Pablo Álvarez
Párate un segundo, libérate de todos tus prejuicios, toma aire y piensa. Piensa en tu hija, en tu hijo, piensa en los adolescentes que conoces. Adolescentes de 12, 14, 16 años, a los que hemos criado en cunitas de oro. Es la generación de las toallitas húmedas para no irritar el culito, la de las barritas para los chichones, la de las tiritas Disney para las pupas, la de los parques infantiles acolchados, la del casco para el triciclo. Hablamos de la generación del móvil, la tablet, la consola, el portátil, la ropa de marca, las macrofiestas de cumpleaños y los campamentos temáticos. La generación que nunca ha recibido un no por respuesta, la que cree que la negación es una canción de Shakira, una generación a la que le cuesta valorar el esfuerzo porque todo lo que tiene le ha venido de forma gratuita.
Pues ahora imaginad por un momento que esta generación, nuestras
niñas y niños, se vieran obligados a abandonar nuestro pais, huyendo de
la guerra y la hambruna, y a enfrentarse al mundo.
Imagínatelos en otro país, solos, sin protección alguna, sin
conocer ni lengua, ni costumbres, estigmatizados por su color de piel y
su credo, señalados, utilizando bulos y mentiras, como delincuentes
peligrosos por hordas de racistas y xenófobos. Imagínatelos
durmiendo en la calle, abandonados a su suerte, sin nada que llevarse a
la boca y sin una palabra o gesto amable que les ayude a llevar su
situación. Imagínate su angustia, su miedo y su impotencia.
Imagínate que los deshumanizaran hasta el punto de robarles su
identidad, de hacerles perder su nombre. Ya no serían Álvaro, Sara, Luis
o Laura, serían MENAS y MENA, un sinónimo de violador, ladrona o
delincuente.
¿Te gustaría? ¿Te parecería bien que tu hijo o a tu hija fueran
tratados así en un país extranjero o lo considerarías algo injusto e
inhumano?
Pues si no te gusta, si en ti todavía queda un poquito de
humanidad o empatía, antes de caer en la trampa del fascismo, antes de
usar sus términos, piensa en como se sentirían tu hija o tu hijo en esa
misma situación. Así podrías empezar a derribar las
fronteras más dañinas que existen, las que construimos con nuestras
frustraciones y nuestros recelos: las fronteras mentales.
DdA, XV/4342
1 comentario:
Excelente Pablo Alvarez y gracias Felix por divulgar
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