Ana Gaitero
Diario de León
Diario de León
Mi padre desayunaba sopas de ajo en una escuilla
de barro. Mi madre guisaba el cordero o el pollo de corral en una
cazuela de Pereruela También recuerdo aquel arcón donde guardaba las
orzas con lomo, chorizo o costilla de cerdo fritos en aceite para
administrar la matanza a lo largo del año. Y las grandes vasijas de
barro que había en el doble (sobrao) con los restos de miel de unos
enjambres que había en el huerto.
Les hablo de palabras y cacharros que casi han desaparecido. Puede
que pronto estas palabras sea expulsadas del diccionario como ínfulas o
ueste, por citar dos de las 2.800 que sacaron del Diccionario de la Real
Academia en un siglo, entre 1914 y 2014, tal y como nos mostró Marta
PCampos en el Musac hace unos meses.
La artista, a través de este proyecto que hizo en colaboración con el
Instituto Cervantes, invitaba a reciclar esas palabras ‘muertas’. Por
ejemplo, cuñadez, otra palabra expulsada del paraíso de la lengua,
podría estar de plena actualidad, si no fuera porque el cuñadismo ya ha
venido a reemplazarla.
Palabras y cosas. Un método de trabajo lingüístico que puso de moda
Fritz Krügger —aquel señor alemán que atravesó La Cabrera a lomos de un
mulo en los años 20 del siglo XX— y que en España se propagó con la
ayuda de Dámaso Alonso y tesis doctorales como la que dirigió a Concha
Casado (El habla de la Cabrera Alta) y a Guzmán Álvarez (El habla de
Babia y Laciana).
Concha Casado acopió palabras sentada detrás del mostrador de la
tienda de ultramarinos que había fundado su abuelo en Truchas. Las
apuntaba en unos papeles que iba cosiendo al mandil. Se dio cuenta de
que la gente perdía la espontaneidad si le veían tomar notas en su
cuarderno de campo.
Era una jovencita recién salida de la facultad. Pero a tenacidad no
había quien le ganara. Lo demostró toda su vida. Cuando en los años 80,
ya jubilada del CSIC, regresó a León no se sentó en un sillón a ver
pasar los días. Removió los pueblos y conventos. E hizo mover el culo a
muchos poderosos.
Esta semana era recordada en Jiménez de Jamuz, en el 25 aniversario
del Alfar Museo como una mujer adelantada a su tiempo por su contribución
a la creación de este museo vivo cuya alma son los cacharros y sobre
todo el artesano que los moldea en el torno y los cuece en el horno.
Martín, entonces; Jaime ahora. Artesanos y artesanas son tesoros vivos de la humanidad, repetía doña
Concha. Se dijo el otro día en Jiménez de Jamuz que iniciativas como el
Alfar Museo son auténticas medidas contra la despoblación. Pequeñas,
pero grandes conquistas.
Concha Casado, como tantas otras mujeres, no es que fuera adelantada.
Iba con los tiempos. El problema es el retraso que llevan las políticas
demográficas y los políticos que ahora entonan el mantra como el
catecismo cuando yo era niña y cenaba sopas de ajo en la escuillina.
Su sentido práctico y capacidad de acción me vino a la cabeza
escuchando el debate de candidatas que alcanzó una altura política y de
miras que no tuvo el de los líderes. Luchar contra la despoblación exige
cambiar la mirada. Y que se lucha contra los desequilibrios
territoriales si se admite que las comarcas olvidadas y vaciadas para
nutrir a las zonas industriosas no necesitan caridad sino justicia. Que
la sanidad, la educación y el bienestar de las personas son un derecho. Y
que ninguna persona es ilegal.
Se lucha por la cohesión social si se admite que la brecha salarial
no es un invento de las locas feministas, ni la digital un llanto
infundado de los pueblos. O que el salario medio es de 1.900 euros no
porque haya muchos trabajadores y trabajadoras que cobren esta cantidad.
Sino porque unos pocos cobran mucho más.
Hoy vamos a votar, con alegría, con cabreo, con escepticismo o
confianza... Ojalá las urnas se llenen de votos de gente que quiere
contribuir a hacer país, ciudad y pueblo con palabras y cosas.
Palabrería hueca nos sobra. Mentiras, no queremos y salvadores de
patrias nos espantan.
DdA, XV/4334
No hay comentarios:
Publicar un comentario