domingo, 6 de octubre de 2019

CASAS DE APUESTAS: CONTRA ESE ATAÚD PARA LA JUVENTUD


Lazarillo

En el momento de redactar este comentario desconozco la dimensión de la asistencia a la convocatoria de la manifestación programada para esta mañana en Madrid entre la glorieta de Cuatro Caminos y el barrio de Tetuán. La razón de la misma está en protestar ante el desarrollo de los locales de apuestas y casas de juego en los barrios modestos de las ciudades. (Aprovecho la ocasión para mostrar mi indignación ante el patrocinio del Sporting de Gijón y otros clubes de fútbol por parte de esas casas de apuestas, así como ante la vergonzosa proliferación de esos locales en esa ciudad). 
La movilización de Madrid (donde hay casi 400 locales de juego y apuestas) es un paso más en la hoja de ruta que se sigue desde que en abril diferentes colectivos sociales con la misma preocupación se asamblearan en La Ingobernable para tratar la proliferación de las casas de apuestas. La marcha está convocada después de haber analizado “la doble vertiente de clase que tiene el incremento de los salones de juego en los barrios más humildes de Madrid”, declara Kike Bravo, un activista integrado en el comité organizador. Irene, miembro de la Plataforma contra las casas de apuestas surgida tras aquella primera asamblea primaveral, añade que en el mismo problema se juntan la precariedad con la juventud “por las faltas de ocio en los barrios de la periferia", denuncia la activista. 
Hasta ahora solo he escuchado a Unidas Podemos referirse a este grave asunto, equivalente en cierto modo al que la droga provocó durante la Transición en los barrios obreros. No queremos a la juventud en el atáud de la droga, ni en el de las apauestas,  porque su destino está en vivir y dar vida. Este Lazarillo echa de menos la palabra al respecto de la iglesia vaticana, que parece no reparar en ello en sus homilías.

La vejez en los pueblos.
El corazón sin dueño.
El amor sin objeto.
La hierba, el polvo, el cuervo.
¿Y la juventud?

En el ataúd.

El árbol solo y seco.
La mujer como un leño
de viudez sobre el lecho.
El odio sin remedio.
¿Y la juventud?

En el ataúd.
(Miguel Hernádez) 

                  DdA, XV/4297          

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