Julia Cifuentes (primera de la izquierda) y sus hermanas
Félix Población
La reinhumación de la momia del
dictador y su traslado desde el Valle de los Caídos al cementerio de
Mingorrubio en El Pardo, televisada a todo el país hace algo más de un mes como
si se tratara de un evento de interés general, parece haber espoleado la
celebración de actos conmemorativos con motivo de la fecha de su muerte y la de
José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española. Que sepamos, el
mismo 20 de noviembre se celebraron misas matinales sucesivas en la basílica en
donde estuvieron enterrados los restos mortales del general durante más de
cuarenta años y en el cementerio en
donde finalmente yacen. En la misma fecha, en horario vespertino, la Fundación
Francisco Franco convocó a una tercera misa por el alma de su idolatrado caudillo
en la parroquia de la Inmaculada Concepción de Madrid. Fue, en este caso, una
de las 16 misas que esa fundación organizó en distintas ciudades de España, sin
que ninguna sea de Cataluña.
Durante este fin de semana está
prevista la marcha con antorchas y correajes organizada por Falange en homenaje
a José Antonio Primo de Rivera, que partirá desde la calle Génova a media noche,
teniendo como destino el sepulcro de su fundador en el Valle de los Caídos,
víctima según la vicepresidenta del gobierno Carmen Calvo de la guerra. En ese
mismo lugar, el domingo, se rezará un Santo Rosario “por la esperanza de la
juventud y la familia española”, casi a la misma hora en que está prevista una
manifestación en Madrid, convocada por la Asociación por la Derogación de la
Memoria Histórica, con escenario final en la Plaza de Oriente.
Mientras leía esta nutrida
agenda de actos en memoria del dictador que con la inestimable ayuda del
nazi-fascismo acabó a sangre y fuego con el primer Estado democrático en la
historia de España, recordé el caso de una de las víctimas del franquismo en
Zamora, oportunamente investigado por Eduardo Martín, del Foro por la Memoria
de esa provincia. Cuenta Eduardo que hace algunos años tuvo una conversación en
Villalpando con una modista llamada Teresa, ya fallecida, y que esta mujer (hermana
de Pilar, Julia, Estefanía y Anisia) le contó que su padre, Román Cifuentes,
fue multado en años sucesivos por las autoridades locales del viejo régimen por
negarse a acudir a la misa que se oficiaba cada 20 de noviembre por el eterno
descanso del alma de José Antonio Primo de Rivera.
Esa fecha estaba bien grabada
por otro motivo en la memoria del sancionado. Se correspondía con el aciago día de 1936 en que un grupo de falangistas
sacó de la cárcel a su hija Julia Cifuentes Veledo para ser asesinada y
enterrada en el cementerio de Zamora. Su madre, Baldomera Veledo, también
encarcelada, presenció la marcha de Julia hacia la muerte, con solo 28 años de
edad. Ese mismo 20 de noviembre fueron inhumadas en la misma necrópolis otras
dos mujeres asesinadas. Una fue Ramona Ortiz Juan, de 45 años de edad, natural y
vecina de Bamba, viuda de Manuel Fernández, con dos hijas de 5 y 7 años que
fueron ingresadas en el hospicio, y la otra Fidela García Sánchez, nacida en La
Aldehuela (Salamanca), de 33, vecina de la carretera de Roales, casada y con
una hija. Junto a las tres fueron enterrados seis hombres, víctimas también de
los seguidores del fundador de Falange Española.
Tal como señala Martín, estos
muertos y los más de 600 cadáveres que fueron sepultados en el cementerio de
Zamora aquel mes de noviembre, procedentes de toda la provincia, no fueron
víctimas de la guerra, pues el frente de combate más cercano se encontraba a 200
kilómetros. El plan homicida respondía a una maquinaria de extermino pregonada
por los propios cabecillas del golpe militar en arengas, discursos y
declaraciones, como las del propio caudillo Franco y las del general Mola,
entre otras. Ese plan se saldó en la ciudad de Zamora con 103 asesinatos durante
ese mes, sin que hubiera resistencia alguna a las tropas sublevadas. De esas
víctimas mortales, 13 correspondieron a mujeres comprendidas entre los 16 años
de Ángeles Flechoso (Cuando la ultraderecha asesinó a dos hermanas adolescentes en Zamora) y los 58 de Emilia Ramos. También en
noviembre se dieron las órdenes correspondientes para llevar adelante la eliminación de decenas
de detenidos en las prisiones de Benavente, Toro y Bermillo de Sayago.
Según Yolanda Allende
Cifuentes, sobrina de Julia, sus abuelos no pertenecían a ninguna organización
política, pero sí asistían a las reuniones sindicales en la casa del Pueblo:
“Tenían una pequeña tienda en el pueblo en la que se vendía de todo, hasta
aperos de labranza. Con eso y las tierras que cultivaban vivían bastante bien.
Mi madre siempre decía que no les faltó para comer y que lo hacían muy bien
para la época. La abuela no era de misa diaria, pero nadie que pasara por
delante de la puerta de su casa pidiendo una limosna se iba con las manos
vacías”.
“Mi madre (Anisia) fue poco a
la escuela, trabajaba en el campo e iba a vender por los pueblos con mi abuelo
Román y una burra, Julia despachaba en la tienda, de pequeña enfermó de
poliomielitis estuvo siete años en una silla sin poderse mover, al final se
quedó coja, pero eso no le impidió ser muy trabajadora en la tienda, en la huerta
y saliendo a vender cuando hacía falta, el tiempo libre lo dedicaba a hacerse
el ajuar”.
