Paco Faraldo
La ingesta alcohólica, cuando te pasas, altera a los humanos y da lugar a comportamientos no siempre divertidos.Sin embargo, también produce efectos benéficos 
como facilitar la desinhibición del personal y cuando eso ocurre todo es
 posible;  por ejemplo, que cualquier desconocido te pase la mano por el
 hombro y te cuente detalladamente su aflicción porque acaba de perder a
 un ser querido, o que alguien se desate a cantar su particular 
antología de los éxitos de El Fary. Cantar es una de las reacciones más 
frecuentes a partir del medio decímetro cúbico trasegado y merece ser 
defendida como mecanismo preservador de la pureza de la atmósfera 
tabernaria. Pocas cosas más odiosas que la advertencia “se prohíbe 
cantar” en las paredes de algunos bares, seguida a veces de una 
coletilla todavía más humillante:”bie n o mal”. 
Geográficamente ,
 la pulsión canora aumenta de frecuencia e intensidad según descendemos 
hacia las zonas penibéticas, pero también en la austera Castilla origina
 episodios dignos de registro. Hace unos días entramos Onofre y yo en un
 bar cercano a León, del cual llegaban unas desaforadas voces que de 
igual modo se podían asociar a una bronca entre parroquianos que a una 
exhibición vocal como las que antes referí. En el interior comprobamos 
que la voz que lideraba el grupo quintuplicaba los 85 decibelios 
recomendados por la OMS para mantener nuestra salud auditiva; justo en 
aquel momento, el hombre berreaba con gran convencimiento aquello de “mi
 cantar se vuelve gitano cuando es para ti” y, cada vez más 
congestionado, se acercaba peligrosamente a los últimos agudos hasta 
que, con el vaso de tinto en alto y como brindando a la concurrencia, 
explotó la frase final: “¡de sangre y deeee sol!! La peña batió palmas 
con ganas, excepto un feligrés que, desde su rincón, no paraba de 
murmurar: “que estás en un bar, que estás en un bar”. Nos unimos al 
aplauso y al reparar en los dos desconocidos, el cantor recomenzó su 
interpretación,  por si no 
habíamos disfrutado de ella en su integridad. Lo curioso es que llegando
 a la parte que dice “Granada, tierra ensangrentada en tardes de toros” 
el solista se empeñaba en repetir “Granada, tierra ensangrentada de 
lindas mujeres”, lo cual resultaba bastante inquietante porque en la 
tele del bar, mientras cantaba, estaban informando sobre las cifras 
pavorosas de la violencia de género,  cuya conmemoración caía  
precisamente aquel día. Al parecer, solo Onofre y yo nos dábamos cuenta 
de la inoportuna coincidencia. ¿O no era coincidencia?
Geográficamente
                    DdA, XV/4361                 

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