Lazarillo
Durante la infausta Guerra de España no solo se asesinó a poetas como Federico García Lorca, se les encarceló hasta su muerte como a Miguel Hernández o perdieron la vida al poco de su exilio como Antonio Machado en Colliure, tres figuras cimeras de la literatura en lengua española. También se mató a quienes, en plena juventud de vida y esperanza, recitaban los versos de esos poetas voz en alto y emoción adentro como Fidelita Díez Cuevas (1920-1938), según cuenta José Ramón Saiz Vidiero en un artículo publicado en El diario de Cantabria. Sobre la figura de esta joven fue tal el peso del olvido que en el cementerio de Torrelavega, donde se levantó un monolito en memoria de las víctimas republicanas fusiladas por el franquismo, ni siquiera aparece su nombre. Por eso y por lo que dio en vida nombramos hoy su memoria:
Durante la infausta Guerra de España no solo se asesinó a poetas como Federico García Lorca, se les encarceló hasta su muerte como a Miguel Hernández o perdieron la vida al poco de su exilio como Antonio Machado en Colliure, tres figuras cimeras de la literatura en lengua española. También se mató a quienes, en plena juventud de vida y esperanza, recitaban los versos de esos poetas voz en alto y emoción adentro como Fidelita Díez Cuevas (1920-1938), según cuenta José Ramón Saiz Vidiero en un artículo publicado en El diario de Cantabria. Sobre la figura de esta joven fue tal el peso del olvido que en el cementerio de Torrelavega, donde se levantó un monolito en memoria de las víctimas republicanas fusiladas por el franquismo, ni siquiera aparece su nombre. Por eso y por lo que dio en vida nombramos hoy su memoria:
Con su madre y hermanos
"Hija del
activista cultural Fidel Díez Asenjo, “el mejor ebanista de
Torrelavega”, premiado carrocista, animador de la sección Amigos del
Arte que durante la 2ª República funcionó con gran éxito en la
Biblioteca Popular de Torrelavega. Su hija heredó estas aficiones
desde muy pequeña dando ejemplo de sus aptitudes para el verso y la
declamación, con recitales en la Biblioteca Popular de Torrelavega,
Comillas, Cultural Vimenor de Renedo de Piélagos, Ateneo Popular y
Ateneo de Santander, Teatro Principal y Cinema Solvay, y micrófonos de
Radio Santander, con gran éxito como ha recordado el cronista de
Torrelavega Aurelio García Cantalapiedra: “Asombró a los asistentes por
sus condiciones como rapsoda, por la manera de decir y por la memoria de
que hacía gala”. Su repertorio estaba compuesto, principalmente, por
obras de Antonio Machado, Federico García Lorca y Jesús Cancio.
Pero no todo el mundo debió de ver con buenos ojos la exhibición de sus
facultades porque, producida la sublevación militar y una vez cayó
Cantabria en poder de las tropas franquistas, la muchacha fue
conducida a prisión, donde coincidió con Antolina Matarranz, una joven
modista de familia izquierdista que había confeccionado ropa para los
soldados republicanos, quien describió a Fidelita como “una joven guapa
y encantadora, pero cuyo delito fue ser hija de padres de izquierdas y
recitar poesías en el teatro.”
Como a todas las presas, a Fidelita
“las carceleras, le cortaron el pelo al cero y para ridiculizarla
todavía más le dejaron un mechón largo atrás, para amarrarle un lazo
rojo”. Pero ella preguntaba ingenuamente:– ¿Verdad que me sienta muy
bien esto, Antolina?. – ¡Sí, Fidelita, estás encantadora! Este castigo
no doblegó su espíritu, y una tarde visitaron la cárcel un grupo de
falangistas. Acordaron, junto con las guardianas, sacarla aquella misma noche.
Las compañeras de prisión quedaron horrorizadas cuando, a las pocas horas, vieron
llegar a Fidelita hecha una piltrafa humana. Cayó de bruces y las
compañeras no fueron capaces de que contara qué habían hecho con ella
aquellos asesinos. Sólo podía repetir: “Fueron cinco, fueron cinco”. Murió poco después.
El 26 de junio de 1938 sería enterrada
en el cementerio de La Llama, muy próximo a donde residía con su
familia. Su padre pasó muchos años en prisión hasta conseguir la
libertad condicional del Penal de Alcalá de Henares en 1954, mientras
que a su madre, Eloína Cuevas, le fue denegada la licencia para poder
vender en la calle como única forma de subsistencia".
DdA, XV/4277
1 comentario:
Qué impotencia provoca la injusticia, y que hondo es el dolor de saber cuánto pudo sufrir Fidelita.
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