martes, 26 de noviembre de 2019

COMO ESA MUJER EN SILLA DE RUEDAS, A LA ULTRADERECHA HAY QUE PLANTARLE CARA

Ana Cuevas

Dice Santiago Abascal que él no está en contra de que las parejas homosexuales adopten niños. Eso sí, los que no quiere nadie. Esos críos que los espartanos hubieran arrojado por un precipicio o que los nazis hubieran reducido a cenizas en sus eficientes hornos crematorios. Ya saben, los defectuosos, los niños que sobran. 
La cuestión es determinar qué criaturas entran en esa categoría de deshechos humanos a la que alude este primo. ¿Quiénes son los niños que no quiere nadie Santiago?. ¿Niños con enfermedades o minusvalías graves?. ¿Hablamos de pequeños con síndrome de Down o basta con que sean de otra raza, de otro color de piel?. ¿O quizás de críos que se pasan casi toda su vida en el sistema y son demasiado mayores para satisfacer las expectativas de unos posibles padres adoptivos?
Dos de esos niños que le sobran al líder de ultraderecha son mis hijos. Sometidos a una existencia de brutales maltratos y abandonos durante su primera infancia podían aparecer como mercancía dañada a los ojos de mucha gente. Con doce años tienen ya su personalidad formada- nos advertían en nuestro entorno- ¡No sabéis dónde os estáis metiendo!
Y era cierto. Puede que fuéramos jóvenes e inconscientes. Pero sabíamos algo: Ellos necesitaban sentirse amados, como todos, y a nosotros nos resultó fácil amarlos. Una sencilla ecuación que, más de dos décadas después, sigue funcionando con naturalidad. Nuestros lazos son más fuertes que la sangre. Hoy en día son dos hombres buenos y útiles para la sociedad. El mayor orgullo de mi vida.
No existen niños de primera o de segunda. Y mucho menos que sobren. Lo que faltan son corazones generosos y valientes independientemente de su identidad sexual. 
¿Qué les parecería un tipo homófobo, armado, racista, misógino e intolerante como candidato a adoptar un tierno infante? No parece el perfil idóneo por muy heterosexual que sea. 
Conozco parejas homosexuales que son padres y madres excepcionales y que enseñan a sus hijos en el amor y contra la intolerancia que ellos mismos padecieron. Personas buenas que logran que germinen otras buenas personas. Eso es mejorar la especie señores nazis patrios, lo demás es vomitar mierda. Que, por otro lado, es lo suyo.
No en vano, VOX se ha negado a firmar la declaración internacional de los derechos del niño. ¿Por qué? Supongo que, una vez que salen de los úteros, pierden todo el interés para ellos.
Hay quien dice que lo mejor es ignorar a esta ultraderecha tramontana que envuelve sus porquerías en la bandera de España. Yo creo que hay que plantarles cara. 
Como se la plantó una mujer en silla de ruedas, víctima de la violencia machista, al chulo de Ortega Smith. Él desvió la mirada.
¿Cobardía o un atisbo de vergüenza? Va a ser lo primero, porque la segunda ni la conocen ni la esperan.

                     DdA, XV/4348                

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