Félix Población
No han sido pocas las etapas de desencanto y/o encabronamiento que ha vivido la sociedad española desde la llamada Transición hasta nuestros días. Durante estos cuarenta años no hemos dejado de tener motivos para uno u otro estado de ánimo, e incluso para ambos a la vez. Ya fuera por las promesas incumplidas de los gobiernos del PSOE, la continuada sangría de ETA durante decenios, la muy afincada y extendida corrupción política de los partidos turnantes en el poder o las unilateralidades esperpénticas del independentismo catalán tan torpemente estimuladas desde los gobiernos centrales, nuestra sociedad está hasta los ojos de la clase política preponderante y así lo manifiesta en la demoscopia cuando se la consulta.
Solo faltaba un veranito como el que nos han dado este año para colmar la indignación y el hastío del respetable, algo que quizá desconoce, ignora o no quiere saber el actual presidente del gobierno en funciones. Este señor, y no otro, era y es el responsable a partir del pasado 28 de abril de formar un gobierno que sintonizara con los expresado en las urnas por los electores progresistas de este país, y este señor ha dejado pasar más de cuatro meses sin ser capaz de lograrlo.
Como, además, tanto él como sus compañeros en el gobierno y los señores y señoras diputados han seguido cobrando sin eludir sus vacaciones estivales, el personal no entiende por qué se le quiere llevar otra vez a las urnas si ha sido sobre todo Sánchez y su equipo negociador el que no ha hecho los deberes que les correspondían, o los pretendió y pretende hacer -hasta ayer mismo, con una propuesta que retorna a la casilla de salida negociadora- como si contara con capacidad para gobernar en solitario, despreciando los casi cuatro millones de electores representados por Unidas Podemos.
¿Sigue pensando Iván Redondo y su equipo de mercadotecnócratas que los ciudadanos progresistas de este país van a creerse, con toda la cobertura de los medios afines al PSOE que se quiera, que la responsabilidad que les atañe sobre todo a ellos en el fracaso del gobierno de coaliación va a confundir a los electores de Unidas Podemos? Si fuera así, como han dado a imaginar a lo largo de estos cuatro meses, desconocen el grado de encabronamiento y desencanto, a la par, que bulle en el ánimo del respetable.
Yo lo llamaría indignación, y eso nos retrotrae a quienes un día la representaron hace cinco años. ¿Siguen estando o pueden volver a estar ellos más cerca de la indignación que el fracaso de un gobierno
de coalición comportaría entre quienes lo han reclamado?
DdA, XV/4267
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