Yolanda Allende escribió estas
notas en recuerdo de Julia, tomadas de la memoria oral. En ellas cuenta también
algo, determinante quizá para el futuro de la familia: “Su abuela Baldomera salió
con otras mujeres en una manifestación en contra del alcalde, que encabezaba
una procesión del Corpus Christi. Una de sus compañeras le tiró una piedra al
alcalde, pero las culpas recayeron sobre su abuela. Una de las hermanas,
Estefanía, tuvo un hijo con su marido Quintín, con el que se había casado
civilmente en 1935. La criatura nació
muerta y el cura [Luis Calvo Lozano] desde el púlpito dijo que era un castigo
de Dios porque los padres vivían amancebados. Quintín Gil Calvo, un hombre
joven y guapo, era militante de la CNT y llevaba bien visible la insignia de su
sindicato”. La manifestación a la que se refiere Yolanda fue en protesta por el
concierto que el Ayuntamiento sostenía
con las Hijas de la Caridad, por el que éstas detentaban en Villalpando un
colegio de propiedad municipal, mientras la escuela pública ofrecía un estado
deplorable. La gestora del Frente Popular obligó finalmente a las monjas a
desocupar el edificio municipal en marzo de 1936.
La noche del 24 de agosto, la
patrulla del delegado gubernativo Juan Valera Nieves (apodado sargento Veneno),
enviada por el gobernador civil faccioso (Hernández Comes), hizo las
correspondientes detenciones a instancias de la comisión formada por el alcalde
de la localidad, el médico y el juez, dado que “había en
dicho pueblo elementos de izquierdas que se consideraban indeseables y era
necesario quitarlos del pueblo”. El tal sargento y su patrulla,
según leemos en un anexo de su ponencia “Amparo Barayón: historia de
una calumnia”, del historiador Francisco Espinosa, venía dedicándose desde el 18 de julio hasta
mediados de octubre “a practicar detenciones de individuos que se hubiera
distinguido como desafectos al Movimiento y por sus ideas extremistas, y
adoptar respecto de los mismos y ejecutar las medidas que estimase justas y
convenientes”. Entre esas medidas estaba
la de “dejar muertos en el cementerio de la localidad a quienes hubieran
tomado armas contra la Guardia Civil o fuerza armada”. A ello se negó el juez
de Villalpando, por lo que los asesinatos tuvieron lugar en Zamora. (Al juez,
Juan Esteban Romera, se le abrió expediente de depuración, con las
declaraciones del capitán de la Guardia Civil Juan Rodríguez Guillén y el
sargento Juan Valera Nieves, tomadas el 16 de noviembre de 1936, y que forman
parte del anexo aportado por Espinosa).
Fue así como detuvieron y encarcelaron el 24 de agosto a Julia Cifuentes, a quienes los represores
confundieron con su hermana Estefanía, esposa de Quintín, que se encontraba luchando
en el frente de Asturias. Las acompañaron Gabriel José Gallego Granado, de 59
años, vocal de la gestora municipal del Frente Popular y secretario de la
agrupación socialista; Froilán Veledo Gañán, primo de Baldomera, esterero y
jornalero, de 50 años; Dimas Infestas Infestas, recaudador municipal de tasas,
de 29 años y afiliado a la CNT, y Matea
Luna Alarma, de 57 años de edad, casada con Tomás Mansilla y madre de seis
hijos. Sobre Matea se dice en el libro de Agapito Modroño sobre la represión en
Villalpando que fue encarcelada y asesinada por confeccionar la bandera
republicana que ondeó en el balcón del Ayuntamiento el 16 de abril, pero lo más
probable es que su ejecución en el cementerio de Zamora el 27 de octubre se
debiera a ser la hermana mayor de Salvador Luna Alarma, presidente la
organización comunista de Villalpando y candidato por el PCE en las elecciones
generales de 1933.
Baldomera Veledo, a la que
también detuvieron y encarcelaron el 8 de septiembre, sobrevivió físicamente a
la prisión, pero su salud se resintió para siempre con el recuerdo de su hija saliendo
de la cárcel para ser ejecutada. Todos los bienes de la familia fueron
incautados mediante el expeditivo procedimiento de la ley de responsabilidades
políticas (tan beneficiosa para la hacienda de los vencedores), y tal como
hacían prever unos precedentes propios del bandidaje, cuando el pequeño
comercio que regentaban Baldomera y su marido Román fue asaltado por los
falangistas, siendo vejada y maltrata la hija menor, Teresa, según escribe
Eduardo Martín, que llegó a conocer la versión directa de la afectada.
A Yolanda Allende Cifuentes,
cuando era niña y se ponía enferma, su madre le dejaba para que se entretuviera
en la cama una preciosa cajita de madera labrada que perteneció a su tía Julia
y que estaba llena de fotografías, ese material tan sensible a las evocaciones
de la memoria. Siempre le decía que cuando se casara se la regalaría, como así
fue. Era con toda seguridad el objeto más apreciado que guardaba como recuerdo
de su hermana asesinada, regalo a su vez de aquel padre que fue sancionado
repetidas veces por negarse a ir a misa y asistir a las preces por el eterno descanso
de quien había fundado la organización criminal, víctima -según Carmen Calvo-
de la guerra incivil.
(Fotos aportadas por Yolanda Allende Cifuentes).
*Artículo publicado hoy también en elsaltodiario.com
(Fotos aportadas por Yolanda Allende Cifuentes).
*Artículo publicado hoy también en elsaltodiario.com
DdA, XV/4345
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