martes, 2 de julio de 2019

¿POR QUÉ FEDERICA MONTSENY NO ACABÓ ANTE LOS FUSILEROS FRANQUISTAS?


Félix Población

Desconozco si alguna vez, después de documentarse sobre el gran drama humano que supuso el camino de exilio para cientos de miles de ciudadanos republicanos a través de la frontera francesa en los últimos meses de la Guerra de España, hubo algún cineasta -español o extranjero- tentado por recrear esa historia a través de una versión libre basada en las memoria de alguno de lo que sufrieron aquella diáspora. 

Si lo hubo y leyó Seis años de mi vida, recientemente publicado por la editorial Almuzara, perdió una gran oportunidad de hacer esa película con una base testimonial ciertamente valiosa, dada la personalidad de la autora. En la persona  de Federica Montseny Mañé concurre la singular circunstancia de haber sido nada menos que la primera mujer en la historia de España y una de las primeras em la de Europa que estuvo al frente de un ministerio, en este caso el de Sanidad y Asistencia Social en un gobierno de la segunda República española. 

Si a eso unimos sus indudables facultades literarias como periodista y escritora -desarrolladas desde temprana edad- para contarnos una crónica llena de incidencias e interés, que va de 1939 a 1945, en la que se ve obligada -con la ocupación nazi de Francia- a evitar la triple persecución de la Gestapo alemana, la policía colaboracionista francesa y la policía española, el guión cinematográfico tendría en mi opinión valores suficientes para construir una buena sustentación narrativa. 

Acompañan a Montseny en esta huida de unos y otros su anciano padre, Juan Montseny (Federico Urales), el histórico anarquista, víctima ya de una demencia senil; dos hijos pequeños de corta edad de Federica -a los que se añadirá el nacimiento de un tercero durante esos años-, su madre Teresa Mañé (Soledad Gustavo, maestra y pedagoga, cofundadadora con su compañero de La Revista Blanca) -que fallecerá al poco de cruzar la frontera-, una amiga de la familia y la madre de su compañero Germinal Esgleas, preso en un campo de concentración. Sobre todos pesa la amenaza de que se cumpla una petición de extradición contra ella que acabaría con la primera ministra de la historia de España ante un pelotón de fusilamiento franquista, según le ocurrio a otros renombrados exiliados.

¿Nadie advierte las posibilidades cinematográficas de esta magnífica crónica, en la que se incluye el atroz internamiento en los campos de concentración en las playas francesas, como homenaje a la de todas aquellas familas que huyeron del país para evitar las represalias de la dictadura? ¿O es que sobre ese capítulo de nuestra memoria histórica tampoco cabe hacer memoria? ¿No creen que en cualquier otro país con ese pasado el cine de creación hubiera cumplido esa función en este y otros mucho capítulos de lo que Paul Preston llama el holocausto español?

                 DdA, XV/4215                 

No hay comentarios:

Publicar un comentario