David M. Rivas
Los
tribunales absuelven a Xabi Alonso de delito fiscal. Yo no sé nada del
asunto, de sus posibles montajes por el mundo y de si lo que hizo es
éticamente aceptable o reprobable. Pero sí valoro que Alonso sea el
único futbolista que defendió su buen proceder legal, no se avino al
pacto con la administración y se enfrentó a pena de cárcel. Eso es
importante. Si hay un delito, se juzga, porque eso de “tú me das tanto y
yo cierro el expediente”, que es lo más parecido a una indulgencia
eclesiástica medieval previo pago por el pecado, no es de recibo. Claro
que Alonso se puede permitir el lujo de revindicarse a sí mismo. Es que
el estado recurre al miedo hasta en lo más pequeño. Si pagas la multa de
tráfico te rebajan un 50 por ciento, pero si niegas la infracción no
hay rebaja y te llevan a juicio o, como poco, a apuntártelo en tu
declaración de la renta. Avenirse a lo que digan es garantía de
tranquilidad y pagas menos de lo que acabarías pagando. Se resume en una
frase típica: “no cometí ninguna infracción pero quinientos euros es
menos que los dos mil que me podría suponer un abogado frente a un
abogado del estado que también pago yo; y a la administración le cuestan
lo mismo dos recursos que dieciocho”. La democracia también consiste en
discutir sobre estas cosas.
DdA, XV/4351
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