,
no es ciertamente grata. Los conoció a los 18 años y el encuentro fue muy
tenso, con una primera impresión repugnante: "Él estaba completamente
ciego y ella apenas veía. Se me acercaron mucho, me inspeccionaban, me
palpaban, me tocaban y yo retrocedía con la carne de gallina". De su
abuela tampoco guarda un buen recuerdo: "Mi abuela Hélène, o Elena como
prefería hacerse llamar, era mala persona. Indiferente al sufrimiento ajeno y
volcada en su interés personal y en su bienestar. Hizo todo lo posible para
destrozar la relación de mis padres hasta que lo consiguió. Manipuladora, se
aprovechó de la posición de su marido para conseguir sus fines". Desde
2013, Loreto tiene abierta una página web (www.pedrourraca.info) en la que, bajo el título Pedro Urraca: Los ojos de Franco
en Francia, trata de recopilar y compartir datos sobre las personas mencionadas
en los informes que su abuelo enviaba desde París.
A la autora de Entre
hienas le ha llevado su investigación seis años. Loreto ha vivido seis años
destapando un pasado que lleva su apellido. "Me sentía sola, perdida y muy
pequeña ante la rotundidad de lo que desvelan los documentos". Desde hoy
ese pasado está abierto a otros investigadores y fruto de la apertura en ese
campo iniciada por la nieta del protagonista ha sido la publicación a finales
del pasado mes de octubre en el diario El País de un artículo firmado
por el historiador Eduardo Montagut en el que se afirma que el 25 de enero de
1945 se explicaba en el periódico El Socialista la colaboración entre la
policía franquista y la Gestapo nazi, con Pedro Urraca como protagonista
destacado de la misma. El artículo no sólo acusaba a Urraca de ser un eficaz
sabueso persiguiendo a los exiliados españoles, sino también de robar a quienes
acudían por un visado para entrar en España en aquellos momentos en los que
muchas personas se jugaban la vida huyendo del nazismo.
Última foto de Companys en la frontera
El
hombre clave en la relación de la policía franquista con Himmler sería el conde
de Mayalde. Franco pretendía que se localizasen y persiguiesen a los exiliados
republicanos en la Francia ocupada, especialmente a los políticos más
relevantes. Los alemanes, por su parte, buscaban la colaboración española en el
control de las actividades de los aliados en España, especialmente de los
ingleses. Según el artículo, Himmler exigió a Mayalde que en esta tarea de
colaboración en Francia se nombrase a responsables competentes. Fueron elegidos
con ese fin el general Vigón, jefe de Información Militar, y Gerardo Caballero,
director general de Seguridad. El general Vigón designó como representantes
suyos en París a Gómez Piñán, jefe del Servicio de Información, y al coronel
Barroso, presidente de la Comisión de Recuperación de Bienes Españoles. Barroso
sería el responsable de traer desde Roma a Pedro Urraca Rendueles. Se trataba
de un policía que era agregado a los Servicios de Seguridad en la embajada de
España en la capital italiana.
Como
agradecimiento a su diligencia, Urraca no obtuvo ascensos, pero sí se le
permitió el control sobre los visados en los pasaportes de los que pretendían
entrar en España. Este poder, según el periódico socialista aludido, le
permitiría enriquecerse. Los judíos que acudían a él eran atendidos con
diligencia ya que les franqueaba sin grandes problemas el visado y les hacía el
ofrecimiento de remitirles sus bienes una vez que entraban en España. Pero esas
propiedades no llegaban a manos de sus propietarios. Al parecer, hubo una
denuncia a raíz de la detención de una persona con visado español en la
frontera, lo que motivó el registro del domicilio de Urraca en el 133 de la rue
de l’Université. Allí se encontró un verdadero tesoro compuesto por joyas y
divisas. Urraca salió airoso del caso gracias a la protección de Falange.
Este espía
franquista en connivencia con la Gestapo nazi estuvo al servicio de Estado
español hasta 1982, al menos, cuando nuestro país llevaba ya unos años de
Transición. Por las notas extraídas de Interior -leemos en una entrevista
con su nieta publicada en el diario El
País hace unos años- se puede documentar que accedió al cargo de comisario
principal sin necesidad de examinarse, recibió condecoraciones tales como la
encomienda de la orden del Mérito Civil (1951) y la de la Orden de Isabel la
Católica (1961). Después de jubilarse como policía siguió trabajando para el
Ministerio de Asuntos Exteriores en un extraño puesto calificado como
"comisario de estadística afecto al Alto Estado Mayor", una cobertura
para investigar a emigrantes españoles. Fue nombrado vicecanciller en 1980.
Percibió dos pensiones, regresó a España en 1986 y murió el 14 de septiembre de
1989.
*Artículo publicado en el número de enero de 2010 de El viejo topo
**Urraca Luque, Loreto: Entre hienas. Retrato de familia sobre fondo de guerra, editorial Funambulista, Madrid, 2018
DdA, XVI/4374
**Urraca Luque, Loreto: Entre hienas. Retrato de familia sobre fondo de guerra, editorial Funambulista, Madrid, 2018
DdA, XVI/4374
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