sábado, 21 de diciembre de 2019

BEBER, CANTAR Y LA COINCIDENCIA


 Paco Faraldo

La ingesta alcohólica, cuando te pasas, altera a los humanos y da lugar a comportamientos no siempre divertidos.Sin embargo, también produce efectos benéficos como facilitar la desinhibición del personal y cuando eso ocurre todo es posible; por ejemplo, que cualquier desconocido te pase la mano por el hombro y te cuente detalladamente su aflicción porque acaba de perder a un ser querido, o que alguien se desate a cantar su particular antología de los éxitos de El Fary. Cantar es una de las reacciones más frecuentes a partir del medio decímetro cúbico trasegado y merece ser defendida como mecanismo preservador de la pureza de la atmósfera tabernaria. Pocas cosas más odiosas que la advertencia “se prohíbe cantar” en las paredes de algunos bares, seguida a veces de una coletilla todavía más humillante:”bien o mal”.
Geográficamente
, la pulsión canora aumenta de frecuencia e intensidad según descendemos hacia las zonas penibéticas, pero también en la austera Castilla origina episodios dignos de registro. Hace unos días entramos Onofre y yo en un bar cercano a León, del cual llegaban unas desaforadas voces que de igual modo se podían asociar a una bronca entre parroquianos que a una exhibición vocal como las que antes referí. En el interior comprobamos que la voz que lideraba el grupo quintuplicaba los 85 decibelios recomendados por la OMS para mantener nuestra salud auditiva; justo en aquel momento, el hombre berreaba con gran convencimiento aquello de “mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti” y, cada vez más congestionado, se acercaba peligrosamente a los últimos agudos hasta que, con el vaso de tinto en alto y como brindando a la concurrencia, explotó la frase final: “¡de sangre y deeee sol!! La peña batió palmas con ganas, excepto un feligrés que, desde su rincón, no paraba de murmurar: “que estás en un bar, que estás en un bar”. Nos unimos al aplauso y al reparar en los dos desconocidos, el cantor recomenzó su interpretación, por si no habíamos disfrutado de ella en su integridad. Lo curioso es que llegando a la parte que dice “Granada, tierra ensangrentada en tardes de toros” el solista se empeñaba en repetir “Granada, tierra ensangrentada de lindas mujeres”, lo cual resultaba bastante inquietante porque en la tele del bar, mientras cantaba, estaban informando sobre las cifras pavorosas de la violencia de género, cuya conmemoración caía precisamente aquel día. Al parecer, solo Onofre y yo nos dábamos cuenta de la inoportuna coincidencia. ¿O no era coincidencia?


                    DdA, XV/4361                

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