jueves, 24 de octubre de 2019

LA INFORMACIÓN COMO MERCANCÍA E INOCULACIÓN IDEOLÓGICA


Alejandro Álvarez

Cinco grupos de comunicación (PRISA, VOCENTO, UNIDAD EDITORIAL, PLANETA, MEDIASET), a los que habría que añadir la COPE y los medios Públicos (TVE, RNE,…) controlan la inmensa mayoría de la ¿información? que recibe la ciudadanía española. Esta concentración de los medios en manos de unos pocos poderosos se convierte en un elemento esencial para dirigir la democracia por el camino de sus intereses. A través de ellos, los magnates de los mass media ejercen un control de la ¿información? que recibimos, imponiendo lo que debe o no publicarse (hay silencios clamorosos en el campo de los medios dominados por el pensamiento único, como lo que sucede ahora en Chile, los accidentes laborales, la pobreza, los miles de desahucios que siguen existiendo, etc.), seleccionando los periodistas, etc. Este control es continuo pero se produce con más fuerza en momentos como el actual, marcado por el tiempo electoral, la crisis del régimen que vivimos desde hace años y los intentos de recomposición del mismo, aspectos sobre los que, más allá de pequeñas diferencias, todos ellos tienen un interés común: defender el status quo, aunque sin olvidar la imperiosa necesidad de sacar beneficios.
Hace unos seiscientos años el Arcipreste de Hita hablaba de los dos motivos por los que, según Aristóteles, trabaja el mundo: “por aver mantenencia” y “por aver juntamiento con fenbra placentera”. Hoy, siguiendo el ritmo de aquella cuaderna vía, aunque cambiando de sabio, podríamos decir sobre los medios de comunicación: 
Como diz Noam Chomski, cosa es verdadera
Los medios por dos cosas trabajan: la primera
por aver beneficios; la otra cosa era
meter ideoloxía a xente sin cartera.
Para el incremento de los beneficios necesitan atraer espectadores, oyentes, lectores, todos ellos convertidos en mercancía que venden a los anunciantes, que solicitarán más anuncios y los pagarán más caros según el nivel de “audiencia” del medio. Conseguirla prima sobre cualquier otra consideración en los grandes medios. Nada se escatima, por tanto, para incrementar la cuota de audiencia. Y todo se supedita a ella. “No dejéis nunca que la verdad os prive de una buena historia”, aconsejaba Randolf HEARST a sus periodistas hace ya muchos años. Y su consejo hizo escuela, pues mucho más cercanas son afirmaciones como “lo que es importante para el nuevo periodismo es que el guión funcione, y no que se pliegue a la verdad”, que dijo Juan Luis Cebrián, o “un periódico tiene que contentar al mayor número de gente, y no se puede hacer justicia contentando a todos”, que dijo Oliviero Toscani, responsable de las campañas de Benetton. Por tanto, aumentar el share es lo que explica la continua búsqueda de relatos atractivos, los “casos” escabrosos, la exhibición de lo morboso, la búsqueda de lo espectacular (los debates son puro espectáculo), elementos que atraen a esa deseada audiencia, convirtiendo la información en una mercancía que no se rige por criterios de verdad, error o autenticidad sino por las leyes del mercado, aunque, como veremos, unas leyes del mercado corregidas o dirigidas por claros intereses ideológicos. Lo que importa, como advertía RYSZARD KAPUSCINSKI, es “vender” ese producto para inflar la cuenta de resultados. Y hacerlo para inocular una determinada visión del mundo.
Porque los medios no tienen solo intereses económicos sino también ideológicos. Los mass media realizan una mediación fundamental que conforma la conciencia de los ciudadanos acerca de la realidad política, económica o cultural, pues no sólo les da a conocer los aspectos de la realidad que quieren que conozcan entre todo lo que sucede en su entorno y en el mundo y sólo esos, sino también, lo cual es más importante, condicionan la forma en que tales hechos deben ser interpretados. Por eso, el que la gran mayoría de los medios estén totalmente engarzados con los intereses de las grandes corporaciones impide, como afirma Noam Chomsky, una auténtica información, pues se establece un sistema que él denomina “propaganda”, cuyo objetivo consiste en “inculcar la visión del mundo de quienes detentan el poder económico y político”. Para ello no dudan en quebrar el principio de objetividad al poner el foco, a veces impúdica y descaradamente, en valoraciones y elecciones subjetivas, presentando como hechos lo que pura y llanamente son percepciones y/o manipulaciones subjetivas de esos hechos. Incluso a veces, los medios más que reproductores de la realidad son creadores de realidades informativas, como ha sucedido en no pocas ocasiones con Unidas Podemos, Podemos o Pablo Iglesias, o como vimos en un telediario de la Sexta, en el que se “inventaba y representaba” un acoso al periodista que hacía la crónica. Fabricar un producto informativo con el fin de que “la opción y los objetivos de quienes mandan sean la única realidad justa y necesaria”, como afirma VIDAL BENEYTO, es una práctica más habitual de lo que sabemos o pensamos.
Seleccionar lo que la ciudadanía puede ver, y darle un enfoque a lo que se le muestra para favorecer los intereses de los poderosos es un modo productivo de inocular “ideoloxía a xente sin cartera”. Así, se la pone continuamente frente a las imágenes del conflicto, el incendio o la violencia en Barcelona para, de una forma indecente pero muy eficaz, dejar a los espectadores noqueados por el miedo y la inseguridad. Luego vendrán detrás las promesas de imponer el orden, y la ciudadanía menos crítica apoyará programas centrados en la autoridad y se olvidará de sus problemas con la vivienda, la sanidad, la pensión, la libertad, la falta de servicios públicos, el salario mínimo, la precariedad, las normas laborales, etc. No funciona con todos pero sí con una parte. Quienes tienen el “poder” saben que las campañas hay que dirigirlas hacia aquellos que carece de un criterio asentado. De esa forma, mientras se centran en un conflicto se olvidan de los aspectos que les afectan directamente a su vida diaria.
Es cierto que hay algunos medios y algunos periodistas honestos, pero son los menos. Porque los medios están en manos de poderes económicos y políticos que los usas con una decidida intención de manipular la conciencia de la mayoría social para favorecer sus intereses. Y porque muchos periodistas por miedo o simplemente porque tienen asumido el sistema dominante, se convierten en propagandistas del mismo, colaborando en la conversión de los mass media en “antimediadores, intransitivos, que fabrican la no comunicación”, como dijo Baudrillard.

                 DdA, XV/4316                 

No hay comentarios:

Publicar un comentario